Por: Fernando Taveira
En la tercera edición de la Copa del Mundo se vivieron unos encuentros que permanecerán en la memoria por la cantidad de lesiones que sufrieron muchos de los protagonistas que animaron el certamen. Uno de los partidos más llamativos fue el que disputaron Brasil y Polonia por los octavos de final: un día antes a dicho compromiso, la figura europea, Ernest Wilimowski, permaneció en cama por padecer una infección en una muela. Como el delantero no quería perderse el debut de su equipo, le exigió a un dentista local que no le extrajera el diente, porque esa intervención lo hubiera marginado del cotejo, ya que los esfuerzos realizados en la cancha le podrían generar una hemorragia. Al mismo tiempo, en la concentración sudamericana, el goleador Leónidas da Silva padecía una otitis, que lo mantuvo en reposo hasta la hora del cotejo. Curiosamente, el 5 de junio en Estrasburgo, ambos jugadores ignoraron sus dolencias y brillaron en uno de los espectáculos más vibrantes del torneo.
Los cuatro goles convertidos por el polaco, de poco le sirvieron al conjunto de Jozef Kaluza, dado que la “verdeamarela” se impuso por 6 a 5. Leónidas se adjudicó tres conquistas, aunque una de ellas debió ser anulada debido a que el atacante había perdido su botín en uno de los tantos charcos que plagaron al terreno de juego y anotó estando descalzo. La cantidad de barro fue lo que privó al árbitro sueco Ivan Eklin de percatarse de ello. No obstante, el artillero brasileño sufrió en ese mismo compromiso un fuerte golpe en la cabeza al chocar contra uno de los postes del arco rival, como así también una infección en la vista producida por la cal utilizada para delimitar la cancha. De todos modos, el brasileño continuó su marcha por la cita mundialista hasta quedarse con la “Bota de Oro”, producto de sus siete gritos.
Por su parte, en el primer choque entre Suiza y Alemania, que terminó 1 a 1, el belga Jan Langenus expulsó al austríaco Hans Pesser (jugaba para la selección germana) por aplicarle una violenta patada a Severino Minelli. Una acción tan desleal que la propia Federación Alemana de Fútbol sancionó al hombre del Rapid Wien con seis meses sin participación en su equipo y un año en el combinado nacional.
En la revancha, el combinado alpino realizó una verdadera hazaña gracias a su principal figura, Georges Aeby, quien se desmayó en pleno partido tras golpearse la cabeza contra uno de los palos defendidos por Rudolf Raftl. Luego de estar más de quince minutos inconsciente, el delantero retornó al encuentro para brindar tres precisas asistencias que sirvieron para que el elenco de Karl Rappan se imponga por 4 a 2. Un diario de la época destacó que “su regreso pareció dar nuevo aliento al equipo de Suiza, que comenzó a jugar con brillo”. Sin embargo, la lesión del héroe fue tan grande que no pudo estar en el juego ante Hungría por los cuartos de final. Tal vez por la ausencia de la estrella, los magiares obtuvieron una cómoda victoria por 2 a 0.
Finalmente, la más dura de todas las batallas se produjo en el cruce disputado entre Brasil y Checoslovaquia, donde los equipos se dirimían el pasaje a la semifinal de la Copa. Sin dudas, el espectáculo más sangriento de todos fue el primero que se llevó a cabo en Bordeaux. Allí, el húngaro Pal Von Hertzka expulsó a Zezé Procopio por atacar a patadas a dos adversarios. Como así también marginó a Machado y a Jan Riha por tomarse a golpes de puño en plena competencia. De todos modos, a pesar de las dos sanciones al representativo sudamericano, el que terminó con menos jugadores fue la escuadra europea: Oldrich Nejedly se retiró antes del pitazo final con una fractura en uno de sus pies, mientras que Josef Kostalek decidió salir debido a un fuerte golpe en el abdomen. En cambio, el que se mantuvo firme fue Frantisek Planicka, quien se mantuvo debajo de los tres palos, a pesar de la fractura que sufrió en la clavícula (algunas versiones dicen que fue en el radio de uno de sus brazos). Cabe recordar que el resultado concluyó 1 a 1 y dos días más tarde volvieron a verse las caras en el mismo estadio, pero con el arbitraje del francés George Capdeville. En contraposición a lo sucedido en el primer combate, los jugadores actuaron con suma caballerosidad y los cambios obligados en los equipos terminaron favoreciendo a Brasil que ganó 2 a 1.