El amor existe, y se impone al odio y la crueldad de los seres humanos: el mundo sería un lugar siniestro sin esa fuerza que neutraliza lo peor de nosotros; pues así como tenemos la capacidad de amar, también podemos ser crueles, odiar, destruir. El mundo, y todo lo que ocurre en él, es una lucha permanente entre esas dos fuerzas; de cómo se equilibren entre sí, y de quien tome la delantera, está el destino de la humanidad y de cada uno de nosotros. Pues la fuerza del odio es muy grande: emerge fácil, de manera explosiva o planificada, y opaca todo el brillo de la vida. La historia de la humanidad y las noticias que escuchamos cada día lo demuestran.
Hago esta breve intro para hablar del amor de pareja, ustedes se preguntaran qué tiene que ver. Bueno, creo que es desde ahí, y desde lo que cada quien logre construir en ese plano, que arranca la resistencia a todo eso negativo que describíamos antes. Considero que el blindaje ante ciertas cosas espantosas que pasan, se construye apostando a estar “es estado de amor”, que es simplemente, estar y trabajar para él. No es una cosa hippie o espiritual lo que planteo, solo digo que es en esa dimensión donde tenemos que trabajar y pulir lo que somos, estar atentos a eso. Porque cuando amamos, cuando alguien nos ama, un destrato, una desatención, un maltrato, duele, angustia. A uno, al otro. Porque lo que uno observa es que es casualmente en el mundo del amor, en donde paradójicamente, muchas veces la gente se “autoriza” a sacar lo peor de sí. El vínculo ya está armado, va en piloto automático digamos, puede haber hijos, grandes proyectos o no, y es allí en donde (esas fuerzas destructivas de las que hablábamos antes) se empiezan a abrir camino y a degradar la vida amorosa.