Por: Fernando Taveira
Cuando la FIFA dio la noticia de que Alemania iba a organizar la decimoctava Copa del Mundo, se generó un manto de sospechas sobre la votación de la nueva sede. Luego de la negativa a Marruecos e Inglaterra, el entorno del fútbol daba por hecho que el certamen se dispute en Sudáfrica. Sin embargo, los “Bafana Bafana” debieron esperar cuatro años más para tener su Mundial, dado que en el sufragio final el representante de Oceanía, Charles Dempsey, prefirió abstenerse luego de afirmar públicamente su deseo de llevar al torneo al continente negro. Ésa determinación hizo que el país europeo gane por un voto y ponga en juicio a la entidad presidida por Joseph Blatter.
“Sudáfrica se merecía la Copa; en la FIFA sigue habiendo desorganización, mafia o como lo quieran explicar” había dicho Diego Maradona luego del anuncio, mientras que Roger Milla disparó con una artillería más pesada: “Espero que las selecciones de mi continente boicoteen el Mundial 2006, estamos cansados de bellas palabras”. Curiosamente, una semana antes del puntapié inicial, el centro de prensa de Berlín debió ser desalojado por el hallazgo de una bomba de la Segunda Guerra Mundial en el predio del estadio Olímpico. Si bien la noticia generó temor por un posible atentado, personal alemán especializado aseguró que se trataba de un proyectil sin carga explosiva. En tanto, Keith Cooper, portavoz del ente organizador destacó que “es normal encontrar este tipo de artefactos en Alemania, ya que sufrió muchos bombardeos de los aliados” durante aquel conflicto bélico.
Más allá de la disconformidad de algunos la pelota comenzó a rodar por la capital de la cerveza, donde la gente nunca se presenta dando un beso, habla en voz baja en los subtes y se caracteriza por la puntualidad y la limpieza. Fue el cuarto país capaz de organizar a la cita mundialista en más de una ocasión, dado que Italia, México y Francia ya habían tenido ese privilegio.
En lo estrictamente deportivo, hubo un equipo que logró levantar el trofeo a pesar del mal presente que estaba atravesando. Los 24 años sin títulos, las dolorosas eliminaciones por penales en tres ediciones consecutivas (Italia ’90, Estados Unidos ’94 y Francia ’98) y la caída traumática en 2002, ante Corea hicieron que Italia resurja de las cenizas para alzar la Copa del Mundo. Luego de los trabajos de Cesare Maldini, Dino Zoff y Giovanni Trapattoni, el conjunto de Marcello Lippi encontró la regularidad y la solidez para llegar a la cima del certamen. Con componentes del tradicional estilo del Calcio, como la solidez de Buffon y la experiencia de Cannavaro o Gattuso, la azzurra también contaba con intérpretes capaces de romper con el histórico juego especulativo y estructurado al que los “Tifosi” estaban acostumbrados. El protagonismo de Camoranesi, Totti, Pirlo y Del Piero fue fundamental para romper con el maleficio que tanto aquejaba a la “Azzurra”.
Sin embargo, salvo para los italianos, que lograron su cuarta conquista, o para los franceses, amargados por la derrota; la pelota pasó a segundo plano y en todo el mundo no se habló de otra cosa que del cabezazo que le impactó Zinedine Zidane a Marco Materazzi. El capitán “galo”, quien segundos antes del partido había recibido el premio “Balón de Oro” por haber sido el mejor jugador de la Copa, no toleró los insultos del defensor y le aplicó un contundente testazo en el pecho. “Fueron palabras muy duras, muy graves, que me tocaron en lo más profundo. Prefiero un puñetazo en la cara a oír eso. Mi gesto es imperdonable, pero si yo fui sancionado, debería sancionarse también al verdadero culpable, que es quien provocó. Fue una reacción a una provocación ¿Creen que a diez minutos de mi retirada iba a hacer algo así por el mero placer de hacerlo?” dijo “Zizou” luego del hecho. Una versión periodística aseguró que el italiano le había dicho al francés, descendiente de argelinos, que su madre era una “puta terrorista”, pero Materazzi lo negó: “Yo perdí a mi madre y hoy todavía me emociono con sólo hablar de ella. Lo insulté, es verdad, pero con un insulto de los que se utilizan habitualmente y que yo escucho por lo menos diez veces por partido”. Las palabras ya son parte del pasado, lo único verdaderamente cierto es que en aquella jugada resultó un solo herido: el fútbol.