Hay muchas personas mayores de 70 o 80 que no se dejan estar.
Si vos tenes determinada edad podes decir…para que? Si ya estoy hecho…para que me voy a levantar…para que voy a ir…hace frío…hay tanta inseguridad…
Fijate el caso de Nelly Omar, tiene mas de 100 años. Para ese festejo cantó en el Luna Park, paradita durante 45 minutos apoyada apenas en una silla, sin atril, sin machetes, todo el repertorio que cantó lo hizo de memoria.
Uno podría preguntarse: ¿para qué? ¿es necesario? ¿hace falta hacerlo a los 100 años?
Podría haber cantado sentada, usado partituras o letras…pero no.
Tendrá que ver con la exigencia que ella tiene consigo misma: es una voz interna que te dice que podes un poco más…cuando el desafío fue logrado sobreviene el orgullo.
El orgullo y la exigencia muchas veces son connotados negativamente. Sin embargo la autoexigencia nos impulsa a probarnos, a no dejarnos estar.
La exigencia hoy tiene mala prensa. Sin embargo la rescato porque nos lleva a comprometernos con nosotros mismos, a medirnos, a demostrarnos que todavía podemos.
En esa lucha con nosotros mismos nos probamos que podemos un poquito mas, nos permite superarnos.
Es cierto hay que buscar el límite para que sea saludable.
Cómo se relaciona con la voluntad? La autoexigencia es como una voz interna que te impulsa a más, a desafíos, a superar situaciones vitales. La voluntad es una fuerza con la que nos proponemos hacer.
Te pongo un ejemplo: cuando alguien se cae y se rompe una cadera, la rehabilitación en esta operación lleva voluntad, es un trabajo arduo superar el dolor físico y un nivel de esfuerzo grande. Es más fácil no soportar el dolor que implica volver a aprender a caminar, dejarse estar y que lo asistan. No puedo, que me atiendan.
Hace algunos años lo escuché a Guillermo Vilas en una “clínica de tenis” que hacía en la calle peloteando con un profesor. El profesor podría haber sido un tenista de competición, tenía las cualidades necesarias, sin embargo no se dedicó a competir porque tenía que renunciar a muchas cosas, eligió priorizar otras, fue su elección. A cada uno lo hace feliz otra cosa.
Vilas contaba que para rendir profesionalmente debía seguir una disciplina estricta que implicaba entrenar, acostarse temprano, no salir de noche, no beber alcohol ni fumar. Lo primero que hizo cuando dejó el tenis de competencia fue… comer un helado!!! Mirá que lujo que se dio.
Nosotros los que tenemos hijos les alivianamos mucho a las nuevas generaciones diciendo: disfrutá, no te preocupes tanto, no te exijas tanto, relajate…impulsamos a las generaciones a lugares de facilidad, de comodidad, a situarse en un lugar de confort, porque los protegemos mucho, a veces demasiado.
La autoexigencia impulsa a las personas a mejorar, a seguir siendo independientes, a aprender algo más, a salir de lugares de comodidad y de mediocridad.
Es cierto que a veces hay que bajar la autoexigencia cuando nos tortura sin dejarnos disfrutar, cuando todo lo que hacemos parecería que es poco.
¿Cuál es la medida? Cuál es el justo medio aristotélico?
Yo no puedo criticar a mi hijo si no estudia lo suficiente, cuando yo no estudié porque fui vago, no cuando abandoné, porque tuve que salir a trabajar para ayudar en mi casa.
No puedo decirle a mi hijo “vos tenes que cuidarte” cuando, como padre, con mi conducta le muestro que me descuido, que no me quiero.
No alcanza con decir, “hay que hacer” . Creemos que enseñamos con las palabras, pero lo hacemos con los actos cotidianos, con el ejemplo. No alcanza con decir “no hagas lo que yo hice”, no es suficiente. Debe haber coherencia entre lo que digo y hago.
Cuando frente a un desafío que tenemos, logramos superarlo surge el orgullo como emoción positiva.
Bárbara Fredrickson que ha investigado las emociones positivas describe el orgullo como una emoción auto-consciente positiva, que aparece cuando uno ha logrado mediante el esfuerzo y la voluntad algo que es valorado por el medio social, por la cultura o los propios valores e ideales que nos han inculcado en nuestra familia.
El orgullo emerge cuando las personas sienten que lograron superar un desafío.
Cuantas veces después de pasar una situación de crisis te preguntaste : ¿Cómo pude? ¿De dónde saqué fuerzas? ¿Cómo hice para tomar semejante decisión?