Nunca dejamos de ser padres

#Psico+40

 Una vez que tenemos hijos, nunca dejamos de ser padres.

 La función paterna o materna se cumple a lo largo de toda la vida.

 Ser padres mayores de hijos adultos parecería que no es tan sencillo.

 Cuando los hijos son chicos no tenemos muchas dudas de cual es nuestro rol y nuestro deber: simplemente los cuidamos.

 Los cuidamos, requieren nuestra presencia, los educamos, los alimentamos, los queremos, a veces con mas demostración y otras menos efusivamente, los alimentamos, los llevamos al médico, al colegio, de vacaciones…¿lo normal no?

 Lo normal es muy relativo. Lo que para mí es normal, no lo es para vos.

 En algunas familias lo normal es que circule el afecto y el respeto, en otras lo normal es el desamor o el maltrato.

 Tendemos a pensar que nuestros valores, lo que recibimos y damos como personas es “natural”, compartido por todos y no es así.

 Hay padres y madres ausentes, alcohólicos a quienes los hijos tienen que sostener, abandónicos, golpeadores, maltratadores.

Nosotros tendemos a creer que así como fueron nuestros padres: bondadosos, cariñosos, responsables, pacientes…así son todos…como si fuera natural.

 Ser padres de hijos pequeños parece ser mas sencillo, porque sabemos qué hacer: dar.

 La familia continúa teniendo a su cargo las funciones de: reproducción, socialización, crianza de los hijos, cuidado y protección de los miembros que la componen, afecto y compañía, regulación de la vida sexual e integración a la sociedad como miembros plenos”. Dice la Profesora Acrich en su texto: Consideraciones sobre familia y envejecimiento

Cuál es nuestra función cuando los hijos son adultos?

 También es dar, aunque lo hacemos de maneras diversas. Ayudás cuidando a tus nietos, con dinero, con presencia para que puedan ir a trabajar…

Eso ya lo hicimos y lo sabemos hacer, entonces lo repetís con tus nietos.

 ¿Hay algo mas?

 Sí, como padres adultos además de colaborar, ayudar a tus hijos adultos y a tus nietos, seguramente querés ser escuchado, respetado, consultado, incluido e invitado, cuando no necesitan que hagas nada: sólo contar con tu presencia.

 Dice la profesora Julieta Oddone en su artículo Envejecimiento y familia en un contexto de cambio”

 “Las familias no sólo comparten recursos materiales, sino que también comparten recursos afectivos: amor, sentimientos y afectos personales; expresivos: decomprensión, escucha, y atenciones; de apoyo mutuo: protección y acompañamiento”. En efecto, la familia es, casi de forma natural, un lugar de solidaridad”.

 Si leiste bien, por las dudas te lo repito: la familia es un lugar de solidaridad.

 La solidaridad en los vínculos entre padres e hijos adultos implica un proceso de cooperación y reconocimiento mutuo.

 Si vos tenés mas de 60 años quizás te educaron con la consigna “hay que estar” “los domingos son de la familia”, aunque no tenías ganas hacías acto de presencia, estabas ahí sin saber por qué ni para qué, queriendo estar en otro lugar.

 El “hay que estar” significaba que los hijos tenían que hacer compañía emocional a sus padres, no debían dejarlos solos para “ hacer su vida”.

Quizás esa generación sufrió tanto el “hay que estar” que educó a sus hijos en el “yo puedo todo” “no necesito nada”, no les enseñamos que hay un momento en la vida que tienen que mirar al otro.

Entonces a muchos hijos adultos les cuesta reconocer que sus padres envejecen y necesitan ayuda o mas compañía, más apoyo para pensar o tomar decisiones.

Los hijos se niegan a ver el envejecimiento de los padres y creen que siempre tienen 50 años. Vos y yo sabemos todo lo que se puede hacer a los 60, 70, 80 años y más, pero sabemos que valerse solo requiere mas tiempo, mas esfuerzo, mas descansos que unos años atrás no necesitabas.

 Qué bueno que alguien te pregunte: ¿Necesitas algo? ¿Te llevo algo? ¿Te ayudo con algo?

 Que empieces a necesitar ayuda no significa como muchas veces escucho por ahí “ me voy transformando en el padre de mi padre”

Significa que la familia es una unidad de cooperación y compromiso mutuo, entonces, cuando uno envejece puede necesitar un mimo, un apoyo, un sostén de un hijo sin transformarse en hijo, seguís siendo un padre o una madre.

Aun cuando una persona mayor se enferma y necesita tanto del otro porque se vuelve dependiente, aún así, no vuelve a ser un niño nunca.

Ser dependiente porque estoy enfermo ( y por ejemplo uso pañales) no me transforma en niño, sino en un adulto que merece ser cuidado con respeto, tratado con dignidad.

 Un hijo de unos 50 y pico decía delante de su madre: “con el tiempo nos vamos transformando en padres de nuestros padres”… decía de su madre que todavía vive sola, se maneja con su propio dinero, nadie tiene que mantenerla y sólo necesita que la acompañen para ir al médico.

¿De que padre de mi padre hablamos?

 Necesitar ayuda y aprender a recibirla, cuando siempre estuviste acostumbrado a dar, no te convierte en un viejito minusválido, sino en alguien que simplemente necesita ayuda.

 La solidaridad no es vertical sólo de padres a hijos. Es circular, de hijos a padres, nietos a abuelos, de abuelos a nietos, de hermanos entre sí…