Por: Julieta Botto
Pocas, poquísimas veces se nos presenta la oportunidad de conocer el detrás de escena de un libro, lo que se cocina en una editorial. Hoy es una de esas veces…
La noble, dedicada y artesanal (muchas veces) tarea del editor suele ser invisible para el lector (aunque sea su mayor responsable, o casi), a excepción de para aquellas personas que, como el Principito, saben que lo esencial es invisible a los ojos… (o son curiosas al extremo). Como yo soy del segundo tipo y, ahora, tengo la posibilidad de preguntar, de indagar y curiosear, me di el gusto de entrevistar, en este caso, a una editora de libros infantiles.
Clara Huffmann, editora de Pípala –cuyos libros, sin ser objetiva, lo reconozco, adoro profundamente tanto por su factura tan delicada como por su alto valor literario– fue la primera en sumarse a esta locura mía; lo que no es extraño, ya que siempre está predispuesta y con una sonrisa. Aquí está la entrevista que le hice (cuyas respuestas, de su parte, fueron deliciosas) y que espero que disfruten tanto como yo.
#CuentosInfantiles: ¿Ser editor@ LIJ se hace o se nace?
Clara Huffmann: Creo que no se nace nada, pero sin lugar a dudas hay fuertes influencias familiares… Desde muy chica tuve un contacto directo con el mundo de los libros y su producción: desde El Ateneo (gran orgullo: editorial y librería creada por mi bisabuelo materno), donde trabajó mi madre por muchos años (a veces me dejaba acompañarla y tengo recuerdos muy sensoriales de esa oficina: todavía no existían las computadoras y era todo muy artesanal. Los ruidos de máquinas de escribir, el olor a tinta fresca –todo muy romántico–) hasta Adriana Hidalgo editora, creada por mi madre a partir de la venta de El Ateneo. Es decir: durante toda mi niñez y adolescencia, los libros, las librerías, los títulos y los autores eran un mundo familiar y natural. Tal vez justamente por eso me fui lejos de la literatura (pero no tanto), a estudiar ciencias sociales a los 18 años (estaba segura de que quería ser investigadora del CONICET): supongo que a esa edad uno necesita tomar distancia de ese mundo tan familiar, conocer nuevos espacios, nuevos mundos. Para mí la carrera de Sociología representaba eso: el descubrimiento de un nuevo mundo posible. Pero como pasa con casi todas las carreras universitarias, me desencantó, y a medida que me acercaba a los últimos años de cursada, empecé a trabajar por horas en la editorial. Y como era de prever (y a quién no le hubiera pasado, me pregunto), me fui viendo seducida por el vaivén de los libros en producción. Y al cabo de unos años, cuando ya había terminado la licenciatura y era claro que no quería seguir una carrera académica, armé el proyecto de Pípala. Adriana Hidalgo editora tenía 9 años y nos pareció que cumplir los 10 (en agosto de 2009) con el lanzamiento de una colección infantil era simbólicamente muy poderoso. El rol de editora fue natural, pero por supuesto fui aprendiendo muchísimo en el camino. Sabía lo que quería, pero tuve que ir aprendiendo los mecanismos de la producción y del negocio experimentándolos.
#CI: ¿Qué te inspira a la hora de elegir los proyectos y cómo encarás el trabajo? ¿te facilita o te complica que vivas en el interior?
C. H.: Me inspiran los proyectos en sí mismos: cada uno de los que elijo tiene algo que me entusiasma y me despierta algo (una emoción, un pensamiento, nuevas ideas, etc.). Es fácil la elección porque busco eso: textos o imágenes poderosas, que muevan algo interno, que cuestionen, que se salgan de las normas. Dependiendo del proyecto, el trabajo se encara de distintos modos: si llega a mis manos un texto interesante, primero veo la apertura del autor para trabajar/conversar/desarrollarlo/etc. (lo que aplique). Para mí es fundamental que un autor no sienta que le estoy «cambiando» o «metiendo mano» en su obra. Mi forma de verlo es esta: un libro es un trabajo entre varios. La materia prima sí sale del autor (y cuando digo autor me refiero a un escritor o ilustrador), pero siempre es igual: empezamos a trabajar el texto, después trabajamos con un ilustrador (si el escritor no es ilustrador) y, a través de la imagen, seguimos trabajando el texto. Y así vamos desarrollando una idea de a tres (a veces de a dos, y a veces somos más). Porque el libro no es obra de una sola persona, no es una idea estática: es un trabajo conjunto y dinámico –pasa por los ojos y manos de varios, vamos construyendo una historia entre todos–. Y lo más lindo es cuando (le) aparecen nuevas aristas a esas historias, cuando se profundizan y toman nuevos significados. En ese momento, el libro adquiere un cuerpo mucho más contundente.
Cuando los libros son de editoriales extranjeras, el proceso es más sencillo: se selecciona un libro ya cerrado y se trabaja con el traductor. También es un lindo trabajo, de otro tipo, más volcado a la sutileza del lenguaje.
Vivir en Chubut complejiza un poco el trabajo por las distancias: siempre que trabajo con autores e ilustradores me gusta tener reuniones cara a cara para ver los avances y para tener esas conversaciones que van «amasando» el proyecto. De cualquier modo, cuando vivía en Buenos Aires tuve la oportunidad de trabajar con Guridi dos veces (vive en España) y no hubo problema. Ese trabajo sentó las bases para demostrarme a mi misma que podía hacer este trabajo desde cualquier lado (siempre y cuando tuviera una digna conexión a internet).
Hoy, por ejemplo, estamos desarrollando un libro con un autor tandilense y una ilustradora porteña. El proceso va bien y todavía casi no nos conocemos las caras. Los elementos fundamentales son la comunicación y la predisposición para que las cosas cambien y sean distintas a cómo las imaginamos/proyectamos en un principio.
#CI: ¿Qué es lo más te divierte de ser editora de LIJ? ¿y lo que menos?
C. H.: De las cosas que más me gustan, estar en permanente contacto con hermosos libros, maravillosas historias e ilustradores talentosísimos. Es alimento permanente para esa parte de mí que vive en el país de nunca jamás.
Lo que menos me gusta es negociar, la parte contractual.
Y también decir que no: me cuesta muchísimo dar una negativa cuando me acercan un proyecto: sé que detrás de cada cuento o de cada portfolio o proyecto hay mucho esfuerzo y tiempo. Y no me gusta sentirme jueza de nadie: simplemente selecciono lo que es acorde con lo que publicamos en Pípala… que además son muy pocos libros por año.
#CI: ¿Qué cualidades creés que debe tener un editor@ de LIJ? ¿y cuál creés que más se destaca en vos?
C. H.: Mmmm, pregunta difícil. Supongo que uno tiene que preservar la capacidad de sorprenderse y maravillarse. Creo que un buen editor de LIJ no tiene que ser paternalista (o maternalista) con los niños a través de los libros que elige para publicar. Y en línea con esto último, creo que un editor de LIJ tiene que ser consciente de que su trabajo tiene la gran responsabilidad de generar nuevos lectores. Pero no me refiero a lectores en términos comerciales, sino a lectores en su sentido más rico: mentes más libres, creativas y desafiantes.
Intento estar atenta y mantener todas estas cualidades bien vivas.
#CI: ¿Qué autor infantil actual o de todos los tiempos es tu preferido o imprescindible?
C. H.:¡Más difícil que la anterior! No quiero caer en lugares comunes o políticamente correctos… más bien prefiero contarte sobre autores que me encontré en el último tiempo y me deslumbraron: Paul Biegel, Frank Tashlin, Leonora Carrington. Actuales: admiro profundamente a Liliana Bodoc, como persona y escritora. Su Saga de los confines es apasionante e impecable.
Y guardo en mi corazón varios libros que leí de chica y todavía recuerdo: Momo (de Michael Ende), las historias de Meg y Mog (de Helen Nicoll y Jan Pienkowski), Socorro (de Elsa Bornemann).
(«Estos son los autores y libros que me vinieron a la mente en este momento. Debe haber muchos que olvido ahora y me voy a arrepentir de no haber nombrado», confiesa.)
#CI: ¿Qué cuento clásico te hubiera gustado publicar? ¿y autor? ¿por qué?
C. H.: Hace poco Arnaldo Calveyra me dijo que tendría que publicar Pinocho o El libro de la selva… No suelo elegir clásicos porque ya están publicados (y como publicamos pocos libros por año, prefiero dar lugar a otras historias), pero en una de esas…
Y si me permitís considerar clásicos a Las aventuras del pequeño Nicolás (Goscinny y Sempé) y las historietas de Tintín (Hergé), me hubiera encantado publicarlos.
#CI: ¿Qué libro, en general o de tu sello, recomendarías a los padres?
C. H.: Recomendaría: The bear that wasn´t de Frank Tashlin (creo que está traducido al castellano). De Pípala recomiendo Romeo nunca está contento y La casa de los cubos, depende del humor de los padres.
#CI: ¿Hay libros para chicos y para adultos? Si pensás que sí, ¿dónde creés que radica la diferencia? Y si no, ¿por qué?
C. H.: Más o menos. Creo que hay libros que se hacen pensando en niños, pero que quizás no lo son (es más, en algunos casos no son para nadie, porque son libros escritos por adultos que creen escribir para chicos). También hay libros pedagógicos que apuntan, obviamente, a «enseñarle» a los chicos: a contar, a identificar los colores, los animales de la granja, a entender la muerte o el divorcio de los padres o hasta el nacimiento de un hermano.
Y también hay libros para todas las edades. Yo creo que esos son los verdaderos libros para chicos, los que no tienen edad. La delimitación la ponemos los adultos y, generalmente, no tiene demasiado sentido. Los adultos tenemos tabúes, tenemos miedos, tenemos prejuicios –y todo eso se lo vamos pasando de a poquito a nuestros hijos, sobrinos, nietos, que vienen sin tanta carga–. Los chicos pueden deslumbrarse con libros que ni imaginamos. No hay que crear tantos límites, sino borrarlos: los libros son para el que los quiera leer. En un mismo libro puede haber distintos elementos de interés, que convoquen a muchas personas de distintas edades con diversos intereses.
De cualquier forma, claro que creo que hay libros que son para adultos y no para chicos, por una cuestión de dificultad e interés.
#CI: ¿Soñás con publicar a alguien –autor o ilustrador– que aún no lo hayas hecho?
C. H.: Me ha pasado de ver un libro en otro idioma y tener muchísimas ganas de traducirlo para Pípala y que me dijeran que otra editorial de habla castellana ya lo había contratado. Pero lo que más me gusta es publicar a aquellos que nunca fueron publicados y tienen mucho por decir o mostrar. Creo que el valor de un editor está ahí: en jugarse por el autor/ilustrador desconocido.
Hay muchos autores e ilustradores que admiro muchísimo, pero que ya tienen su sello editorial, y está bien que así sea.
#CI: ¿Creés que hay un techo en la vida de un editor? ¿por qué?
C. H.: No lo creo: uno trabaja con libros, pero son siempre diferentes trabajos, porque el desafío que presenta cada uno es distinto del anterior. Las historias cambian, la estética cambia… En cada proyecto de libro hay un desafío nuevo y el trabajo en sí mismo se renueva cada vez.
#CI: ¿A qué responde el nombre de tu editorial?
C. H.: Aprovecho para hacer una importante aclaración: aunque a veces se confunde, Pípala no es una editorial, sino una colección de libros dentro de Adriana Hidalgo editora. Pípala es una palabra con linda sonoridad, lúdica. Y la saqué de un comic sobre la vida de Buda (escrito e ilustrado por el japonés Osamu Tezuka) que estaba leyendo en el momento que Pípala necesitaba un nombre. El libro de Tezuka tiene como 5 o 6 tomos y yo iba por la parte en que Buda se ilumina debajo de un árbol. El libro estaba en inglés y decía que el árbol era un pipalla tree. Años más tarde me enteré que en Oriente es un árbol muy normal (algo así como un ficus), pero no le quitemos más romanticismo y dejémoslo ahí.
#CI: ¿Es una decisión editorial o solo responde a un gusto personal que tus libros tengan una estética fácilmente reconocible que ya es identidad de marca?
C. H.: Las dos cosas, pero sobre todo una decisión editorial. Porque gustarme, me gustan muchísimos libros que no publicamos. Pero, sin lugar a dudas, me encanta la estética que se identifica con Pípala.
#CI: ¿Los proyectos los buscás o te llegan?
C. H.: Las dos cosas: me llegan muchos mails con muchos proyectos o portfolios. Trato de mirar absolutamente todo. También trato de reunirme con ilustradores para que me muestren sus proyectos. Trato de leer todos los textos que me mandan. Pero también, cuando hay algún autor que conozco y me gusta, pido cuentos. Y si hay algún ilustrador que me muestra una imagen interesante, pido desarrollo. Realmente es un lindo trabajo porque, potencialmente, está lleno de bellos proyectos. Y a lo largo de estos cinco años me he ido cruzando con autores e ilustradores muy abiertos, motivados y amorosos con los que hemos desarrollado, creo, un catálogo con mucha personalidad.
#CI: ¿Qué opinión te merecen las editoriales de autor? ¿Creés que es algo ajeno al mercado de los libros de LIJ?
C. H.: Creo que muchas veces los autores no encuentran una editorial que los publique y deciden autopublicarse: no creo que eso sea necesariamente malo, pero generalmente falta la mirada del editor, que suele ser muy distinta a la del creador de un proyecto. También creo que a las editoriales de autor les falta la credibilidad. Es decir: no se publican obras por ser buenas, sino porque el autor paga para que se publiquen. Entonces, más allá de que esa obra pueda ser buena, un lector no tiene garantía de que así sea. El trabajo de las editoriales es ese: crear un perfil determinado, que un lector pueda confiar en la calidad de los libros de ese sello.
No sé si es ajeno a la LIJ… supongo que no debe serlo, porque hay mucho material de literatura infantil y juvenil, pero no lo sé.
#CI: ¿Pensás que los padres invierten en libros para sus hijos? Si sí, ¿qué libros pensás que les compran?
C. H.: Sí, creo que los libros son algo que los padres todavía valoran (aunque muchas veces ellos no tengan el hábito de leer) y a lo que todavía están dispuestos a invertir.
Creo que sería demasiada generalización decir qué compran… supongo que eso depende mucho de cada padre y de cada hijo.
#CI: ¿Cómo ves el mercado de la LIJ desde que sos editora? ¿Creció, se mantuvo o mermó?
C. H.: Creo que está creciendo: la literatura infantil y juvenil se ha convertido en un género de importancia (a nivel económico y a nivel literario). Esto se ve en el surgimiento de nuevas editoriales de libros para chicos o colecciones de libros infantiles. En el último tiempo se ha sacado el libro infantil del lugar acotado al que estaba sujeto: hoy hay más lugar para la experimentación y no hay temáticas que no se puedan tocar en un libro infantil.
#CI: ¿Se es editor@ para toda la vida?
C. H.: Creo que sí, pero nunca se sabe…
#CI: ¿Te dedicarías la edición/publicación de libros que no fueran de LIJ?
C. H.: Me divierte más la literatura infantil y juvenil (que, como comentaba antes, creo que incluye también a los adultos), pero sí, podría publicar libros que no sean de LIJ. Pero antes que eso, me gustaría tener una librería y dedicarme a vender los libros que me gustan.
Gracias, Clara, por la apertura y calidez para compartir tu experiencia, lo que confirma el amor y la pasión que ponés en cada proyecto y que se refleja en la belleza de los libros.