Por: Marisa Fenochio
¿Qué es jugar?
En el imaginario popular el juego es simplemente una actividad infantil de descarga motriz usada para la diversión, esparcimiento, ocio y disfrute. Para algunos es un medio educativo y sirve al desarrollo de habilidades.
Etimologicamente deriva del latín iocus broma, diversión.
Desde el psicoanálisis se plantea el tema desde otra perspectiva. Parte de la base de que si uno se detiene a mirar a un niño metido en su juego para él no es sólo un pasatiempo, una descarga sino más bien algo serio, que requiere concentración y no admiten intrusiones.
El juego en Freud
Diré brevemente que Freud luego de muchas investigaciones y replanteos de la teoría, llega a concluir que la infancia no es un lecho de rosas ni un paraíso perdido ni un momento de felicidad absoluta como se suele pensar.
Logra esclarecer en un niño de un año y medio (Ernest, su nieto) el primer juego de propia creación: Arrojaba lejos de sí a un rincón del cuarto o bajo la cama a través de la baranda de su cuna un objeto, un carrete de madera atado a un hilo y mientras ejecutaba un largo sonido “o-o-o-o”, que a juicio de la madre y de él mismo quería decir afuera (fort) y luego tiraba de la cuerda recuperándolo con una alegre expresión “da”, aquí.
De esta forma el niño pone en juego la falta de la madre y puede tolerar la partida momentánea de esta de su cuarto poniendo en escena a través de este objeto la pérdida y jubilosa recuperación. Dice Freud en el Cap. II de “Más allá del principio de placer” “…el niño ha convertido en juego el suceso desagradable. En este representaba el niño un papel pasivo, era él objeto del suceso, papel que trueca por el de activo repitiendo el suceso, a pesar de ser penoso para él como juego…” Entonces, a través del juego se elaboran situaciones traumáticas.
El espacio transicional
Winnicott, pediatra y psicoanalista inglés planteó su teoría del desarrollo infantil y del juego. Habla de la importancia del vínculo temprano madre/niño. El bebé desde el nacimiento necesita para su desarrollo de un “ambiente facilitador” y que, si todo esto va bien se constituirá una unidad necesaria “diada madre y el niño”, pero también aclara que la madre debe ser lo “suficientemente buena” para hacerle creer al niño de esa unidad que forma con él: “momento de ilusión”, momento en que logra manipular y adjudicarse los objetos como siendo de su propia creación. Pero con lo de “suficientemente buena” quiere decir no en exceso sino en una justa medida, ya que en este proceso es necesario que se vaya dando simultáneamente una “desilusión” y de esta forma se va constituyendo un espacio que no es ni interior ni exterior, espacio donde tiene lugar el juego, zona intermedia de experiencia: “espacio transicional”. Esta zona se conserva toda la vida y sus manifestaciones se observan en el arte, la religión, la vida imaginativa e incluso la labor científica.
El juego en la clínica
Jugar es una actividad necesaria para la constitución del aparato psíquico.
El juego del niño como herramienta terapéutica equivale a la asociación libre (la palabra) del adulto. Si un nene está inhibido de jugar ó desbordado de energía para detenerse en esta zona intermedia es de un mal pronóstico.
En un tratamiento y a través del juego se pone en evidencia el lugar en el que un niño ha quedado enquistado, fijado en la estructura familiar y respecto de los padres, lugar del que padece, sufrimiento que se pone de manifiesto en síntomas que lo llevan a consultar.
Ahora bien, para poder jugar es necesario aceptar perder algo, el juego implica duelos, renuncia, espera, replanteos, un nuevo lugar más habitable que puede construirse en un espacio terapéutico
Marisa Fenochio
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