Por: Fernando Taveira
Fue el auténtico líder de la selección uruguaya que se proclamó campeona en 1950. Jugador de firme personalidad, que ejercía una enorme influencia sobre todos sus compañeros, quienes lo apodaban el “Negro Jefe” o el “Caudillo”. No era demasiado técnico, pero su presencia era sinónimo de eficacia en el centro del campo. Con excelente marcaje, notable juego aéreo y gran panorama para la distribución, su trabajo resultaba vital. En el partido decisivo de la cuarta edición de la Copa del Mundo, su actuación fue fundamental desde el punto de vista psicológico y futbolístico ¿Quién iba a imaginar que sus orígenes estaban en Brasil?
El 16 de julio Uruguay necesitaba ganar para lograr la consagración, pero sus antecedentes no aparentaban ser los mejores. Los dueños de casa llevaban un vertiginoso ritmo goleador, ya que habían superado a España 6 a 1 y a Suecia 7 a 1. Además, poco antes del comienzo del torneo habían vencido a los “charrúas” por 3 a 2, en un amistoso disputado en la cancha del Vasco da Gama. Así, mientras los futbolistas orientales se cambiaban en el vestuario del Maracaná, un dirigente se acercó y les dijo: “Muchachos, no se hagan mucho problema. Solamente traten de no comerse seis goles. Con cuatro estamos cumplidos”. Ante estas palabras, Obdulio Varela tomó la posta, y con un grito penetrante se dirigió al resto del equipo. “Los de afuera son de palo. Cumplidos solamente si somos campeones”.
Tras un primer tiempo sin goles, el local abrió la cuenta al inicio del complemento mediante Albino Friaça Cardoso. Sin embargo, el amor propio de la “Celeste” llevó al elenco de Juan López a dar vuelta el marcador, a través de Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia. Con el 2 a 1 definitivo, el mítico estadio quedó enmudecido. Fue el primer golpe sorpresivo que ocurrió en un Mundial.
Paradójicamente, en su regreso a Montevideo, los directivos uruguayos mandaron a acuñar medallas de plata para los jugadores y de oro para ellos mismos, un hecho que provocó una irremediable bronca en los verdaderos protagonistas de la hazaña. “Si lo hubiéramos sabido, perdíamos a propósito” aseguró Varela, “y yo la tiraba afuera” sentenció Ghiggia, quien 63 años después, también reveló el secreto mejor guardado.