Hacia cuatro meses que estaba viajando por Asia, toda una vida transcurre cuando uno se permite salir de viaje a lo desconocido, abierta a cambiar las opciones dadas las circunstancias. De hecho el viaje era solo por un mes y medio y pensaba regresar a los brazos de lo que creía factible y a seguir cosechando en el trabajo todo lo que había sembrado y no quería cortar la corriente por miedo. Miedo a no sentir la abundancia que sentía, pero por suerte descubrí en este viaje que la abundancia uno la lleva dentro, no necesita tener las cosas para sentirse así, es una cuestión mental de cómo mirar y de aceptar la realidad con lo bueno y lo malo y poder a pesar de que las cosas no salgan como uno se las imagine disfrutar de su existencia.
A veces la vida te muestra otro camino y hay que ser valiente para tomarlo. Lo que uno tiene no lo pierde, si uno sembró bien por mas que no se quede a agarrar todos los frutos de la cosecha, la tierra quedara muy fértil para la próxima siembra, y a veces uno tiene tiempo y tiene que aprovecharlo para vivir. Porque terminamos haciendo muchas cosas para lograr determinados objetivos que a veces nos olvidamos de disfrutar de la oportunidad cuando se nos presenta solo por temor a perder lo conquistado. Cuando uno hace bien el trabajo no pierde nada que valga la pena.
Los viajes me han enseñado que cumpliendo solo dos variables de estas tres ya es una oportunidad genial para realizar: edad – juventud o energía (porque hay gente joven que no tiene energía y viceversa), dinero y tiempo. Cuando uno es joven tiene el ímpetu, la energía y el tiempo pero te falta dinero, entonces hay que ingeniársela para poder lograr llevar a cabo los viajes. Después uno tiene la juventud y el dinero pero falta el tiempo, porque no puede dejar a los hijos, al trabajo, o al proyecto que tiene en mente y las mil y una excusas que se pone para posponer algo que en el presente seria el mejor regalo a su vida, porque nunca pierde el valor. Después uno tiene el dinero y el tiempo pero le falta la juventud y no puede llevar a cabo todo lo que quisiera de la forma que soñó o pospuso porque no lo vivió en el momento que tenia que hacerlo, así que muchas veces se conforma en mirar y en castigarse por no haberlo hecho antes. Lo bueno de esto que cualquiera sea la manera viajar es una bendición para el alma de cualquiera que lo haga, porque le da tiempo para jugar, para salir de su realidad y al mismo tiempo para mirarse.
Después de 7 días en las playas paradisíacas de Perthenians en las cuales había descansado y había hecho el balance de todo el viaje, y en donde había compartido con una holandesa y un gales la soledad de estar juntos en el mismo barco, del fluir sin rumbo, y donde las charlas sucedían sin forzarlas. No hacer nada era la constante, nos levantábamos a leer, comer y disfrutar del mar y de la existencia. El mensaje de despedida de los dos fue: “Sos tan natural que permitís que los otros se abran, creas espacios para que la gente se encuentre”, habíamos compartido no solo días sino vida y de alguna forma peculiar los había juntado. Llegue a Kuala Lumpur cargada y cansada. La gente en malasia es muy amable y honesta, y todavía no estaba acostumbrada a estar en un lugar donde uno puede confiar lo que le dicen, te acompañan a sacar el pasaje para que no te pierdas, te cuidan, un placer. Mi mejor decisión fue terminar en Malasia mi viaje, ya que me sentí muy segura a pesar del cansancio, todo fluía naturalmente, los papelitos no se equivocaron una vez mas, pregunte varias veces a la suerte y me decían que no volviera a Singapur. El Gales, en una de nuestras largas charlas de hombre y mujer, me dijo: “escúchate, estas todo el día diciendo que hay que hacer lo que uno siente, así que no perdes nada en invitarlo a que vaya a Melaka, ya es el fin del viaje, jugate. Son solo cuatro horas de donde vive y si quiere hace el esfuerzo”. Un día antes de irme de la isla le había mandado un mail a una persona importante de mi viaje para ver si quería unirse en mis dos últimos días sin tener respuesta aun. Me había escrito que estaba complicado porque se mudaba de país y estaba con decisiones importantes, era una locura pero por lo menos no me iba a quedar con las ganas y si hay algo bueno en la vida es que hay determinadas personas que se vuelven inolvidables. Los encuentros no siempre tienen correlación con la duración sino con la intensidad y en el caso de este hombre parecía que nos hubiéramos conocido desde siempre.
Ni bien llegue a Melaka sentí que tal vez me encontraría con la sorpresa de que mi compañero hubiera llegado. Me subí a un bus que me llevaría al centro de la ciudad y decidí el hotel por papelitos, puse tres nombres posibles y a pesar de que la holandesa me había recomendado el suyo decidí confiar en la suerte nuevamente, y termine en otro hotel de mejor ubicación, en pleno centro histórico. Llegue y me tome un cuarto doble, necesitaba mi espacio y también tenia la esperanza de que tal vez llegara esa persona que esperaba – siempre pienso en positivo-, cheque los mails pero el silencio sopesaba en mi casilla. El cuarto era divino, en una casona antigua reciclada, llena de luz, plantas y un gato que jugaba en la escalera, realmente hermoso el lugar, así que estaba feliz con mi decisión. Baje para mirar un estanque lleno de pececitos naranjas con un buda que reinaba en lo alto, y un ingles se me puso a conversar.
“Los ingleses son todos piratas que andan conquistando el mundo. No paro de encontrarme desde hace meses y se creen los reyes de Asia”. Fue la primera frase q intercambiamos cuando se presento mientras miraba el buda en el estanque. Ni bien llegue al hotel vino a hablarme y yo no le di bola era como q todavía esperaba que mi hombre viniera, mi energía estaba cerrada a conocer a nadie. Ya estaba en despedida. Me invito a desayunar con él, pero yo quería salir a recorrer la ciudad, todo rápido, comprar los regalos que me faltaban, empacar y ya llegar a Argentina. Ni le preste atención. Le pregunte si me convenía caminar o salir en bicicleta ya que el hotel te las prestaba y me miro esperando que le contestara la pregunta de ir a desayunar con él pero se dio cuenta que no era correspondido y me dijo: “caminando vas a ver mejor la ciudad”; y le hice caso. Su cuarto estaba justo frente al mío y pensé que estaba en pareja dado que también estaba en un cuarto doble, pero en realidad mi mente estaba completamente en otro lado. Salí a conocer la ciudad y me encontré con China, luego con India y con una mezcla de todos los lugares que había visitado en un solo lugar mezclado con reminiscencias de colonia holandesa. Camine por las pintorescas callejuelas, era como un puerto, había productos de toda Asia. En un momento me arrepentí de no haber sociabilizado con el ingles, parecía simpático y tal vez hubiéramos podido compartir el día.
Volví al hotel y agarre una bicicleta para seguir recorriendo la ciudad, probé las cosas típicas, me perdí de nuevo en mercados, compre lo que me faltaba, estaba agotada de mirar, de viajar, pero al mismo tiempo me sentía esplendida, llena de vivencias. Cuatro meses habían pasado desde que había salido de casa, y tantas cosas habían sucedido, tantas pruebas había superado. Esta vez, yo había sido la actriz de mi propia existencia y no deje que nada ni nadie me sacara el mando de mi propia embarcación emocional. De alguna forma había entendido que todo es como uno quiere verlo y que a pesar de que las cosas no salgan como uno piensa, siempre tiene la capacidad de seguir sonriendo y que la actitud es la que genera que sigan abriéndose los caminos y que uno continúe a pesar de todo. Retorne al hotel, arme la valija y decidí salir en mi ultima noche del viaje, di vueltas sin cesar por el mercado de noche, muy pintoresco. Estaba lleno de turistas asiáticos que hacían cola por todo y valía la pena ver todo iluminado. Me quede sin plata comprando los últimos regalos y volví al hotel para pintar. Tengo que reconocer que espere ver al ingles o que tocara mi puerta pero nada paso. Escuche ruidos pero no le di importancia y pinte sin cesar hasta las 5 de la mañana, casi en trance, inspirada y sobretodo relajada. Me dormí profundamente. Me levante e iba a bañarme pero decidí ir a cambiar los últimos dólares que tenia. Fui al bar del hotel para preguntar donde cambiaba los dólares y chequear mails, había decidido ir directo a la estación ya que no tenia más nada que hacer.
Ni bien entro al bar, el que estaba sentado tomando el desayuno era el ingles: Grant se llamaba, era muy atractivo, rubio de ojos azules, con rasgos masculinos, bien formado, ayer con el apuro no lo había visto bien. Me senté a charlar con él, en realidad porque había gente en las computadoras y me sentía culpable por no haberle contestado lo del desayuno el día anterior. Me mira y me pregunta si me iba hoy y le digo que si. Le pregunto que hacia en Melaka, porque no era un turista normal, se lo notaba relajado, sin apuro, contemplativo, y me empieza a contar, que era director de cine en Londres y estaba escribiendo el guión de su próxima película, que trataba sobre los sueños y que hacia ya un mes que se encontraba en la ciudad, aprovechando a visitar un amigo que vivía aquí que era pintor y al cual tendría que conocer. Cada vez que abría la boca me parecía mas interesante, había sido una estupida en no darle ni cabida ayer siendo mi vecino, pero bueno ya era tarde, mientras hablaba me pasaban miles de cosas por la cabeza que no podía cambiar. Lo miro y le digo tengo que ir a cambiar plata, te quedas acá que ya vuelvo, y me contesta con la cabeza afirmativamente. Salgo caminando y a los minutos escucho que alguien viene corriendo por detrás. Me doy vuelta y era Grant. Me mira y me dice por si te perdes te acompaño. El lugar de cambio quedaba solo a una cuadra del hotel, pero me gusto el gesto. “Te quiero mostrar un lugar”, me dijo él. Era un pequeño local de un relojero, que ni había percibido a pesar de pasar varias veces por esa cuadra. Entro y me encuentro con un viejito que seguía arreglando los relojes, relojes que ya ni se usan, relojes que ya no tienen dueño pero que mecánicamente como si fuera parte del engranaje él sana, cuida, sigue siendo guardián de estos. El lugar estaba atestado de relojes viejos, como si en ese lugar se pudiera contener el tiempo, estaba frenado, para su arreglo. Grant me dice, “me encantan las cosas viejas, te hacen viajar por el tiempo”. Cambie la plata y me invita a salir a dar vueltas con él por la ciudad, mis planes repentinamente cambiaban.
Volvimos al bar para que pudiera desayunar. Ni bien nos sentamos me comenta lo ruidosa que estuve por la noche, acostumbrada a las asiáticas que han parado en el hotel, yo era un tornado. Me río y le contesto perdóname, es que tenia que organizar las cosas en mi valija y también me inspire, pinte nueve cuadros sin parar. Me mira y me pregunta: “¿Que soñas? ¿Cuáles son tus sueños?”. Sin ni siquiera pensarlo, le dije que vivía cumpliendo mis sueños, y lo que me gustaba de ello, es que se convierte en un ejercicio, porque al cumplirlos tenes que pensar en nuevos, y que al mismo tiempo cada uno se convierte en una moneda de oro en el corazón que nadie puede sacar y que nunca pierde el valor. Soy muy afortunada, puedo contarte muchos sueños cumplidos. “A mi también me gusta cumplir sueños. El guión que estoy escribiendo trata de la relación sobre los sueños y la muerte, porque en realidad cuando uno muere se da cuenta si realmente vivió o no según los sueños que ha cumplido. Es una pena, que recién cuando te enfermas o te pasa algo te das cuenta de lo hermosa que es la vida cuando tendrías que disfrutarla en el entonces.”Era tan profundo y al mismo tiempo tenia los pies en la tierra que me cautivaba y me sorprendía, sacaba un tema tras otro. “¿Viste la película del japonés Akira Kurosawa y los sueños?”, le digo que No, y me dice “te voy a escribir unas películas que tenes que ver”. Saca una lapicera de tinta, de estas que hacia años que no veía, que te dan placer de mirar escribir a alguien y que te hacen pensar que están en peligro de extinción. Le digo que me encanta su lapicera, si puedo dibujarle algo y me da su cuaderno con anotaciones y empiezo a dibujar una mujer. Me dice que le resultaba muy personal el dibujo que le estaba haciendo a el, que era un desconocido, y que me iba a tener presente. Lo miro con cierta inocencia, solo es un dibujo. Me pasa un barquito de papel con los nombres de tres películas escritas en él, lo guardo, no lo abro en su presencia y me imagino que diga algo como me gustas y que lo viera en el avión y me arrepienta de no haberlo conocido antes. Mi cabeza no paraba de pensar porque me resultaba atractivo, encantador y profundo. Le digo: “Me hubiera gustado tener más tiempo para conocerte”. A lo que me contesta sonriendo: “Vos sos como el viento, cambias todo el tiempo, en todas las direcciones”. Me gusto su percepción tan acertada y le tuve que dar la razón. “Pensé que ayer te vería a la noche” le dije. “Se te notaba ocupada, en tus cosas, te deje después de tu no contestación a la mañana para que iba a molestarte, además cerrabas la puerta con llave como si alguien te persiguiera” me respondió. Me reí, le tuve que contar del robo y de las vicisitudes del viaje, y en realidad la satisfacción que tenia que a pesar de todo lo que me paso seguí igual, feliz y disfrutando de mi existencia. Estaba terminando de desayunar y me acerca un papel en blanco y me dice, “escribí tu sueño, lo que deseas en este papel”. Yo pongo, yo quiero y me acuerdo que es yo deseo, para que se te den las cosas. Porque querer implica posesión. Sin dudarlo, le digo me das otro papel, porque me equivoque yo quiero por deseo, a lo que me contesta “es un solo deseo. Ya empezamos mal, si necesitas cambiar la frase, desear o querer es lo mismo, es lo que buscas lo que importa”. Me encanto su respuesta, era mucho mas interesante de lo que pensaba, no podía dejar de pensar que desde ayer podría haber estado con él pero no quise de alguna manera tomar lo que la vida me presentaba por esperar a un hombre que ni contestar pudo. Luego de terminar de escribir en el papel mi deseo, me dice dobla el papel en cuatro, ahora volve a plegar un costado, el otro costado. Yo seguía sus instrucciones al pie de la letra, mientras el también lo hacia sin saber a donde me llevaría. Termine haciendo un barquito de papel hermoso. Los dos teníamos nuestro barquito de papel con nuestro deseo.
Salimos del bar y a pesar de conocer las calles me hizo seguirlo por otras que desconocía hasta llevarme a un pasillo, donde desembocamos en un canal. El sol me daba en la cara y al mismo tiempo jugaba el reflejo en el agua. El estaba vestido con unos pantalones verdes y una camisa blanca y yo con un vestido rojo, rodeados de agua y de verde vegetación mezclada con las casas con reminiscencias holandesas. Me cuenta que en el canal vivían una especie de caimanes, que tuviera cuidado cuando pusiera el barquito de papel en el agua. Sin escucharlo, dado que estaba fascinada con la situación, todo era maravilloso, me sentía en una película, ni aunque lo hubiera imaginado o escrito podía ser tan mágico. Faltaba tres horas para tomarme un avión y el destino me estaba regalando un deseo compartido con un desconocido que ya me resultaba conocido. Es maravilloso como a pesar de no tomar el tren la primera vez, puede suceder una segunda oportunidad, finalmente terminamos desayunando juntos, y como cuando te tenes que conocer con alguien pese a todo te encontras. Sentí la necesidad de sincerarme, “Perdóname por ayer, estuve muy maleducada con vos desde un principio, estaba cerrada, no quería conocer a nadie, solo quería empacar, conocer rápido la ciudad y listo”. “Si, estabas cerrada por eso no insistí, hoy sos otra persona completamente distinta. Fresca, libre como una mariposa” y lo miro “Soy así, ayer había cerrado mi viaje, no me permitía nada, y hoy es otro día”. “Te das cuenta, como el viento sos” y nos largamos a reír. Perdimos nuestras miradas en el agua, hasta que fue la hora de entregar nuestros deseos a ella (largar los barquitos). Tanta dulzura había en su ser, que me costaba asimilarla. Estaba sorprendida. Me dice “con paciencia nuestros deseos serán llevados por la corriente hacia el mar”. “¿Que buena idea!” le exclamo. Cuando me acerco a poner el barquito sale del agua un caimán, me asuste y el se empezó a reír, no pasa nada, te había avisado, pero yo pensé que me estabas cargando. “Asia es maravillosa, la realidad es casi irreal, por eso vine a inspirarme. A veces el viaje es la excusa para conectarse, en realidad fuera de lo cotidiano uno empieza a ver los detalles”, concluye. Nuestros barquitos se quedaron navegando por el canal. Yo quería besarlo, pero no lo hice, esperaba que el lo hiciera. Todo era perfecto para que sucediera, pero no acontecía. Cuando salimos del pasillo me dice: “yo deseo que todo el mundo hiciera las cosas con amor, así todos seriamos felices”.
Fuimos al hotel, pase mis valijas a su cuarto, me bañe, y al final me dice que mejor dejáramos las valijas en la conserjería por si se quedara en la casa del amigo pintor que íbamos a conocer. Así que dejamos las valijas en el bar y salimos a caminar de nuevo por la ciudad, charlando de la vida. Entramos a varios negocios, a seguir encontrando detalles, y en un momento le tomo naturalmente el brazo porque estaba en la calle y un auto se abalanza hacia mí, y en ese momento me da un beso en la mejilla, para seguir a mi boca, y la magia sucedió. Mis ojos se cerraron por el impulso que acompaño a un abrazo para seguir besándonos apasionadamente a una velocidad donde el tiempo dejaba de existir y todo se difuminaba alrededor. Sin darnos cuenta que estábamos en el medio de la calle, con autos tocando bocina. No podía creer lo que estaba pasando porque cuando dejamos las valijas en la recepción, pensé que no iba a acercarse más. Me dice: “Soy tú despedida de Asia, un marinero ingles que te hace tirar barquitos al mar con tu deseo”. De pronto un auto nos despierta del sueño, nos gritan en ingles que nos corramos de la calle. Éramos llamativos besándonos en una cultura musulmana y china donde las exposiciones de cariño no abundan. Me agarra de la mano y entramos a un local a comprar agua y les dice “nos acabamos de comprometer, nos casamos en un mes”, las chicas aplaudían y yo me reía porque todo parecía un sueño. La alegría nos rodeaba.
Con una pasión que trascendía la racionalidad, hicimos el amor. Busque el amor durante 33 años y al final me encontré a mi misma, y me dice: “Al final de eso se trata el amor de enamorarse de uno mismo para compartir”. Su intensidad era notoria, le conté de mi búsqueda en el amor. Éramos dos libros abiertos que compartíamos capítulos que se entrelazaban. Me contó que estuvo seis meses en la selva en Latinoamérica y una noche casi lo matan. Le robaron todo en una playa en Perú después de estar tomando ayahuasca durante siete días, le pusieron un arma en la frente y le hicieron contar hasta diez, que pensara en su vida que se acababa y en esos segundos la vida le paso como una película y se planteo todos los sueños que le faltaban cumplir, y con el arma le pegaron en la cara pero no lo mataron. Lo dejaron en la playa sin nada, sintió que tenía una nueva oportunidad para vivir desde un nuevo lugar. Me volvió poderoso. Lo trágico a veces resulta oportuno. Así fue como termino viviendo en un pueblo de las FARC en Colombia sin dinero hasta poder llegar a Panamá para volver nuevamente a Londres, para seguir escribiendo capítulos de su vida. Charlamos un montón y volvimos a estar juntos, sin poder despegarnos. Tenía una pasión animal, era como un león y yo una pantera, dos fieras que se encontraban. Fue grandioso el encuentro, como su nombre. “Cuando estoy con vos me siento en una novela, estas llena de vida. Te tenes que quedar quieta, el amor te va a llegar a vos, ya no lo tenes que salir a buscar. Estas lista para el amor”, me dijo. Fue como un mensajero, alguien que me hizo recordar mi magia y también el entender que cuando algo no se da otra cosa aparecerá y que la puedo perder sino estoy abierta a verlo. El despertador empezó a sonar (lo había puesto por las dudas, porque el tiempo uno a veces se lo olvida), tenia que tomar un taxi para llegar al aeropuerto para volver a argentina. Cuando me estaba cambiando, aparece con una pluma roja que ata en mi pelo. Casi pierdo el encuentro de Grant por alguien que no vino. Era el fin del viaje y estaba cerrada al encuentro y la vida me estaba esperando con alguien maravilloso al frente de mi puerta. No me quedo ni mail ni numero de contacto. Tal vez solo fue fruto de mi imaginación de haberme quedado dormida después de haber pintado toda la noche. Pero el mensaje del sueño o de la realidad es que tuviera esperanza. El tiempo que llevara en que el barquito de papel llegara al mar desde este canal seria como el tiempo que llevara en concretar mí sueño.
FIN