María y sus historias de amor

#ColoresDeMilagros

todo encuentro casual es una cita2

(“Todo encuentro casual es una cita”)

Mi nombre es María de los Milagros, soy una mujer apasionada,  multifacética, colorida, viajera del mundo. Creo que desde que tengo uso de razón me he enamorado, hasta llegar a la conclusión que estoy enamorada del amor, en realidad de las historias de amor. Estas, son el motor de mi creatividad, son mi búsqueda y gracias a ella pude encontrarme conmigo misma.

Con los años me di cuenta que uno tiene muchas historias de amor, a veces representadas en un solo hombre y otras en muchos. Pero cada historia te deja un mensaje a tu corazón, te cura o te agrava las heridas que este porta para seguir creciendo y sobretodo conociendose a uno mismo. Uno querría que todas las historias de amor tuvieran final feliz como en los cuentos infantiles. Yo descubrí que cada historia vale por el solo hecho de vivirla, de permitirse conectarse con otro y poder vislumbrar lo que esta persona me puede enseñar, compartir o tan solo vivir.

Este enamoramiento constante ha provocado que experimente, que me deje llevar por encuentros, historias desopilantes, divertidas, de encuentros y desencuentros, de casualidades, de simplicidades y hasta de locuras inimaginadas en el mejor libro publicado hasta hoy sobre este maravilloso sentimiento humano que nos puede llevar a volar por el espacio o estrellarnos en la mas dura piedra que pudiésemos encontrar. Y cuando perdía la esperanza, cuando sentía que no valía la pena jugarse por amor siempre encontraba a alguien dispuesto a contarme su historia para que todo cobrara sentido nuevamente.

Del amor no se puede hablar sino relatar, contar situaciones reales ayuda a dilucidar esta emoción y eso es lo que voy a tratar de hacer en las líneas que siguen a continuación. Esta es mi historia, la historia de un corazón que cree en el amor.

1- UN POCO DE HISTORIA…

AMORES PLATÓNICOS:

“los que te hacen soñar, los que nunca poseerás, lo que no te dejan dormitar pero en la realidad se desvanecen sin ser, y en verdad no quieres encontrar porque te harán develar que solo es tu imaginación la creadora de ese ser del cual tomaste su exterior y le creaste su interior. Amor que no puede ser, porque nunca fue lo que creíste ver en él”

Mis padres me han contado que cuando tenía dos años ya perseguía al ahijado de mi papa por toda la casa reclamándole besos y proclamando mi amor. Se podría decir sin duda que fui una enamorada precoz.

Del primer enamoramiento que recuerdo fue mi compañerito de la mesa de jardín de infantes, Juan, tenia un pelo rizado de color de oro y parecía un príncipe sacado de los cuentos infantiles. Claro que no fui la única enamorada, compartimos el mismo sentimiento entre tres de mis compañeritas de guardapolvos a cuadritos azul y blanco. Ya desde ese momento comprendí que las mujeres siempre estamos compitiendo por el amor de un hombre y este siempre va a preferir salir a explorar la naturaleza, jugar a la guerra con sus pares o simplemente mirar si puede llegar a la luna,  que dejar insatisfecha a alguna de las mujeres que lo desean.

Después de tres años de compartir la salita de jardín de infantes sin lograr ser correspondida a pesar de haber compartido varias representaciones teatrales me cambiaron a un colegio de mujeres. Creí que era el fin del amor. Implicaría que el enamoramiento que se había mantenido constante en mi vida con solo cinco años se frenara, pero tengo que admitir que una mujer siempre encuentra un par de ojos masculinos para admirar. Los fines de semana eran mis momentos de enamoramiento y si estos no me alcanzaban encontraba en las vacaciones, en las clases de tenis, de guitarra y de cualquier actividad en la que pudiera compartir con un compañero del sexo opuesto un “objeto” para mantener mi deseo. Digo “objeto” porque en realidad en esa instancia y durante mucho tiempo no me interesaba ser correspondida sino solamente ponerle una cara a mi “príncipe” de mis fantasías. A mi héroe de mis historias románticas en las cuales yo siempre me convertía en heroína y salía victoriosa de las batallas.

Mis juegos infantiles siempre terminaban convirtiéndose en historias de amor, siempre había algún caballero escondido en un placard que venia a buscarme pero no me encontraba, o nos disfrazábamos con mis amiguitas para recibir a galanes que nos llevarían de paseo y nos darían veladas románticas. Con esos escasos años tenia un repertorio demasiado extenso de situaciones que imaginaba con todos sus detalles, las cuales seguramente se debían a mi gran devoción por la lectura. Leia todo lo que encontraba como si fuera un pac-man, comía sin dudar hojas llenas de palabras que encerraban historias, y claro- ¿cual es el tema del que más se ha escrito durantes generaciones y generaciones?- , simplemente el amor.

Realmente me convencí que el amor era simple pero este no me llegaba. Seguramente porque estaba mucho mas interesada que mi muñeca Barbie se vistiera para el desfile con una capelina bordada a mano y sus vestido de gala para que conquistara a un Kent imaginado- ya que nunca había pedido comprar a un Kent real-; que vislumbrar si podía llevar a la practica este enamoramiento persistente que residía en mi corazón.

Sin querer olvidarme de ninguno de mis depositarios de amor pase por el compañerito del primer día de mi clase de ingles, el hermano de mi amiguita de juegos en el árbol que tenia una campera roja y gris, el chico que venia en el auto cuando me llevaban a tenis, un mellizo de las vacaciones de verano en la playa, el amigo rugbyer del hermano de mi amiguita de colegio. En general eran chicos con los cuales nunca cruce más que cinco palabras contemplando Hola y Chau entre esas cinco. En realidad eran solo la imagen de mi verdad, como si fueran una foto que cobraba vida en mi fantasía y podían danzar conmigo hasta que desaparecieran las zapatillas de cristal, acompañarme en la aventura de llegar al centro de la tierra o simplemente darme una serenata al oído; cobraban vida cuando no se encontraran presentes.