El regreso del rey

#LecturasParisinas
Título: Misery. Autor: Stephen King.

Título: Misery. Autor: Stephen King.

 

Me preocupa Stephen King (ya sé, no soy nadie para preocuparme por un tipo con su talento y su éxito). Nada que ver con su último “Doctor Sueño”, que retoma “El Resplandor” décadas después con los supervivientes de la primera parte. No sé si lo voy a leer (lo tengo descargado), el tema es que  pasé muchas horas con sus novelas y sus adaptaciones, más o menos logradas, pero sobre todo creo que ya tuve mi dosis de flashbacks y niños atormentados por padres alcohólicos y golpeadores,  sin contar que mi cabeza mapeó hace rato la geografía de Maine de tanto visitarla en sus relatos. Pero además porque creo que Chuck Palhaniuk, que estuvo tan de moda que ahora está bien visto infravalorarlo, lo ha superado; en terror, en disección de la cultura pop y con una eficacia que impiden volver atrás. Después de Haunted, por ejemplo.

Pero decía que me preocupa Stephen King y es porque empezó a tuitear (@StephenKing).  Ahí está, comentado trivialidades, como yo, tal vez ideando “la primera novela tuiteada”, y eso no te va a hacer bien, Steve.

La computadora modificó la manera de escribir. Ya se dijo demasiado del tema (cómo frente a la resistencia del papel ante el lápiz o la máquina de escribir, la fluidez permitía ir demasiado rápido, o dar la sensación de que como se ve bien, está bien, etcétera).

Y también la manera de leer. Hace años vi que venerables críticos literarios confesaban que ya  no tenían energías para los mamotretos, que la concentración se hacía cada vez más difícil. Y ahí estaban Harold Bloom y George Steiner desconsolados porque sus mejores alumnos se iban a escribir guiones para series. Y eso era en la época del auge de los blogs, que visto ahora desde Twitter resulta una verborrea anacrónica.

Por ahí anda también Salman Rushdie, y no sólo haciendo las promos de sus libros, sino usando, o mejor dicho gastando una energía que antes se encausaba en textos más elaborados (ensayos, narrativa) y ahora se va todo rápido. Pasar del gran amor al quickie. Parece que de todo esto habla Jonathan Franzen.