Un hermoso paisaje nocturno rodea las instalaciones del café Momus, es Nochebuena y un grupo de bohemios se acerca para brindar por la llegada de la Navidad. Atrás quedaron sus interminables problemas económicos que viven a la par de sus sueños irrealizables, solo por esa noche disfrutarán de las delicias de una cena que obviamente no pagarán y que los reúne en un habitual lugar, allí donde los placeres de la buena vida se confunden con sus amores idílicos, donde la amistad es más fuerte que cualquier carencia y donde el sentimiento bohemio es el suspirar eterno que les da la vida.
En el café Momus se encuentran el filosofo Collin, el compositor Schaunard y el pintor Marcelo que unos minutos antes intento fallidamente sacrificar una silla en una vieja estufa para poder con su fuego sobrevivir a un frio de perros que recorre la noche parisina. Los tres en medio de una multitud esperan al poeta que a último momento retrasó su salida de la buhardilla donde viven, el motivo es de gran valor para él: encontró la poesía. La musa es una sensible y débil mujer que derrocha grandeza humana y dulzura enternecedora. La llaman Mimí pero su nombre es Lucia, su historia es breve: vive sola en una pequeña habitación blanca y desde allí mira los tejados grises del invierno mientras borda en tela lirios y rosas, ella es tranquila y alegre y sueña con esas pequeñas cosas que tienen ese dulce hechizo al que llaman amor. Mimí es poesía hecha humanidad, es el aroma de una rosa natural… que delicado puede ser el perfume de una flor en la soledad de un alma profunda. Sus manos golpean la puerta del poeta llevadas por el viento que, cómplice a un destino inequívoco, es el mismo que sopla la vela que ella sostiene. Lo dicho, los amigos ya decidieron marchar al café Momus pero Rodolfo tiene la inspiración a flor de piel y decide quedarse para plasmar esas ideas en una hoja cualquiera. Lo que sigue será el relato de estrofas que signaran por siempre su vida. Eternas historias de amor encuentran en esa noche la más fiel y sencilla poesía, el poeta finalmente enfrenta su sueño de amar fuera del papel. Los versos se personifican en una vecina cuya vela ha apagado ese viento obsecuente con el destino que se encontraba agazapado en la escalera, a poca distancia del encuentro. Cuánta magia no revelada antes de lo impensable. Rodolfo abre la puerta y allí esta ella, se le cierran los ojos de agotamiento y su rostro encantador no deja aparecer su palidez. El poeta la contempla largamente, Mimí enciende la vela y abandona la buhardilla pero solo para volver, aquí el destino se disfraza de llave y el viento vuelve a accionar sobre la vela. Rodolfo consciente de sus sentimientos apaga su lámpara. Sólo las lejanas luces de París iluminan la buhardilla, ya nada será igual para estos dos seres que buscan la llave en una oscuridad que contrasta terminantemente con la luz de la ilusión de dos almas solitarias en el umbral del encuentro mutuo. Rodolfo y Mimí buscan la llave en el suelo; el poeta la encuentra pero la guarda, su búsqueda no era esa precisamente. Sus manos se tocan, el amor se transmite por la piel. Mimí tiene las manos heladas y Rodolfo canta su poesía más importante “¡Qué manita tan fría! Déjeme que se la caldee. Buscar, ¿qué importa? En la oscuridad nada se encuentra. Aunque, por fortuna, es una noche de luna, y, aquí, la luna la tenemos cerca”. Acto seguido se presenta “¿Quién soy?…Soy un poeta. ¿A qué me dedico?…Escribo. Y, ¿cómo vivo?…Vivo. Aun en mi pobreza despilfarro, como un gran señor, rimas e himnos de amor. En sueños y en quimeras y en castillos en el aire tengo el alma millonaria. Y ahora, del cofre de mis tesoros me roban todas las joyas dos ladrones: Esos bellos ojos que han entrado con usted, y, mis sueños de siempre, mis bellos sueños, veo evaporarse! Pero no importa que me los roben pues han hecho renacer en mí una dulce esperanza”.
La Nochebuena más maravillosa jamás contada, una sencilla y a la vez definitiva historia de amor que puede derrocar definitivamente cada sentimiento ajeno al mismo. El amor en su máxima expresión puede renacer en la noche más fría y oscura, allí donde dos seres unen sus vidas en una irrevocable naturaleza de vida. Palabras, miradas y caricias son espejos en donde se reflejan dos almas que se aman profundamente. Rodolfo le canta mientras la mira “¡Oh, tierna niña! ¡Dulce carita de bondad arropada por la luz de la luna! Tú eres el sueño que siempre quise soñar!” y Mimí conmovida contesta “¡Cuán dulces penetran tus palabras en mi corazón!… ¡Amor, sólo mandas tú!” Rodolfo y Mimi ya no pueden separarse jamás, se abrazan temblorosos e infinitamente felices. El amor se convierte en una maravillosa melodía que proyecta sus voces a la eternidad. “El más bello poema es aquél, amigo mío, que nos enseña a amar”. En unas horas llegará la Navidad. Los dos tomados del brazo se dirigen a festejar, el grupo de amigos espera… pasarán juntos la Nochebuena en el café Momus.
El compositor italiano Giacomo Puccini fue el encargado de dar forma musical a esta magnífica escena de amor, se trata del primer acto de la ópera “La Bohéme” basada en la novela “Escenas de la vida bohemia” de Henry Murger publicada en el periódico “El Corsario” entre 1845 y 1849 y los encargados de sintetizar la historia en un magistral libreto fueron Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Puccini encontró en este texto el argumento ideal para sus inclinaciones compositivas y su capacidad de creación. El maestro en un frase relató cómo nació una de sus óperas más conocidas “Una tarde lluviosa en que no tenía nada que hacer, cogí un libro que no conocía: la novela de Henri Murger me golpeó como un rayo…”. El 1º de febrero de 1896 Arturo Toscanini dirigió en el Teatro Regio de Turín el estreno de “La Bohéme”, el recibimiento del público no fue el mejor pero inmediatamente la obra se difundió por todo el Mundo. Hoy es una de las óperas más destacadas del repertorio operístico y es incluida de manera habitual en las temporadas de los más importantes teatros líricos.
Por su parte el café Momus, que la historia de “La Bohéme” hizo famoso, fue un recinto de reunión habitual de la bohemia parisina y existió a mediados del Siglo XIX a orillas del Sena en el N° 17 de la Rue des Prêtres Saint-Germain L’Auxerrois, una pequeña calle de solo 70 metros. En la ópera el café se encuentra en un lugar distinto al real ya que Puccini quiso dar mayor acción de gente a la escena, de esta manera el Momus fue trasladado a la esquina de la Rue Mazarine, la Rue Dauphine y la Rue de l’Ancienne Comédie. Allí festejan los bohemios la Nochebuena entre burgueses, soldados, vendedores, niños, personajes del lugar y por supuesto Rodolfo y Mimí.
“La Bohéme” de Giacomo Puccini representa un profundo encuentro con los sentimientos humanos, en sus personajes muy bien delineados todos podemos sentirnos identificados y ser conscientes de que dentro de cualquiera de nosotros existe un Rodolfo o una Mimí, el poeta y la poesía, el amor y su eterna compañía. Cualquier lugar puede convertirse en el café Momus porque la felicidad verdadera no sabe de espacios físicos ni riquezas ampulosas. ¡Feliz Nochebuena para todos! Mi mayor deseo es que en esta noche especial nuestros corazones sientan el regocijo de las almas de Rodolfo y Mimí, solo de esa manera la Navidad encontrará su sentido.
Dedicado a mi amor, Gabriela Santos.
Alejandro César Villarreal