Niños atrapados en la irresponsabilidad adulta

En el amor hay conflictos, siempre. Y ni hablar cuando hablamos del amor de pareja. Es lo más lindo de la vida, sí, pero allí donde se desatan pasiones, donde hay sexualidad directa, en donde hay proyectos, siempre va a haber dificultades; es inherente al ser humano. La unión de dos personas es el ensamble de dos historias, de dos tribus, con códigos diferentes, con valores y formas disímiles. Las tensiones aparecen. Pero casualmente, en ir superando esas tensiones y conflictos del amor, es que vamos aprendiendo a amar, comprendiendo que no es algo ideal todo ese mundo. Pero más allá de esto que digo, hay amores que son destructivos, enfermos, que se sostienen sólo en la complementariedad de lo peor de cada uno de los sujetos que integran esa pareja: vínculos que están “vivos” sólo por estar vibrando en el conflicto, en la  agresión y descalificación, en las idas y  vueltas… “Y bueno, cada uno hace lo que puede”, dicen por ahí. Es cierto, pero cuando hay hijos…

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Los hijos y su la infancia olvidada

¿Qué recuerdan ustedes de cuando tenían un año,  seis meses, dos años? Seguramente poco y nada ¿Es curioso no? Porque, justamente, es en esa época de nuestra existencia en donde se construye  gran parte  de lo que somos; es allí en donde se producen  las primeras impresiones y experiencias que va a dar como resultado todo lo que después va a ser la base de lo que llamamos “personalidad”. Lo cierto es que un día “aparecemos” (como por arte de magia) en este mundo;  y comenzamos a transitar  las primeras experiencias de satisfacción, de alegría, de dolor, de angustia, y  se van consolidando las matrices fundamentales de todo el enorme abanico de sentimientos,  emociones y estados de ánimo que experimentamos los seres humanos durante toda la vida.  Y bueno, allí empezamos a construir el vínculo con nuestros padres;  que se construye si, como cualquier otro. El niño va adoptando a esos padres y viceversa. Si bien es cierto que un niño está  quizá desde mucho antes  en el deseo y fantasías  de sus  padres (esa es nuestra pre-existencia),  lo central es que nacemos  y empezamos a dejar atrás nuestra prehistoria para meternos de lleno en una historia tangible, de cuerpos digamos, intenso como pocos, como lo es el del cachorro humano con sus progenitores.

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