La resiliencia es una capacidad que no heredamos como los ojos azules o el color de piel.
Es la posibilidad de empezar de nuevo basándose en la creatividad que tiene cada persona, en su capacidad de auto protegerse.
La resiliencia se puede construir a cualquier edad: en la niñez, en la adolescencia y también en la madurez. El sufrimiento psíquico no tiene edad: hay niños que viven situaciones adversas, jóvenes y personas mayores que sufren todo tipo de dolor.
Ser resiliente significa poner palabras, resignificar, salir del lugar de víctima hacia un lugar subjetivo de autovaloración, aprendizaje, sabiduría, comprensión, profundidad.
¿Somos todos resilientes?
No. A veces sólo tenemos una personalidad resistente: soportamos los sufrimientos, no perdemos el control, no nos asustamos frente a la adversidad …
Alguien me dijo: “…parece que nosotras sólo sabemos soportar el sufrimiento…cuando hay una alegría no sabemos qué hacer con eso…”
Ser resiliente es algo mas…
¿Por qué algunos se derrumban y otros se reconstruyen a sí mismos?
¿Por qué algunas personas se dementizan y otras se vuelven más sabias?
¿Por qué algunos pueden desarrollar y tejer capacidades resilientes y otros se estancan en el rencor?
Para que esto ocurra, tienen que producirse ciertas condiciones.
Boris Cyrulnik dice que las personas resilientes son capaces de hacerse 2 grandes preguntas:
¿Por qué tengo que sufrir tanto?
Esta pregunta nos invita a pensar, a racionalizar, a entender, a buscar explicaciones, a intelectualizar.
La otra gran pregunta es:
¿ Cómo voy a ser feliz de todos modos?
Esta es una gran pregunta porque nos invita a soñar, a pensar un proyecto de vida, a no dejarnos vencer…
Cuando nos enfrentamos a lo que no entendemos, a lo traumático, a lo doloroso, a la traición, ante la estafa emocional y económica, lo primero que surge es el dolor, la tristeza, a veces un sentimiento de desvalorización, la vergüenza…y hay un tiempo que lleva reponerse psicológicamente que es un tiempo muy personal. Pueden ser días, años, a veces toda una vida.
Hay un proceso muy interesante que este autor describe como “musculación del yo”: el yo herido, estafado, humillado, abusado, necesita un tiempo para hacerse fuerte, para tener el coraje de volver a salir al mundo, de volver a confiar, de sacarse el miedo y a veces la vergüenza, o la culpa.
He conocido personas que han atravesado situaciones tan difíciles que han estado en silencio por mas de 20, 30 o 60 años.
¿Por qué callaron?
Dice Claude Nachin ( un psicoanalista francés contemporáneo) : “hay horrores y temores que no tienen palabras a su medida y que, además, difícilmente encuentren oídos que puedan escucharlos y comprenderlos, de modo que el sobreviviente de un drama en principio necesita de un largo período, varios años, para realizar un cierto trabajo psíquico silencioso”.
Ese es el trabajo de “musculación del yo”…pasado cierto tiempo estamos en condiciones de volver a la vida.
Para este volver a la vida se requieren varias condiciones… nadie es resiliente en soledad…necesitamos de los otros, de las redes vinculares, de que alguien confíe y nos sostenga.
Ese “tutor” de resiliencia, como el tutor que sostiene a una planta, puede ser una persona, otras veces es el encuentro con una tarea, una actividad artística, un nuevo proyecto de vida…
Conocí personas que salieron de la depresión cuando descubrieron su capacidad de crear, de pintar, de socializar…
En septiembre de 1939, huyendo de Europa a los pies del barco que llevaba a su familia a América, Greta le dijo a sus hijos: “Hoy empieza una nueva vida, hagan de cuenta que hemos nacido hoy. No piensen en el pasado porque sino no nos podremos levantar más.”
Greta era una sabia.
No había leído nada de psicología ni psicoanálisis, pero sabía que si su familia se quedaba añorando el pasado en vez de construir el presente se iban a deprimir y a melancolizar.
Tampoco llegó a escuchar a Vinicius de Moraes que escribe:
“Tristeza não tem fim, Felicidade sim” (La tristeza no tiene fin, la felicidad si..)
“La felicidad es como una pluma que el viento va llevando por el aire
Vuela tan leve, pero tiene vida breve, necesita que haya viento sin cesar…”
En la persona herida pero resiliente, cohabitan el dolor y la felicidad al mismo tiempo, conviven las cicatrices que tardan en cerrar y el porvenir.
No seríamos quienes somos si no hubiéramos vivido lo que vivimos.