“Infancia”
Había una vez, una niña soñadora, si soñadora como bien lo escucháis. Soñaba viajar por el mundo entero como lo habría hecho Marco Polo, descubriendo especies y lugares desconocidos. Soñaba con ayudar al mundo, que la gente pudiera ser feliz. Si, así como escucháis, feliz, palabra que tal vez con su corta edad no sabría bien el significado pero que desde chica utilizaba cuidando a sus muñecas a la noche del frió dentro de su reducida cama. Muchas veces terminaba en el piso por darles lugar a ellas, sus hijas. Su padre muchas veces la encontraba tirada en el suelo y sacaba todas esas muñecas y muñecos, con brazos completos o perdidos, con ojos con pestañas o con algunos faltantes, todos ocupaban el mismo lugar, no hacia diferencia a la hora de acostarlos dentro de su confortante cama. Así como su padre volvía a acostarla sin sus muñecos, ella ni bien su padre se retiraba llenaba la cama de sus hijitos de nuevo; aunque ello le significara un reducido lugar para seguir soñando.
Soñaba con poder viajar a la luna y conocer otras galaxias, se imaginaba como serian esos mundos desconocidos, tal vez los árboles colgarían zanahorias y tomates y las flores se transformarían en frutas dulces listas para ser comidas así nunca nadie se moriría de hambre. Soñaba tal vez con mundos utópicos que con esa edad no podía definirlos como tales pero que podía describirlos a la perfección.
Soñaba con baúles escondidos en el techo de su casa que la llevarían al pasado; como en una maquina del tiempo podría volver a tiempos donde se usaban miriñaques y las mujeres no podían usar pantalones. Diarios escritos con letra escarlata y plumas de ave relataban historias perdidas de piratas y princesas atrapadas en torres insalvables. Soñaba con poder vestirse con joyas y vestidos color del tiempo como su cuento preferido “Piel de asno” y asistir a bailes de gala, danzar hasta que las zapatillas de baile se hubieran destrozado y a la medianoche ser rescatada por algún valiente caballero en caballo blanco.
Sus sueños se fundamentaban en su pasión por la lectura. Mientras su hermana Paula salía a hacer amistades con todo el barrio que la rodeaba y a veces no le alcanzaba y se extendía a otros vecindarios. Milagros se quedaba encerrada en su casa leyendo sin parar los cuentos colocados en la gran biblioteca de la casa que nadie reclamaba. Los cuentos se terminaron y continuo con la enciclopedia “Lo se todo”. Así comenzó a descubrir los porque de las cosas que existían pero que alguna vez no habían estado, desde la electricidad a la penicilina, pasando por la seda hasta los grandes imperios como se habían forjado. En realidad, la mayoría de las veces eran acontecimientos basado en la casualidad que de casualidad se le habrían dado importancia. De esta forma, la mayoría de los inventos, de los descubrimientos surgían de almas que no se conformaban con lo que existía sino que trataban de buscarle otro significado, seguían buscando. No siempre encontraban lo que pensaban pero siempre terminaban contribuyendo en la historia con algo. El “lo se todo” se termino y siguió la “Pinoteca de los genios”. Libros que hablaban sobre los grandes pintores que habían sido grandes colaboradores en retratar la historia de antes, la época. Las imágenes del pasado se basan en esos retratos, en la captación subjetiva o no de ese hombre, de ese pintor que solo realizaba un oficio en ese momento de la historia y que gracias a él, a ese insignificante individuo en ese momento, podemos contar como era el pasado. Los libros se iban terminando, pero Milagros seguía buscando sus próximos descubrimientos. Llego a empezar a leer el diccionario de la Academia Española para entender el significado de todas las palabras. Nada la conformaba en su devoción por la lectura, en su búsqueda por nuevas explicaciones al mundo que la rodeaba aunque con sus escasos ocho años no tendría que encontrarle significado, tan solo tendría que disfrutarlo. Su biblioteca no le alcanzo. A cada casa de sus amiguitas que era invitada, Milagros se dirigía inmediatamente a la biblioteca para descubrir nuevas lecturas desconocidas para ella. Así pasaba las noches leyendo en estas casas desconocidas sin importarle el cansancio o la necesidad del sueño, solo le importaba disfrutar la posibilidad de conocer algo más. Así fue como las mamas de sus amiguitas le preparaban una fila de libros interminables al lado de la cama que en general siempre terminaba. Con sus pies descalzos y tratando de hacer el menor ruido posible se levantaba a buscar la biblioteca para agarrar nuevos libros. Así esos libros que tal vez nunca habían sido abiertos todavía eran absorbidos por ella. Podía sentir los años de esos libros por la forma de la tapa, el color amarillento o no de las hojas, las marcas o no que estos tuvieran.
A veces el día no le alcanzaba para terminar con sus lecturas, pero como su madre religiosamente apagaba la luz a las diez de la noche encontró nuevas formas para poder continuar leyendo. Como primera medida, esperaba en silencio que los minutos y segundos pasaran hasta que sentía que sus padres ya se habían acostado y se iba a la cocina a continuar con sus lecturas. Durante un tiempo, llevo a cabo estas escapadas a la cocina, pero como muchas veces pasaba frió por encontrarse descalza y en camisón, pensó que tendría que encontrar otra solución. Descubrió que su madre guardaba una linterna en caso de cortes de luz arriba de un armario en el living y decidió que era la mejor alternativa para permanecer en la cama leyendo sin pasar frió ni ser descubierta. Así fue como todas las noches luego de que su madre apagara la luz, Milagros se levantaba en silencio y se dirigía al living, tomaba una silla que la elevaría para poder alcanzar la preciada linterna. A partir de ese descubrimiento, los días nunca terminaban, las noches seguían siendo momentos para viajar despierta a nuevos lugares.
Nada la saciaba en su lectura, nada le parecía suficiente, tantas cosas para conocer había que no quería perderse ningún detalle. Cada lectura la transportaba a un nuevo lugar, a un nuevo mundo, viajaba con Carlomagno, disfrutaba de las recepciones de la corte de los Reyes de España, se perdía entre maizales y molinos de Holanda. A veces hasta podía imaginarse comiendo esos grandes banquetes de las cortes que eran casi imposibles de repetir o ver en la realidad. A Milagros la realidad de alguna forma no le bastaba y la completaba con sus lecturas. Muchas veces la mama la encontraba mirando el globo terráqueo y le preguntaba que estaba haciendo. Ella la miraba y le decía “estoy viajando, algún día voy a recorrer estas tierras, algún día voy a conocer lugares tan distantes de casa, algún día viajare en barco, avión, llevare grandes maletas o baúles…”; y así ya se internaba en alguna época de la historia y de alguna forma viajaba. La mama la miraba y le decía, no es tan fácil viajar a esos lugares, se necesita mucha plata. Lo único que Milagros no entendía y de alguna forma no le interesaba era eso, el dinero, no pensaba en eso solo en poder cumplir algún día sus sueños.
Milagros creció y su mundo que alguna vez le pareció una calabaza gigante que sería transformada por un hada madrina en algún castillo o carruaje también se convirtió. Cada día que iba pasando, regalos del cielo le iban siendo otorgados, pudiendo de alguna forma ver lo que alguna vez leyó, lo que se imagino en esos cuentos de niña, en esas lecturas inocentes infantiles. Cada sueño que ella tuvo se transformo en una oportunidad, en un viaje no solo a un lugar físico sino a un lugar mágico que aun puede ser mucho más difícil de llegar su propio mundo interior, su propia alma.