Por: Noelia Schulz
Estas son apenas 4 situaciones cotidianas que me fastidian. Las leo. ¿Qué otras cosas las vuelven locas?
Que los extraños toquen a nuestros hijos: Nadie va por la calle tocando gente desconocida, me parece. Al menos nadie cuerdo. ¿Por qué esa manía de toquetear bebés y chicos ajenos? Señora toquetona, si Usted me lee, con todo respeto, no nos toque a los nenes. Los nenes son personas y tienen derechos propios, ¿sabe? Desde ya muchas gracias por su comprensión. Incluyo el “dame un besito” y demás frases hechas.
Que nos miren mal porque nuestros hijos lloran (o corren o gritan): Y no estoy hablando de una conducta demoníaca de niños que saltan sobre la mesa de un restaurante arrojando vidrios rotos por doquier. Hablo de cosas normales como un bebé llorando en el subte o un chico hablando fuerte. Como sociedad necesitamos una dosis extra de tolerancia.
Que no le den el asiento a una embarazada (o a una persona que carga un niño pequeño): Aparentemente las mujeres embarazadas (y las personas con bebés) sufren una extraña condición de invisibilidad, un misterio que la ciencia no ha sabido resolver. ¡Y yo que creía que nadie nace de un repollo!
Que cualquiera se sienta con derecho a opinar (sin haber sido invitado): Una sale a la vida con los chicos y ¡chau! se expone a la mar de los opinólogos. Señoras bienintencionadas, personas un poco envidiosas, gente llena de prejuicios, carniceros metiches. Sí, todos se creen expertos en conciliación familiar. Live and let it live, opinólogos. Cada familia es un mundo.