Hasta el más budista zen de los gamers se ha encontrado al menos una vez con un juego tan injustamente difícil que seguramente lo llevo a evaluar el tirar el control de la consola por la ventana o directamente matar a todos los que lo rodeaban, sin motivo aparente.
Los culpables de estos impulsos homicidas son generalmente los denominados “jefes” de un juego (o sea, aquellos personajes que custodian la entrada al próximo nivel y que, como es de esperarse, no nos dejarán pasar sin antes hacernos la vida imposible. Así mismo, entre los “jefes”, quien más se destaca es el último, que nos separa de la meta y, por ende, de completar el juego. Continuar leyendo