Podríamos empezar a dar vueltas para definir qué es ego, ir al diccionario de la Real Academia Española (RAE), buscar la etimología y precisar con mayor exactitud el concepto.
Pero siempre será difuso y tendrá cierto carácter individual, que es el dotado por cada uno, que hace muy bien en precisarlo en última instancia. Porque cada palabra además de tener una concepción colectiva, tiene una concepción individual, marcada por las vivencias, la propia comprensión y hasta por los caprichos.
Por eso convengamos entonces que podríamos decir que el ego es la imagen que alguien quiere dar de su persona. Y que en muchos casos no concuerda con lo que la persona en esencia es.
Auténticamente es.
¿Por ejemplo?
Digamos que alguien quiere construir una imagen como poderoso o adinerado. O exitoso. Entonces se esmera por representar esa imagen como fuera. Ejerce los comportamientos que se alinean con esos conceptos y también procura recurrir a las palabras para que lo ayuden a ascender a ese lugar, que muchas veces no es el que le corresponde.
Es ahí, en ese punto, donde está el problema.
El problema de querer demostrar lo que uno no es.
Cuando alguien está enajenado de ese conflicto, vive con tranquilidad y puede reposar en el beneficio que le aporta su autenticidad.
No necesita hacer creer que es alguien que no es.
Para eso creo que es esencial asumir nuestras limitaciones y construir cierta seguridad personal. Pensando por ejemplo, que siempre hay otro que nos supera en cualquiera de los rasgos que podamos tener.
Y alegrándonos por eso.
Porque el mundo se enriquece gracias a quienes están más evolucionados en las áreas que fueran. Y son ellos quienes, poniendo en práctica sus rasgos, consecuentemente facilitan que nosotros nos despleguemos con mayor facilidad.
Por supuesto cada uno elige y sabrá qué dimensión le da a su ego. Todos disfrutamos del aplauso o el reconocimiento. Pero quedar entrampado en la mirada del otro, o esmerarnos en sostener alguien que no somos, no parecería ser una decisión saludable.
Por eso vivir sin ego tiene sus grandes ventajas. Sobre todo la que nos evade de sobrellevar pantomimas innecesarias, que son ajenas a nuestra persona.
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