En principio les cuento que hablar de locura no es algo ofensivo; de hecho, gran parte de ellos considera que llamarlos “psicóticos” es más estigmatizante que decirles locos. Por otro lado, les digo que estas líneas no pretenden ser algo formal o científico, es sólo un intento de explicar lo más simplemente posible un fenómeno muy complejo -acaso misterioso e incomprensible - como es el de la locura. Hay miles de formas de describir este estado tan particular de la mente humana y yo sólo tomo un modelo, una forma medio inventada para aportar claridad.
Hay muchos tipos de psicosis: las paranoides, la esquizofrenia y decenas de cuadros mixtos, de rarezas y estados de locura que no son psicóticos en el sentido estricto del término. Digo: una persona, por intoxicación de drogas o por otras causas, puede entrar en la locura y luego salir sin problema. No hablo de esos casos aquí.
Entonces, un psicótico es una persona a la cual la realidad se le vuelve tan pero tan insoportable que decide armarse otra, una realidad delirante, paralela, diferente, distorsionada. No puede soportar esta realidad. Por eso corta, rechaza la realidad y se construye otra. “Corta la bocha” (diría I. Cutzarida). El delirio es, en principio, un intento de defensa de eso que me supera, me frustra y me atormenta.