Por: Noelia Schulz
Para ser madre hay que poner el cuerpo. Y no hablo del embarazo ni del parto, que son evidentemente corporales. Hablo de algo mucho más cotidiano. Hay que poner el cuerpo todos los días. Cuando pasamos una noche despiertas porque nuestros hijos tienen fiebre. Cuando atajamos sus berrinches incontrolables con la fuerza de un luchador de Titanes en el Ring. Cuando nos levantamos agotadas, pateándonos las ojeras, y preparamos el desayuno, aunque nos sintamos una extra de The Walking Dead. Cuando hamacamos en la plaza y jugamos en el piso. Cuando hacemos contorsiones dignas del Cirque du Soleil en los transportes públicos. Cuando enseñamos a caminar. Cuando consolamos, cuando hacemos y cuando decimos. Cada día.
Ponemos el cuerpo. Este cuerpo que ahora es un poco distinto, que creemos imperfecto, al que tanto solemos criticar, al que muchas veces evitamos en el espejo, que tiene estrías o celulitis o flaccidez o nada pero igual lo miramos con ojo crítico. Ponemos el cuerpo y es mucho decir. A pesar del cansancio, de las culpas, de la mirada ajena, de posibles dolores y de tantas otras cosas. Ponemos ESTE cuerpo que tenemos HOY y avanzamos.
Si se sienten identificadas con esta madre que escribe, que es imperfecta, que está en constante aprendizaje y que muchas veces duda, pero ama con locura, les doy la bienvenida. Construyamos un espacio para reír, llorar, burlarnos de los mandatos y ser un poquito más libres y felices. ¿Me acompañan?