“Con la cultura también se come”

#FábricaDeLaCultura

Era el primer reencuentro de los egresados clase ’99. Muchos se reconocieron al instante. Otros no, porque habían cambiado mucho.

Una vez que estaban todos sentados, comenzaron las charlas para “romper el hielo”. “-¿Qué estás haciendo de tu vida, Maxi?”; “-Soy policía, como mi viejo”; “-Ah, claro! Yo me recibí de contadora y estoy en un estudio, ¿vos, Mariana?”; “-Soy pianista”; “-Copado, ¿y de qué trabajás?”.

Las industrias culturales continúan siendo más bien “culturales” antes que “industrias”, al menos en el imaginario popular. Hacer música, escribir o pintar es considerado un ocio. Pero lo cierto es que, a nivel macroeconómico, aporta un 4% del Producto Interno Bruto (PIB) –esto es: el doble que la minería y la mitad de la construcción, el sector más fuerte.

Los porcentajes se obtienen del Sistema de Información Cultural de la Argentina (Sinca) –conocido también como el “Indec Cultural”. Desde hace cuatro años, los expertos se reúnen todos los diciembres para actualizar números y que por su buen rendimiento se convirtió en un modelo a seguir por el bloque iberoamericano.

Dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación, el Sinca se compone tres proyectos de relevamiento. El primero es un compendio de todas las estadísticas culturales que realizan otros; por lo que ahí se comporta como fuente secundaria. Todo ese material está disponible en una web.

Junto con ello, también, se presenta la cartografía como segundo eje. ¿De qué se trata? es -ni más ni menos- que un mapa cultural de la Argentina. A nivel provincial y de ciudades se co-referencian estos puntos; así se puede ver dónde hay más bibliotecas, cines, teatros, etc.

La tercera, y última pata, es un trabajo donde el Sinca es fuente primaria: mantiene la cuenta satélite cultura en el Indec. El objetivo principal es medir el PIB Cultural, que es la incidencia de toda la producción cultural en el conjunto de la economía argentina. Por ejemplo, se toma en el papel para revistas y libros, junto a cintas de grabación, reproductores de música y audiovisual.

En relación a ello, destacan que el caso de la música es, de todos, el más complejo porque ha sido el que más ha sufrido el embate de las nuevas tecnologías. Esto es: mientras que crece la descarga de mp3 para cargar en reproductores y celulares, más crece, por otra parte, la venta de libros papel. Ello habla de una adaptación de los smartphone y tablets más vinculados a un sector que al otro, pero que seguirá siendo monitoreado para ver cómo avanza.

“Los distintos servicios que ofrecen las industrias culturales convergen en una pantalla, ya sea de computadora o de un teléfono celular. Eso es tremendamente revolucionario”, apuntó la titular del Sinca, Natalia Calcagno.
Explicó, entonces, que “se está cambiando la cultura desde el principio al final; no se sabe qué forma va tomar porque va muy rápido y todavía no terminó”.

Los procesadores de texto, sus correctores; los programas de grabación y edición de audio; más las redes sociales y los blogs dan a luz nuevos creadores. Todos podemos filmar un video con nuestra canción y subirlo a YouTube, por ejemplo.

“La circulación, comercialización, el marketing y el consumo están cambiando muchísimo. Tenemos que empezar a pensar que la cultura digital no implica sólo velocidad y multiplicidad, es mucho más que eso: está cambiando la forma en que transmitimos”, subrayó Calcagno.

En esa línea, y respecto del caso puntual de los discos, explicó la funcionaria que “el esquema fonográfico tradicional no está más: está tendiendo a desaparecer. Y el recital en vivo se convierte en la vedette de recaudación tanto para la banda grande y las bandas más chicas. Ahora hacen el disco para promocionar el recital, antes era al revés”.