Consagrado fotógrafo y artista plástico, dueño de una estética tan particular como personal, Marcos López estrenó en 2013 su primera película: Ramón Ayala. Ganó el premio del público en el festival Bafici. Hasta el próximo viernes la exhiben en el cine del Malba.
¿Cómo llegas a ser artista?
Yo soy medio del campo, de Santa Fe, y en mi familia no hay antecedentes artísticos. Desde que entré a un laboratorio fotográfico blanco y negro, en un curso, me di cuenta que eso era vital en mi vida: la expresión con imágenes. Abandoné ingeniería y me vine a Buenos Aires. Soy como un bicho raro, recién hace dos años me acostumbré a decir que soy artista.
¿Y porqué seguís siendo artista?
Porque tengo una necesidad casi maníaca por expresar mis emociones. Me despierto a las 4 de la mañana y me pongo a escribir un poema, malo, pero lo escribo igual. Además me gano la vida de eso, es mi oficio. Trato de pensar una sociedad, una comunidad: ¿para qué vive uno? ¿cuál es el sentido de la existencia en estas salvajes pampas desangradas? La obra artística sirve como una especie de reparación curativa. A los alumnos les digo: “señores, no hay necesidad de ser artista ni de estar en arteBA, traten de relajarse que el arte es una cuestión primordialmente auto-curativa. Expresar para tratar de reconciliarse con uno mismo y no andar colgando la foto a ver si se vende”.
¿Que se repite en tu trabajo?
Hay constantes que veo después de hacer los trabajos. Yo nunca pienso nada, actúo intuitivamente. Por ejemplo el pato inflable se repite, pero el patito viene a mí, yo no voy al pato. Ahora estoy haciendo una fuente de un pato gigante para Tecnópolis, que le va a salir un chorro del medio. Está inspirado en un vendedor de patos del obelisco. Toda mi obra, fotos y objetos, se refiere a la artesanía popular y a la obviedad expresiva y emocional. Hay cierta ternura en esos objetos, que es lo que me interesa del arte. Me gustan los colores simples, la obviedad, hacer un arte para toda la familia.
¿Te preocupa vivir de tu creatividad?
Me están contratando en Europa como el “Artista Pop Latino”. Me gusta la cosa de que el arte es mi oficio, así como hay un electricista o un pintor. ¿Querías Pop Latino?, te hacemos Pop Latino. Por momentos me aburro, pero tengo una familia que mantener y me gusta que este sea mi oficio. No me la creo mucho la del arte contemporáneo, no lo digo muy en voz alta porque me gano la vida de esto. Soy como el gaucho que anda con el cuchillo bajo el poncho.
Se exhibe hasta este viernes “Ramón Ayala” en el Malba. ¿De qué se trata el documental?
Quería hacer un road movie que vaya desde Constitución hasta las entrañas de la selva misionera. La película del gran poeta del Alto Paraná no intentaba ser un homenaje, ni redescubrir a nadie. Quería buscar las entrañas de América latina y Ramón Ayala se transformó en el personaje de mi película.
¿Cómo te vinculaste con la obra de Ramón Ayala?
Su obra me produce un contacto emocional con la alta poesía: “Algo se mueve en el fondo del chaco boreal, sombras de bueyes buscando el confín”. Su poesía es absolutamente visual. Algo me conecto con él. Creo que me estoy volviendo cada vez más místico.
¿Y cómo te llevaste con la creación cinematográfica?
Soy totalmente intuitivo, estudié cine en Cuba pero nunca presté atención en clase. En mi película fui aprendiendo sobre la marcha cómo filmar. Pero al final no le hago caso a nadie, soy muy rebelde. Quedó como un collage que se fue armando. Hubiera querido hacer una película con principio, desarrollo y fin, pero no me salió. Toda mi obra tiene la impronta de estar atada con alambre. Creo que es una película local y me parece perfecto. Estoy muy contento. En los grandes festivales no la entienden pero en Gualeguaychú me dicen que lloran cuando la ven.
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