Con seis películas en su haber , José Celestino Campusano es una de las apariciones más estimulantes del cine nacional en los últimos años. El nombre de la productora que lleva adelante, Cinebruto, lo dice todo: Campusano logró pintar un conurbano bonaerense en carne viva, habitado por tribus motorizadas, malevos, metaleros, proxenetas y demás especímenes de un universo que conoce bien de cerca.
Luego de su extendida -¡210 minutos!- Fantasmas de la ruta (2012), el director abandona su patria chica en la zona sur y sitúa su nuevo film en Marcos Paz, localidad rural a unos 70 kilómetros de Buenos Aires que no termina de definirse entre campo y ciudad (¿demasiado pueblerina para pertenecer al conurbano, demasiado conurbanizada para considerarla pueblo?) Ese límite difuso también lo padece el protagonista de El Perro Molina. Antonio Molina, alias El Perro, es un viejo delincuente con prestigio ganado a base de códigos (esas leyes no escritas del mundo del hampa) que asiste azorado a las nuevas modalidades del delito, donde un chico de catorce años puede llegar a matar a alguien sin que se le mueva un músculo. Hace tiempo que Molina quiere pasar a retiro, pero lo tientan con un último golpe, en apariencia fácil, que le permitirá pasar una sosegada “jubilación”.
En paralelo está Ibañez, un corrupto y violento comisario cuya mujer, ante la enésima vez que éste la engaña, se va de la casa y e incursiona en la prostitución. Los caminos de Ibañez y Molina, viejos conocidos de matufias anteriores, volverán a cruzarse para intentar dar con la chica. Claro que Molina no está dispuesto a dejarse extorsionar.
Los críticos del cine de Campusano suelen detectar algunos puntos flojos en las interpretaciones (realizadas generalmente por actores no profesionales), pero en El Perro Molina ese aspecto mejora considerablemente. Si bien persisten algunos personajes que recitan diálogos al borde de la declamación, se destacan la despechada Natalia (Florencia Bobadilla) y ese cool gangster que es el Perro Molina (Daniel Quaranta). A propósito de Quaranta, hay algo en su registro que -salvando las distancias- lo emparenta con el Julio Chavez de Un oso rojo (2002) o con el Pollo Alonso de la serie Okupas, por mencionar dos trabajos de alguien que también supo retratar la marginalidad con pericia: Adrián Caetano.
Posiblemente, El Perro Molina es la película más redonda de Campusano. No solo por la mencionada evolución de las actuaciones, sino también por la prolijidad en los rubros técnicos y el acercamiento al género (por momentos western, por momentos policial). Formalidades que no opacan estas postales de la periferia.
El Perro Molina se estrena este jueves 18 en las siguientes salas:
Cine Gaumont
Artecinema
Hoyts (Dot, Unicenter, Moreno, Quilmes, Temperley, Patio Olmos (Córdoba)).
Showcase (Norte, Haedo, Rosario)
Village Recoleta.
Cinemark Palermo.