El azúcar es un producto apto para el consumo humano, pero su combustión libera una serie de sustancias cancerígenas. Aun así, es uno de los aditivos más comunes de los cigarrillos: las tabacaleras lo añaden para potenciar la capacidad adictiva, tal como prueban una serie de experimentos con ratas que Philip Morris realizó en los ‘80 e intentó ocultar.