Por: Fernando Taveira
Nadie, quizás, pueda saber a ciencia cierta lo que debimos soportar para llegar a ser campeones. En primer lugar, las críticas. Luego, la forma en que se encaró el trabajo. Vivíamos “presos” en la concentración, con policías y perros custodiándonos, con reglamentos que eran más para un jardín de infantes que para 22 hombres. Entrenar y descansar, pero con prohibiciones. La prohibición total del sexo por ejemplo.
Dormíamos en habitaciones con dos camas y a mí me tocó de compañero a Gerd Müller. Gran amigo, pero al cabo de un tiempo uno quería ver otra cara. El recurso era cambiar de pareja para el juego de cartas o el ping pong. Cuando lo planteamos, los dirigentes pensaron una solución y planearon traer a nuestras esposas y amigas a un hotel cercano. Se enteró la prensa y empezó a divertirse con nosotros.
Por aquellos días recibí muchas críticas. “Como capitán y hombre de confianza de Schön había dejado fuera del equipo a Netze…” ¡una gran mentira! Mi opinión como capitán podía influir, pero no tenía decisión. Fue entre todos que resolvimos cambiar, porque al Mundial lo empezamos a jugar muy “a lo sudamericano”. Nos desprotegíamos atrás y así nos ganó Alemania Democrática. Vimos en plena competencia, que lo que hacíamos no servía y Schön decidió los cambios.
Nosotros convinimos en cuanto a la fórmula (más velocidad y fuerza), pero no en lo relativo a los jugadores. También es mentira que nos dejamos vencer para no ir a la zona con Holanda, Argentina y Brasil. Perdimos porque nos aflojamos. Pero esa derrota fue otro acicate para llegar a campeones.
Cuando logramos eso que buscábamos (velocidad y fuerza), sabíamos que nadie nos podía ganar y ni siquiera nos conmovió el gol que Holanda nos hizo de entrada en la final. Nosotros sabíamos de nuestras fuerzas y ya estábamos acostumbrados a remontar resultados. Teníamos el espíritu templado. En cambio, a Holanda le pasó lo contrario. Cuando se vieron superados perdieron la compostura de equipo que parecían tener. Todos hablaron de Holanda, pero a mí particularmente me gustó más Polonia. Fue más revolucionario. Sus jugadores se movían los 90 minutos, ocupando todos los sectores del campo.
Nos costó mucho más ganarle a Polonia que a Holanda. Nos tuvieron hasta el final bastante ocupados. Deyna, Lato y Gadocha me parecieron jugadores de gran nivel. Los mejores. Y lo digo porque también se habló mucho de Cruyff en ese Mundial, pero en la final no pudo superar a un marcador excepcional como Vogts. Si hubiéramos jugado diez partidos con Holanda, con seguridad habríamos ganado siete.
Nosotros fuimos campeones porque logramos olvidarnos de las críticas, de las tensiones que la larga concentración nos produjo y tuvimos el temple espiritual necesario para corregir los errores que teníamos en pleno torneo. El reconocer nuestros errores fue la mayor virtud del equipo. Por eso fuimos campeones.
Por Franz Beckenbauer