Los hay de todos los tipos. Por un lado, están los que leen apenas el primer capitulo, para probar la prosa del autor (como si fuese un pantalón, que se prueba para verificar que se ajusta a las propias expectativas). Por otro, están los que, si el libro no es demasiado extenso, pueden pasar toda la tarde en la librería, hasta terminar la lectura. Por último, se puede mencionar a quienes si el libro es relativamente largo o leen con cierta lentitud, volverán, las veces que sean necesarias, hasta finalizar el texto.
En cualquier caso, estos lectores, apurarán el paso para ocupar cuanto antes las pocas sillas que la librería, ¿amablemente?, pone a disposición, con el fin de llevar adelante la tan ansiada lectura.
Pues, lo curioso, es que estas grandes cadenas no pondrán ningún obstáculo a los lectores de librerías. Por lo contrario, propiciarán las condiciones necesarias para esto.
¿Que transcurra el lapso permitido para cambiarlo, luego de la compra inicial? ¿O que sea leído, y que cada una de sus páginas manoseadas, irremediablemente separadas y su particular aroma absorbido?
Pero esto, a los lectores de librerías, poco les importa. Pues, lo único que ellos quieren, como la mayoría de nosotros, es leer.