Por: Nicolás Mavrakis
Autor #6
Edad: 37
Libro: El Tucumanazo (Clase Turista, 2012)
Temas: Sci-Fi, videojuegos, tripping.
Por qué hay que leerlo: Autor de Pulsión (Paradoxia, 2011), 380 Voltios (Pánico el Pánico, 2011) y Fin (VOX, 2009), entre otros, Esteban Castromán es uno de los creadores de la editorial Clase Turista, un nodo editorial que se propuso la publicación de novelitas pulp, es decir, una literatura que privilegia una lectura rápida —pero no con una escritura menos elaborada— y temáticas diseñadas desde la fuerza de interpelación que subyace en la instantaneidad de lo contemporáneo. De ahí una aspiración a lo popular que, expandida con enorme éxito en la tradición del siglo XX, en el siglo XXI se convierte en la posibilidad de rescatar procedimientos valiosos para tratar con un presente completamente nuevo. De esa manera, El Tucumanazo puede leerse como una novela acerca de qué ocurre ahora con su protagonista, un ahora en perpetuo cambio y en el que interviene la discursividad del videogame —una discursividad despojada de tramas y argumentos y sostenida por la entidad estelar de un héroe protagónico: el puro avance de la narración—; un ahora que es también una maquinaria de exploración a través de los códigos audiovisuales del western, la road movie e incluso del porno.
Ese trip literario a través de diversas tradiciones narrativas y el juego de saltos entre plataformas y escenarios hacen de El Tucumanazo no sólo la historia de un asesino serial con poderes sobrenaturales vagando por el camino de un ahora multiforme, sino también un trabajo de análisis y elaboración —en última instancia, una valiosa pregunta estética— acerca de cuáles son ahora las formas más apropiadas para narrar. Si las plataformas audiovisuales han ingresado al siglo XXI despojadas —por la fuerza del presente y de la tecnología, incluso a su pesar o contra su propia voluntad— de aquello que asumían como certezas inmutables en el siglo pasado, ¿es la literatura una tecnología narrativa incapaz de reformularse y mutar? ¿Habrá llegado, tal vez, una época que obliga a rediseñar y pensar nuevas tecnopoéticas? Por momentos hipertextual, por momentos visceral, por momentos abandonada al pleno goce de la narración incapaz de detenerse, lúcida en cada una de sus páginas, El Tucumanazo hace de Esteban Castromán uno de los nuevos autores más interesantes.
¿Por qué leer El tucumanazo en el futuro?
Porque el libro es un artefacto transgénero y polimorfo mediante el cual los lectores podrán surfear algunas experiencias intensas de esta época, con la dinámica propia de un videogame hardcore: velocidad, dinero, ansiedad, violencia, error, viajes, incoherencia, psicosis digital. A veces pienso que no resulta sencillo capturar con precisión las distintas capas viscerales pertenecientes a un momento histórico pasado, ya que solemos ser rehenes de una subjetividad cuyos intereses están tabicados por las necesidades del presente inmediato y las fantasías en relación con nuestro futuro, como una manera de amortiguar el desamparo que nos produce la incertidumbre existencial. Por eso, tal vez, minimicemos la espesura del todo y despleguemos un remix lavado (una suerte de “radio edit”) respecto a lo que ya fue. La elección del videogame como dispositivo narrativo no es fortuita. Si en general la gente suele escaparle a los libros como acto reflejo, me parece vital crear experiencias de ficción que apelen a determinados formatos vinculados con el entretenimiento, para hacer de la literatura una máquina perversa capaz de abducir aquellas voluntades hambrientas de nuevos estímulos, generar adictos compulsivos devoradores de historias. La literatura es una droga legal, híper flashera y transdisciplinaria. Como el amor. Como la vida.
¿Papel o bytes?
Papel y bytes y todo lo anterior al papel y todo lo posterior a los bytes.