Brasil. Y Explotó Porto Belo.

Recuerdos de mis Viajes por Brasil.

 

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Brasil. Blumenau. A la espera de las rubias Brasileras. Fotos: Marta Paoli.

Ya había pasado el mediodía y partimos rumbo a Blumenau. Recorrimos unos 90 kilómetros desde Porto Belo, es decir desde el litoral atlántico hacia el continente. Prolijas rutas, verde muy verde y muchas ondulaciones. Unos 30 kilómetros antes de llegar pasamos raudamente por una población muy conocida en la moda llamada “Ilhota” en el valle de Itajai, a orillas del río que le da su nombre. El micro aceleró porque si parábamos no nos íbamos más, a los costados de la ruta una larga fila de locales atestados de ropa íntima. Es por eso que es llamado la “Capital Catarinense de la moda íntima y la moda de la playa”-Bikinis-

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Brasil. Blumenau. En el museo de la cerveza, fuimos muy bien recibidos.Fotos: Marta Paoli.

Nuestros paladares habían comenzado a secarse y nos habían prometido apagar los incendios con la muy buena cerveza brasilera. Pocos lugares tan especialistas en estas lides como es Blumenau. Unos kilómetros antes de llegar empezamos a bordear el pintoresco río Itajaí. Muy caudaloso y en algunos lugares se encajonaba entre los morros con una vegetación abundante, que incitaba a tomar unos mates a la sombra. Lo rápido que viajaban sus aguas me hizo acordar a algunos tramos de nuestro Río Paraná.

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Brasil. Blumenau. El cementerio de los Gatos. Una llamativa vegetación.

Una vez ganada la ciudad desembarcamos en el museo de la Cerveza. Una rustica banda alemana nos recibió en sus puertas con su clásica música y cuatro reinas muy sonrientes competían con su belleza. Un quejoso escondido entre los visitantes exclamó: ¡Todo muy lindo pero a boca seca!!Luego vistamos el museo de usos y costumbres de cosas cotidianas. Las que usaron los primeros habitantes del lugar.

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Brasil. Camboriú. ¡ Una verdadera pasión por los Cocos!

 Algo muy fuera de lo común fue la visita al “Cementerio de los gatos” Una sorpresa. Los mal pensados nos imaginamos que era el gaterío humano. Llena de tumbas con fotos insinuantes. Pero este era animal… bien animal. ¡Miau! ¡Miau! mascotas de los humanos, una verdadera rareza. El lugar estaba rodeado de una vegetación muy abundante y especial. La próxima visita fue a una fábrica de cerveza. Quienes comprendieron nuestras necesidades y nos recibieron poniendo a nuestra disposición dos barriles helados. Una rubia y una morocha. Por fin la tan ansiada cerveza brasilera.

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Brasil. Camboriú. La bahía se presenta en todo su esplendor. Fotos: Marta Paoli.

De allí directamente al parque Villa germánica un predio ambientado especialmente para el turismo con muchos suvenires y comidas tradicionales alemanas de todo tipo. Es un lugar de prestigio en la región para la celebración de eventos y conferencias. Fuimos visitando todos los stands y nos cuidábamos porque teníamos la promesa de una suculenta cena.

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Brasil. Camboriú. El río se encuentra con el mar.

No faltaron a su compromiso y pusieron a disposición de nuestra dentadura un espeto corrido de carnes a las brasas y otro de pizzas. Fue una verdadera orgia para nuestros paladares. Por supuesto que la cerveza tirada corría a la misma velocidad que el río Itajai. Saltando de boca en boca con una encrespada ola de espuma helada. La variedad de pizzas se hacía interminable ante cualquier estomago resistente. Tal es así que en nuestra mesa se festejó un aniversario y la gran sorpresa fue una piza-torta de cumpleaños. Decorada con chocolate y helados, con sus correspondiente vela de festejo. Para los más golosos fue impactante. Todavía la están elogiando. El regreso fue tranquilo por demás. Apenas sobresaltados por los estridentes ronquidos de siempre.

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Brasil. Camboriú. Las playas de Laranjeiras.

Camboriú:

A un poco más de 30 kilómetros de distancia queda Porto Belo de este magnífico balneario. A primera hora de la mañana nos pusimos en marcha hacia allí. Nos recibía un día hermoso con un cielo diáfano. Rápidamente estábamos en la estación Barra Sul del cable carril, un clásico de esta playa. Nos instalamos en sus cabinas-Bondinhos- Para subir al morro y luego viajar en el mismo medio hasta la playa de Laranjeiras. Para lograr esto debíamos recorrer los 3250 metros que nos separaban.

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Brasil. Camboriú. Una langosta que parece recién salida del mar.

Cuando la cabina empieza a tomar altura es maravillosa la vista en todas las direcciones. Es imponente ver la gran playa y como llega el mar mansamente a la Bahía y detrás esa gran mole de cemento que la rodea. Es una gran muralla de edificios. En este caso es turística, tan característico de esta zona de Brasil. La desembocadura del río, la bahía con sus playas, pequeños puertos llenos de embarcaciones de placer. Todo es una postal clásica de Camboriu.

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Brasil. Camboriú. Los frutos del mar con su colorido impactante. Fotos: Marta Paoli.

Aquí se puede hacer una parada con el teleférico, es decir en la parte más alta. De allí se empieza el descenso hacia la playa. Si decidís bajarte en esta estación tenés varias actividades a realizar. Una caminata acompañados por una exuberante vegetación y unos excelentes miradores. Te invade el olor a humedad de la naturaleza que es un acompañamiento generoso. Allí están las dos atracciones que por sí solas justifican la visita. Este año para nosotros no estuvieron incluidos en nuestro itinerario. Mi consejo es que no se lo deben perder si les gusta mínimamente la aventura. Uno de ellos es el famoso Youhooo.

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Brasil. Camboriú. Vermicelli al Vóngole. ¡Un manjar!. Fotos: Marta Paoli.

¿Cómo Bajar? La clásica bajada es en cablecarril. En mi caso les recomiendo la turbulenta si es que les gusta la aventura. La tirolesa –Zip Rider- Mágica. Si no venís cargadito con la adrenalina. Este juego se encarga de ello. Te baja desde lo más alto del morro- más de doscientos metros de altura – en un minuto. Setecientos diez metros en descenso. Sentado cómodamente en un morral vas colgado de un cable a 60 kilómetros por hora, maravilla de la tecnología. Si te gusta el aire puro. Aquí te tragas todo el que viene del mar. Ni bien pudiste aflojar tu cuerpo tus piernas empiezan a pisar tierra firme…

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Brasil. Camboriú. Las compras en las playas de Laranjeiras.

Una vez en la Playa los clásicos bares de Brasil con la gran oferta de pescado para acompañar unos buenos lisos de cerveza helada o unas caipiras con camarao. Esta la opción masculina, puede ser en la playa cómodamente sentados mirando las garotas con sus diminutas bikinis tomando sol. En Laranjeiras es peligroso darle rienda suelta a las mujeres por algo insisten en volver. Hacen sus compras de regalos, biquinis y remeras. A tal punto que se conocen con las vendedoras. También les apasiona comprarles a los vendedores en la playa.

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Brasil. Porto Belo. En todo su cuerpo el orgullo de su música.

El tiempo de recreo pasó rápido y debíamos ir a almorzar al restaurant “O Pharol” en el centro. Allí nos visitó el Secretario de Turismo. Nosotros no podíamos sacar los ojos de las exquisiteces servidas en la mesa. Yo tenía una ostra que me miraba y ya le había puesto nombre y apellido. Hasta que llegó el momento. La hora señalada y una abundante cantidad de frutos de mar muy bien preparados pasaron a mejor destino. Una vuelta por la playa y rápidamente al hotel. Esa noche era la Cena con la entrega de premios y despedida.

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Brasil. Porto Belo. Las Garotas se mueven con toda su belleza.

Premios y Fiesta en Porto Belo.

Esa noche nos despedíamos y las autoridades de Brasil entregaban a aquellos que se habían hecho merecedores los premios. Una suculenta cena donde reinaba la paquetería y los buenos augurios para un nuevo encuentro. A los postres como es clásico la entrega de los Premios. Grande fue mi sorpresa cuando el presentador decía mi nombre y me hice acreedor al “Premio Visión 2014 – Asociación Internacional de Periodistas y Escritores Latinos de Turismo – Otorgado a la Trayectoria Periodística. Agradezco maravillosa distinción.

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Brasil. Porto Belo. Premio de la Asociación Internacional de Periodistas de Turismo. Fotos: Marta Paoli.

No había superado mi emoción cuando el presentador pedía silencio muy difícil de lograrlo. Las emociones habían subido a tope. Por fin lo logro. En ese momento desde el exterior llego un golpe muy seco como un bombazo. No quedamos todos muy sorprendidos y nos mirábamos atónitos. Estallo otro. Dos, tres, cuatro. Una multitud y se convirtió en música. Se abrieron las puertas y surgieron dos morenas que nos deleitaron a más no poder con sus bailes y sus insinuantes caderas. Brasil dijo presente. La Batucada estaba a pleno. Nosotros también. Los cueros bien tensados acariciaban nuestros oídos y palpitaban en nuestros corazones. Nada mejor para festejar que la música de Brasil. No exagero cuando digo: Y explotó Porto Belo…

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Brasil. Porto Belo. una despedida con toda la batucada de Brasil.

Brasil. Camboriú. Parque Unipraias.

 

Recuerdos de mis Viajes por Brasil.

Estaba sentado, muy nervioso y expectante, el aire a mi alrededor estaba detenido. Miraba a mis colegas Periodistas todos… con cara de tonto. Yo estaba atado al carrito, mis manos firmemente agarradas a las palancas del freno. El operario me miro queriendo hacerse cómplice de mi consentimiento. Baje la vista, buscando la seguridad que me faltaba, la buscaba muy adentro mío. Julio Debalí, nuestro presidente de Visión (Asociación Internacional de Periodistas Mundiales de Turismo), le pidió una pausa, se me acerco y me dijo algo al oído, asentí con la cabeza. El conteo empezó nuevamente. JULIO me apuntaba con el ojo de su cámara. El operario me volvió a mirar, su dedo estaba puesto en el disparador. Todos seguían esta secuencia con rostros muy serios, las sonrisas ausentes… escasas… ni para las fotos.

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Brasil. Camboriú.Parque Unipraias. Adrenalina Pura.

Esta vez acepte el convite. Asentí con mi cabeza El dedo del operario fue hasta el fondo, como superando el tedio, como una venganza por tanta demora. El carro se empezó a deslizar, lentamente, suavemente, como para que pongas en orden todas tus emociones.

Una pequeña subida y empezó el mambo. Una pendiente muy pronunciada, una curva en ascenso, primera curva casi sobre su eje. El endemoniado carrito, muy pequeño, con capacidad para dos personas, está desprotegido. Yo… Atado a su silla y el muy endemoniado empieza a ir cada vez más y más rápido. Confieso. Es lo más lindo. Adrenalina pura. Todo esto sucedía en Brasil en la ladera del Morro da Aguada”. Camboriu. A 240 metros de altura, en su parte más alta.

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Brasil. Camboriú. Una gran muralla Turística.

 Después de la primera curva ya no te importa nada. Pendiente, pendiente, mi carrito iba al máximo sesenta kilómetros por hora. No quiero mentir, pero me parece que a mí particularmente me dieron uno preparado para correr y volaba a 120 kilómetros por hora. ¡Es la montaña rusa de la selva!

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Brasil. Parque Unipraias. ¡ El Youhoo!

 A lo lejos las playas, nos íbamos acercando como una tromba hacia el precipicio, la caída era inminente, una curva muy cerrada, pero salvadora. Luego viene una serie de curvas y contracurvas cuatro en total, con un rulo de despedida. Todo esto en el medio de un enmarañado verde, las hojas, las ramas son como un mimo sutil que te acarician la cara, los monumentales arboles parecen que van a ser tu sepultura.

En mi caso las palancas bien abajo, nunca tocando el freno. Para que vaya al máximo de velocidad. Les puedo asegurar que hace 40 años que me rasuro la cabeza. Mi escasez de pelo es total. Pero tuve la auténtica sensación de que me despeinaba.

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Brasil Camboriú. Las playas desde la altura.

En la última curva el carrito, de este Trineo de montaña, se serena y llega a su estación tan tranquilamente como empezó su recorrido. Las caras de sus pasajeros aplastadas por el impacto del viento, pero con la sonrisa de haber superado la prueba. En mi caso seguía pensando en lo que me dijo Julio Debali antes de la partida. “No toques el freno, puede ser peligroso. Sin freno te resulta más fácil”. Conociéndolo. ¿Me habrá hecho una broma? Por mi parte le creí y seguí al pie de la letra sus indicaciones. ¿Habré estado muy cándido en creerle?

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Brasil. Parque Unipraias. El río y el mar.

Todavía estaba sentado en el carrito del Youhooo, en el parque Unipraias, Brasil, en las playas de Camboriu. Habíamos tomado el teleférico en la base y a mitad de camino en la altura, sobre el morro y entre la muy bien cuidada selva. Allí esta este maravilloso juego. La montaña rusa ecológica.

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Brasil. Parque Unipraias. ¡ La Tirolesa!

Aquí se puede hacer una parada con el teleférico. El que habíamos tomado en la estación Barra Sul. Para subir al morro y luego bajar hasta la Playa, se deben recorrer 3250 metros, en cualquiera de las 47 cabinas (Bondinhos) o seguir hasta las playas de “Laranjeiras”. Una vez montados en su cabina, lentamente empieza a tomar altura y te permite ver a 360 º todo lo que pasa a tu alrededor. La desembocadura del río, la bahía con sus playas, pequeños puertos llenos de embarcaciones de placer.

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Brasil. Camboriú. El Puerto Pirata.

Si tu opción es quedarte, estas en lo más alto del morro, podes recorrer los muy cuidados senderos, más de 500 metros, con escaleras, subidas y bajadas, con maravillosos miradores. Arboles gigantescos y grandes helechos de una voluptuosa selva. Cuidada como un jardín. La gran Bahía, los puertos deportivos, las playas y detrás ese gran mole de cemento que rodea a la bahía. Se parece una gran muralla. En este caso turística, tan característico de esta zona de Brasil

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Brasil. Camboriú. Los Piratas al abordaje.

El tema es como bajar, tenés dos opciones. La clásica – la de los Timoratos- que encara la bajada en cablecarril – Vos te la perdés- les recomiendo la turbulenta si es que te gusta la aventura. La tirolesa –Zip Rider- Mágica. Si ya venís cargadito con la adrenalina que te tomaste con el youhooo. Esta no te la podés perder. Te baja desde lo más alto del morro- más de doscientos metros de altura – en un minuto. Te gusta la velocidad aquí tenés velocidad. Setecientos diez metros en descenso. Sentado cómodamente en un morral vas colgado de un cable a 60 kilómetros por hora, maravilla de la tecnología. Ni bien pudiste aflojar tu cuerpo y empezaste a respirar aire puro ya estas abajo. Tus piernas tímidamente empiezan a pisar tierra firme. Es como el sexo, pura adicción rápidamente dan ganas de volver a empezar.

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Brasil Camboriú. Los Piratas y las Mujeres sin oponer resistencia.

Una opción muy divertida de hacer este recorrido es en el barco de Piratas. En alguna otra oportunidad lo hice y realmente me pareció desopilante. Se hace a la inversa se llega a las Playas de Laranjeiras por barco y luego a la vuelta se haca la recorrida con los “Bondinhos” colgados del Teleférico Los piratas que de ellos se trata hacen lo imposible por la diversión, tal es así que nadie tiene tiempo en darse cuenta del movimiento del barco y todos lo pasan muy bien.

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Brasil. Camboriú. Los Piratas y el mascarón de Proa

Ellos. Excelente actores, muy predispuestos a la fotografía con las veteranas. Las corren y le ponen sus espadas y trabucos en su garganta. Pese a todo. Ellas. Casi sin oponer resistencia se dejan aprehender fácilmente y lo disfrutan. Así lo demuestran las sonrisas de oreja a oreja en todas las fotos. Como sugerencia, deberían agregar alguna Garota que solamente tenga un ojo tapado, Así los hombres no nos aburrimos.

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Brasil. Camboriú. Las Playas de Laranjeiras.

Todo es muy divertido pero la tierra firme también lo es. Está muy buena recórrela paso a paso. Caminas muy pocos metros y ya estas frente a una preciada playa. LARANJEIRAS. Enmarcada de barcitos, una feria atestada de negocios, allí las mujeres se dan el gran gusto de comprar regalos para todos. Los miembros de Visión eran esperados por las autoridades de Camboriu, breves discursos intercambio de tarjetas y empezó el Gran Show.

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Brasil. Camboriú. Laranjeiras. Una playa muy particular.

Ya pasado largamente el medio día, llego lo más esperado. Almorzar. Cómodamente sentados mirando la playa. Los turistas, los juegos, los clásicos, el kayak y la divertida banana a toda velocidad. Los eficientes mozos comenzaron a servir una gran variedad de peixe y camarao. Las caipiriñas y cerveziñas heladas, desfilaban y bailaban como una gran zamba brasilera. Me encanto una que tome sobre el final, sobre un ananá ahuecado. Así me decía un colega que le quedo la cabeza…después del tercero.