Por: Noelia Schulz
Nada de lo que nos haya definido en nuestras vidas pre-maternales importa. Porque #SerMadres implica, indefectiblemente, caer en alguna situación ridícula. Estos son sólo algunos ejemplos.
1. Ponerle a tus hijos apodos sin sentido. Admitámoslo. Estuvimos meses pensando nombres, debatiendo posibles apócopes, sobrenombres y/o cargadas asociadas a la conjunción apellidística, debatiendo sobre el origen de Oriana, Uriel y Adabel, e inclusive nos peleamos con alguien que no entendía que Evaristo es un nombre fuerte y masculino. ¿Y para qué? Al final apodamos a los pobres críos Coco y Coca.
2. Cantar mentalmente canciones infantiles. Ya es tarde. Esas canciones pegadizas y mal rimadas ya se apoderaron de tu cabeza. Salís de tu casa y sin darte cuenta estás tarareando una de Topa. Y sí: la Doctora Juguetes es parte de tu repertorio musical. Es hora de decirlo. La Mona Jacinta, El Sapo Pepe y Señora Vaca llegaron para quedarse.
3. Hacer papelones en público. Todo sea por el bien de nuestros pequeños, para aliviar una rodilla machucada, evitar una pelea en el arenero, consolar un llanto incontrolable en el colectivo o acompañar un pinchazo doloroso. Todos los recursos valen a la hora de sacarles una sonrisa. Cual porrista venida a menos… ¿Quién no ha cantado desafinando a más no poder o bailado aparatosamente al ritmo de la nada misma?
4. Que cualquier cursilería te haga llorar. Si antes podías ver Bambi y no se te movía un pelo… ahora todo lo contrario. Cualquier comedia romanticona mal actuada puede devenir en lágrimas y mocos. Mejor ni hablar de ver un melodrama que incluya niños o enfermedades terminales. Todo film será susceptible de emocionarnos hasta la médula. Amor y paz. Y lágrimas.
5. Hamacar a un bebé imaginario. Los primeros meses son así. Salís a sacar la basura sin ningún bebito pero seguís hamacándote de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, y no podés evitar acordarte de la loca de La mano que me mece la cuna. Gajes del oficio.
¿Y ustedes? ¿Qué cosas ridículas hacen?