Recuerdos de mis viajes por Ecuador.
Paseo nocturno por el Malecón 2000.
La noche era ideal. Una de esas como para salir a caminar sin un punto fijo. Solamente tener como objetivo quitarse las angustias y el stress de todo el día. Elegir una buena vestimenta para la ocasión. Es decir un buen calzado, ropa cómoda y sobre todo buena onda. Esa buena onda que solo lo transmite el tiempo que se le dedica al ocio y ese sabor que solo se logra en las vacaciones. El no tener nada en el cerebro. Vacío… ¡Que buena sensación! Una única intención…disfrutar. El plan era perfecto y con ese plan enfile hacia la costa. Las recomendaciones fueron: Primero disfrute, camine unos trecientos metros y vuelva a disfrutar. Se va encontrar con el malecón 2000. Mi destino era él y su costanera. Así con estas indicaciones partí del “Gran Hotel Guayaquil”. Rápidamente recorrí ese pequeño trayecto y estaba ingresando por una de sus puertas al Malecón.
Era el momento justo. Arriba con un cielo maravilloso poblado de estrellas y abajo con un respetable calorcito, pero que era apaciguado por una brisa agradable. Con el olor a fresco del agua, plantas y flores que adornaban el lugar. Era realmente un gusto caminar sobre esta magnífica obra que recorre al río Guayas por dos kilómetros y medio. En pleno centro de la ciudad totalmente parquizado. Con excelentes atractivos. Como si fuera una plaza gigante, con todos los encantos turísticos necesarios como para atraer una gran cantidad de público.
Es muy concurrido y en épocas en las que no se festeja ninguna fiesta patronal desgastan sus pisos mensualmente un millón seiscientos mil visitantes. No hay que agregar mucho más para darse cuenta de lo importante que es para el turismo sus instalaciones. A pesar de que estaba muy avanzada la noche el predio estaba lleno. En mi caso caminaba disfrutando el paseo, muy bien iluminado y a mí alrededor tenía mucha gente que disfrutaba de lo mismo. Familias muchas familias y grupos de jóvenes. Enamorados que aprovechaban las muy pocas sombras para hacerse algún arrumaco. Se acercaban adonde pudieran ver el río y bajo el hermoso cielo Ecuatoriano tomados de las manos se prometían amor eterno.
En distintos desniveles se van recorriendo los diferentes lugares. En una dársena estaba amarrada la Fragata Guayas. Sin lugar a dudas un maravilloso atractivo. Sus palos muy altivos con su velamen recogido, pero totalmente iluminada. En sus cubiertas una importante cantidad de gente disfrutando de una pomposa fiesta. Un poco más allá un grupo de rock hacia las delicias de un nutrido núcleo jóvenes. Muy atentos al sonido vibrante que los músicos arrancaban de sus instrumentos. Cada uno montaba su propio show, pero sin molestarse entre sí.
Despaciosamente iba caminado y sacando fotos. Pero algo que me lleno de emoción fue ver a los más pequeños como disfrutaban del paseo con absoluta libertad. Corrían y gritaban, su alegría hacían resonancia en todos los huecos. Sus carcajadas llenaban el pequeño bosque encantado. Detrás de cada arbusto un enano, un gnomo, una princesa aportaban su complicidad, haciéndose parte de los juegos. Con una amplia sonrisa acompañaban a los más pequeños en tan sublime momento lleno de fantasías. Lo más lindo era ver al padre, la madre y algunos abuelos, acompañando y fotografiando tan emblemático momento familiar.
El sector de los entretenimientos infantiles estaba totalmente poblado y los pequeños hacían del lugar el más divertido del malecón. Un importante grupo de juegos hacían el deleite de los más chicos, Los más grandes no cabían dentro de sus ropas llenos de orgullo de ver y compartir con ellos. Estos a su vez con sus juegos y su alegría hacían la delicia de los mayores que les pedían más y más poses para dejar perpetuado el momento en sus cámaras fotográficas. Mientras… seguía caminando y encontraba a mi paso dispensers de alimentos y cajeros automáticos todos en perfecto estado de funcionamiento.
Cuando llegue a los Jardines del malecón. Un lugar típico de plantas y flores que en más de trecientas variedades adornan el lugar. Decidí darle fin a mi recorrido nocturno. Solamente había visitado la mitad y planeaba el resto hacerlo con luz diurna. Debía llegar al Barco Pirata. Allí teníamos programado un viaje. Este me permitiría fotografiar el malecón desde el agua y desde allí seguramente podría tener una visual inusitada de este y de la ciudad toda. Disfrutando mi paseo de regreso me fui acercando al muelle donde estaba anclado el barco Pirata.
Ya estaba ascendiendo por la planchada de acceso al mismo y empecé a divisar las caras de mis colegas que muy sonrientes estaban preparados con una copa en la mano. Listos para iniciar el viaje. De esa manera convertirían esta aventura nocturna en un momento agradable. La tripulación luego de darnos la bienvenida. Comenzó los movimientos y preparativos para zarpar. Una acelerada en los motores y empezó el desplazamiento alejándonos del muelle. Rápidamente tomaba dimensión de la costa y de la ciudad, las dos muy iluminadas. El malecón se diferenciaba notablemente y lucia en todo su esplendor. Pasamos muy cerca de la Fragata Guayas haciendo la delicia para nuestros ojos.
La embarcación decididamente puso sus motores a pleno enfrentando el pequeño oleaje del río Guayas que indiferente seguía su camino dándole a la nave un pequeño movimiento en proa que se transmitía a toda su estructura. El personal de a bordo se movía diligentemente con bebidas y ataviados como piratas. Nosotros los pasajeros disfrutando de la brisa marina. Que nos envolvía con ese olor a fresco y tan característico del agua. La música se nos metía por los poros acompañando a nuestras ganas de pasarla bien. Movían nuestras neuronas y volvían a salir convertidas en alegría.
El show dio su comienzo y los piratas muy musculosos ataviados como tal, comenzaron con sus piruetas. Se subían pese al movimiento normal del barco a su Palo mayor. Su timonel impartía desde su cabina de mando órdenes a todos los tripulantes. ¡Cuidado con el Botalón de Foque! ¡Aseguren la Cangreja de Popa! Los dos protagonistas ascendían hacia el Palo trinquete. Mientras a los gritos desarrollaban su rutina. La tripulación visitante viajaba sin miedos porque la embarcación estaba muy bien artillada con varios cañones. Por si acaso se aferraban a su copa cargada con su bebida preferida y no las entregarían al enemigo por nada.
Como en todos los mares luego de la gran Tempestad llego el momento de los tragos, el baile y la tripulación visitante cargados con las sonrisas que les dejo el Show pirata. Afuera el viento quería hacer de las suyas y movía la embarcación dándole el toque justo a los vaivenes del oleaje. La mejor manera de hacer que este viaje Pirata fuera inolvidable. La embarcación se deslizaba suavemente hacia el puerto. Sin duda todo muy lindo pero nada mejor que la tierra firme. Allí vamos Ecuador.