Por: Fernanda Jara
Te cuento la historia: un tigre que “trabajaba” en un circo era obligado a hacer cosas no propias de su especie y fuera de su hábitat, intentó librarse del maltrato (todos sabemos que para que los animales de los circos hagan esas cosas son salvajemente golpeados por quienes se autocalifican “domadores” luego de haber sido víctimas de una captura).
Imaginate vos, en el lugar de ese animal al que acusan de atacar cuando es quien siempre sufre ataques, cuando es obligado a hacer de payaso bajo una de las más feroces formas de maltrato e inexplicable manera de diversión a la que se pliegan aún millones de personas.
¿Ataque o defensa? Personalmente, veo que se defiende de la misma manera en la que yo me defendería de un captor, de un esclavista, de un golpeador. Ponete un minuto en el cuerpo de ese tigre, ¿qué harías con ese domador? (Antes de que el debate a favor del verdadero agresor se imponga, aclaro: el tigre se defiende como sabe hacerlo y si en esa esencia de defensa la persona sale herida no es su culpa. Tiene garras y fuertes dientes, y eso el domador lo sabe).
Yo quiero verlos así, ¡LIBRES!