La nota de hoy tiene un doble componente, por un lado y tal como les anticipé anteriormente, aquí se puede ver un cohete closter (con varios motores de encendido simultáneo) y por otro lado una nueva historia de vida narrada impecablemente por mi muy buen amigo Jorge Bonanno.El taller es el lugar más preciado de mi casa.
Y no es casualidad. Es que mi recurrente característica de hacedor de ocurrencias me llevan a ese lugar donde casi siempre logro cristalizarlas.
La cultura del taller es algo que heredé de mi padre. Recuerdo muchos sábados trabajando juntos, armando cohetes para participar en el concurso del domingo.
Y ése era un sábado a la tarde, en que (no por casualidad) mi padre había traído un avión cohete a casa para masillar y estaba trabajando en el taller. Cuando llegué, encontré a mis dos hijos (Alan y Gastón) mirando con suma curiosidad la tarea que su abuelo realizaba y casi adoptando el rol de alumnos casuales le hacían variadas preguntas acerca de su modelo. Al verlos, guardé esa instantánea en mi retina y advertí con emoción (lo admito) que la comunión que yo tenía con mi padre en el terreno del hobby de la cohetería quizás algún día la tendría con mis hijos… pero esa fotografía me decía mucho más y no era poco: no me había dado cuenta que allí, en el taller, había tres generaciones que se estaban acercando a un punto de encuentro: el modelismo espacial.
Qué bueno…pero qué hacer para generar un lazo que uniera a todos en una tarea en común para encontrarnos?
Inmediatamente surgió en mi cabeza un idea que empezó a girar como un tornado: debería ser un cohete, importante, de buen porte, quizás con más de un motor…y qué nombre llevaría? Jedi…Jedi master, por supuesto y no era casual: en la saga de la película Star Wars los Jedi eran guerreros de cualidades especiales y los personajes centrales eran Darth Vader y Luck Skywalker, dos maestros Jedi (dos Jedi master) unidos finalmente en su condición de padre e hijo.
Así, con esta idea casi explosiva en la cabeza, se la comenté de inmediato a mi padre y la respuesta (yo ya la conocía) fue un “hagámoslo”.
Al rato, ya estábamos dibujando en papel un boceto de lo que podía ser el modelo. Mis hijos se acercaron a curiosear y les propuse participar en el proyecto ya que la idea central era que cada uno hiciera algo de ese modelo. Tanto Alan (el mayor) como Gastón ya habían hecho algunas tareas en otros modelos, lijando y pegando madera balsa.
En la semana se definió el modelo y la tarde del sábado siguiente nos encontró trabajando a los cuatro en el taller de casa. El Jedi Master se planeó como un modelo impulsado por tres potentes motores F (el motor cohete más grande de fabricación nacional) tendría un fuselaje en su primer tramo de un diámetro de 90 mm y luego de un cono reductor llevaría un diámetro de 50 mm. La idea era que sirviera de plataforma para un segundo modelo donde los 3 motores obrasen de Booster de la primera etapa para encender luego una segunda etapa de un solo motor para llegar a más altura. El largo total del modelo fue de 1,6 metros, llevando un contrapeso en la nariz para hacerlo mas estable y de paso simular el peso de una futura carga útil.
El encendido múltiple de los 3 motores lo llevaríamos a cabo con inflamadores pirotécnicos encendidos eléctricamente (una tarea delicada ya que el no encendido de uno de ellos, complicaría desde ya el vuelo).
Después de un mes de trabajo, el modelo quedó listo para el lanzamiento. Chequeamos mediante cálculo su estabilidad, pero mi padre tomó un hilo, hizo un lazo y suspendió el modelo por su centro de gravedad, calculó a “ojo” el centro de presión y arriesgó: “tiene que volar” …habilidad de los Jedi Master… qué sino?
Y el día llegó.
Fue el 7 de Octubre de 2006, en un certamen de modelismo espacial donde el grupo de Condor tec celebraba un año más de vida en el mes aniversario que desde su fundación dieron en llamar “Cielo de Octubre”.
Con mi padre, preparamos el modelo y una vez listo y ante la presencia de mucha gente que estaba participando en el concurso, fuimos con mis hijos a llevarlo a la rampa de lanzamiento. Le encomendamos a Gastón el honor de apretar el botón rojo que encendiera los poderosos motores F.
El jefe de la prueba, luego de hacer un breve comentario acerca del modelo y de quienes lo habían construido finalmente sentenció:
- Cuatro, tres, dos, uno… Cero!
Gastón apretó ese botón rojo con fuerza, quizás con la intención de sumar algunos kilos de empuje al cohete. Los tres motores encendieron en forma simultánea e impecable. El modelo trepó hacia el cielo con ruido y humo, subiendo un proyecto que tenía la mano de tres generaciones en cada centímetro cuadrado de su estructura…
Al llegar al apogeo, quedamos un instante sin aliento, a la espera que se desplegara el paracaídas para asegurar un descenso seguro a tierra y luego de unas fracciones de segundo, que se hicieron horas, vimos como el paracaídas de color negro se inflaba y el Jedi Master descendía muy lentamente, como en una película.
Con mi hijo Alan fuimos al rescate y lo encontramos a varios cientos de metros de la rampa de lanzamiento. Lo tomamos y regresamos al campo de vuelo, en el camino de regreso encontramos a mi padre y a Gastón que venían siguiendo nuestros pasos.
Nos abrazamos.
El vuelo había sido todo un éxito.
El Jedi Master descansa en la repisa que obra como un museo silencioso de modelos que han volado en el garage de mi casa.
Hoy, los chicos han crecido y yo estoy un poco más viejo y aunque el maestro Jedi más importante ya no está entre nosotros, nos ha quedado un lazo de unión que entre la técnica y la emoción supieron mezclar aquella tarde de Octubre a tres generaciones para encontrarse, con la excusa de hacer volar un modelo llamado Jedi Master.
Jorge Daniel Bonanno
para Tur Aire Libre
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