Lecturas degeneradas

#LecturasParisinas

sirenaLas sociedades podrían ser juzgadas por el modo en que están organizadas sus librerías. Recuerdo el desconcierto la primera vez que entré, a mediados de los 90, en el Barnes & Noble de Union Square de Manhattan. La clasificación de los títulos tenía poco que ver con la que yo conocía. Tal autor no estaba en “Filosofía”, sino en “Filosofía Occidental” o en “Gay & Lesbian”. Para encontrar a tal novelista había que saber que era negro, ya que estaba en la sección de afroamericanos. Estaba también la “ficción cristiana”, novelas rosas multiculturales, en fin, toda una taxonomía que recién entendería tras comprender en qué estado los “gender studies” y los “cultural studies” en general habían marcado con su jerigonza de la mercadotecnia de la industria cultural.

De regreso a Francia, agradecí volver a una organización más tradicional de las estanterías y comprendí mejor mi desagrado en Nueva York al leer sobre la cultura del resentimiento con Harold Bloom y su Canon Occidental. Pero un buen día advertí que los franceses también habían incurrido en su propia arbitrariedad: la categoría ficción tenía en todas las librerías dos subgéneros: Literatura Policial y Ciencia Ficción. Esta distinción hacía que autores como Ray Bradbury, Philipp K. Dick o Raymond Chandler viviesen una suerte de apartheid, separados de la “alta literatura”, pero también de best-sellers de ficción que no sobrevivirían a la próxima “rentrée”.

Esta degradación no era sólo geográfica, las tapas de los libros de ciencia ficción eran por lo general plateadas y con vistosos y vulgares dibujos que debían demostrar que todo ocurría en un más allá espectacular y extraño de efectos especiales. En cuanto al “polar”, también tenían sus espacios y colecciones especiales, lo que puede parecer un premio, pero en realidad eran volúmenes presentados como una literatura de género destinada al pasatiempo. Esta barrera era terrible para aquellos autores que hubieran osado incurrir puntualmente en alguno de eses géneros bastardos: en muchas ocasiones el librero desterraba los títulos anteriores y por venir a los sectores más alejados de la puerta de entrada del local. ¿A qué oficina antidiscriminación habrá que dirigirse?