Por: Noelia Schulz
Contra suficientes prejuicios nos enfrentamos las madres a diario. Mitos, verdades a medias, cuentos del tío. Opiniones que nos quitan poder de decisión y autonomía, que nos hacen dudar y sentir culpa. Por alguna razón hay gente muy bien predispuesta a amargarnos la vida. ¿Por qué generará tanto rechazo y controversia el tema de dónde duermen nuestros hijos?
No soy defensora a ultranza de ningún “método”. Creo que cada familia debe tener el derecho y la libertad de elegir lo que mejor se adapte a sus necesidades. Por supuesto que sostengo que la base de la crianza siempre debe ser el respeto y el amor, pero conozco familias que duermen muy bien sin compartir cama y también conozco muchas otras (la mayoría) que han necesitado del colecho en algún momento de sus vidas. Y todas ellas tienen el derecho de informarse correctamente, y no con datos arcaicos, opiniones sin fundamento y juicios de valor disfrazados de saber. Como siempre, la información es poder.
Empecemos por decir que el colecho no es una moda. La especie humana ha compartido cama desde tiempos inmemoriales. Fue solamente en los últimos 150 años, con la llegada de casas con varias habitaciones, que se ha comenzado a separar a los bebés. Actualmente se estima que en países como Noruega, Suecia o Japón, casi un 90% de las familias duerme con sus bebés.
¿Pero por qué los bebés y niños pequeños piden dormir con sus padres?
La psicóloga infantil especializada en prevención y crianza Laura Perales Bermejo nos explica: “Somos una especie altricial, lo cual significa que nacemos inmaduros y dependientes de la madre. De hecho somos la especie más inmadura de todas. La gestación del ser humano no finaliza con el parto (se puede consultar bibliografía, con gran cantidad de experimentos y estudios en ella, de Ashley Montagu, por ejemplo). Otros mamíferos nacen y ya andan, incluso los simios antropoides son capaces de aferrarse al pelo de su madre. Nosotros ni eso. Que seamos una especie tan dependiente viene propiciado por la evolución durante la prehistoria, debido a la bipedestación del ser humano, que trae como consecuencia el estrechamiento del canal del parto y por tanto, para poder nacer, necesariamente se reduce el volumen craneal y cerebral del feto. Por eso nacemos tan inmaduros. Y por eso, más que ninguna otra especie, necesitamos el cuidado y la cercanía de la madre, de día y de noche. La dependencia en los primeros años es natural y sana. De hecho el vivir esta dependencia sobre todo los 3 primeros años, es lo que propicia que luego haya una independencia gradual y real, que de otro modo no existe.”
¿Entonces por qué se demoniza al colecho?
Uno de los principales argumentos en contra es que aumentaría la muerte súbita. Sin embargo, “UNICEF lo desestimó por falta de rigor científico, así como otras instituciones también lo hicieron, y anunció que no cambiará su postura con respecto al colecho (el cual recomienda para favorecer la lactancia” (Lis Aneley Cha, puericultora). De hecho, de acuerdo con la publicación médica Pediatría Atención Primaria (año 2012), el colecho favorece la práctica de la lactancia materna y no aumenta el riesgo de muerte súbita del lactante. La investigación, realizada por varios médicos pediatras, concluye que “los estudios han demostrado interrelación y mutua potenciación entre lactancia materna y colecho. Las asociaciones y organizaciones pediátricas recomiendan evitar el colecho, por relacionarlo con la muerte súbita del lactante. Se basan, sin embargo, en estudios en su mayoría no controlados, bajo la influencia de factores de riesgo no tenidos en cuenta.
Los autores, tras una revisión exhaustiva sobre colecho, lactancia y muerte súbita del lactante, encuentran el colecho como una práctica beneficiosa para la lactancia y concluyen que, bien practicado, evitando factores de riesgo, no guarda relación con la muerte súbita del lactante. Durante el colecho, el lactante duerme en sincronía con su madre, se despierta con más facilidad y más a menudo que los lactantes que duermen solos, acortando la fase de sueño profundo, lo que le protege frente a la rarísima muerte súbita del lactante.”
Muchas familias llegan al colecho no por convicción sino por comodidad. Porque es el único modo de dormir. Seguro les ha pasado o conocen a alguien. Muchas veces estas personas sienten culpa, sienten que “perdieron una batalla”. Tal vez han leído, como yo, que el colecho trae aparejado “problemas en el desarrollo de los niños”. Sin embargo, sobre esto no encontré información de rigor ni profesionales que lo argumenten seriamente (con estudios, estadísticas ni autores, y no con opiniones personales).
¿Pero sabían que otros profesionales sí afirman que el colecho tiene beneficios?
La psicóloga Mónica Serrano opina que ”practicar el colecho es muy beneficioso tanto para los niños como para los padres. Aunque (…) se considera una práctica muy controvertida, existen estudios en los que se demuestra que el colecho beneficia a quienes lo practican, siempre y cuando se realice respetando las normas de seguridad necesarias. El colecho ha sido muy criticado por profesionales defensores de que los bebés deben dormir solos desde el nacimiento. Sin embargo, el 87% de los niños del mundo duerme acompañado. De hecho, las únicas áreas geográficas en las que no se practica el colecho de forma habitual son el sur de Europa, Estados Unidos y Canadá. En el resto del mundo, esta práctica está muy extendida y se realiza con naturalidad. (…) El colecho tiene beneficios evidentes para la madre y el bebé lactante. Los bebés que duermen junto a sus madres suelen tener un sueño más tranquilo y reparador. Maman tres veces más que los bebés amamantados que duermen separados de sus madres. Este incremento del amamantamiento por la noche tiene efectos muy positivos en la salud del bebé.”
Otro profesional que ha dedicado su carrera profesional y paternal al estudio de las ventajas del sueño compartido es el Dr Sears. En el enlace que les dejo tienen los resultados de sus años de investigación, donde halló 7 beneficios: los bebés duermen mejor, las madres duermen mejor, amamantar es más sencillo, permite reconectar con el bebé en caso de haber trabajado durante el día, los bebés se desarrollan mejor, los padres y sus hijos se conectan más y reduce el riesgo de muerte súbita.
El sueño suele ser uno de los principales “problemas” durante los primeros años de vida de un niño. Los niños hasta los 6 años tienen múltiples despertares y ciclos del sueño muy distintos al adulto. ¿Podría el colecho ser una solución, entonces? La psicóloga española Rosa Jové cree que sí.
En su libro Dormir sin lágrimas Jové menciona que el colecho también es una buena opción para ayudar en la evolución natural del sueño. En este sentido, J. McKenna [reconocido como la principal autoridad del mundo en cuanto al tema, en relación a la lactancia materna y el Síndrome de Muerte Súbita] ha demostrado que la respiración de las madres y los bebés cuando duermen juntos, se acoplan, favoreciendo que el niño alterne las diferentes fases que va adquiriendo de la mano de la respiración de su madre. Así mismo, la duración y la calidad del sueño son mejores.
¿Por qué tanto rechazo, entonces?
La pediatra argentina (UBA) Carla Di Pietro considera que “durante muchos años atrás esta crianza instintiva fue violentada y modificada por conceptos equivocados brindados por familias, por opinólogos, por psicólogos, por docentes y por colegas médicos, etc. Muchos de esos conceptos equivocados están en los libros, están presentes desde el inicio en tu formación profesional; entonces cuando te encontrás con una mamá que practica colecho, por ejemplo, creés que la equivocada es la madre y no te das cuenta que lo equivocado es ese concepto milenario aprendido. Esa diferencia, entre el concepto erróneo repetido como lorito y la realidad la lográs ver cuando sos madre, cuando el cuerpo y sobre todo el alma te pide ese contacto único con tu bebé, entonces comprendés, ayudás y fomentás esas rutinas en otras díadas madres-hijos porque sabés en carne propia que son sumamente importantes para el vínculo, para el desarrollo global y pleno de los niños. Ya sabemos gracias a los muchos trabajos científicos actuales, que estas prácticas (por llamarlas de algún modo) de la crianza con apego están avaladas y que brindan muchísimos beneficios al niño y a la familia“.
Además he leído -lamentablemente más de una vez- la atroz idea de que el colecho sería responsable de fomentar el abuso sexual infantil. Sin embargo no hay dato alguno que fundamente dicha afirmación (y basta con ser madre o padre para que la sola lectura de esta frase te hiele la sangre). Sobre este tema ha bromeado el pediatra español Carlos González, presidente de la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna (ACPAM) y defensor de la libre elección de los padres: “Vamos, que existen algunos padres que abusarían de sus hijos, pero no lo hacen porque el niño está en otra habitación y les da perece levantarse… ¡Tonterías! Los que abusan de sus hijos, lo mismo pueden abusar en un sitio que en otro.” En este link les dejo un excelente artículo sobre cómo prevenir el abuso sexual infantil (donde, por supuesto, ni se menciona el colecho).
Otro punto controversial del compartir la cama con los hijos es la sexualidad de la pareja. De pronto todo el mundo está interesado en la vida conyugal de los matrimonios con hijos. Quienes tienen niños saben perfectamente que, más allá del colecho, el momento de intimidad no se da sólo de noche y en la habitación; y que también hay soluciones intermedias como compartir en familia sólo una parte de la noche (que suele ser lo más habitual). El Dr. González dice “No porque aunque nuestra cultura asocie mucho cama con sexo, esas dos cosas no tiene porque ir juntas. El sexo se puede practicar en otros lugares y a otras horas. (…) Colecho tampoco significa necesariamente que el niño esté dentro de la cama, sino también en una cunita al lado o en un colchón al suelo al pie de los padres.”
Bueno, y si dejamos a nuestros hijos dormir con nosotros (por la razón que sea)… ¿hasta cuándo colechamos?
Según el Dr. González: “Hasta que el niño acaba yéndose por sí solo o se deja convencer. Eso pasa a los 3 años, 4, 5…” ”Por supuesto, es difícil que tres o más personas quieran exactamente lo mismo: a veces el niño se quiere ir y sus padres le echan de menos, a veces el niño se quiere quedar y sus padres encuentran que están un poco estrechos en la cama, a veces el padre quiere seguir durmiendo con su hijo y la madre opina que ya tiene edad de dormir solito… Alguien tendrá que ceder. Lo que es absurdo es que hacer lo que no quiere ninguno de los tres, sacrificarse todos para hacer lo que dice el pediatra, la abuela o el libro.”
Me gustaría terminar este post con las palabras de Adí Nativ, médica pediatra (UBA). Ella se plantea la necesidad de que podamos vivir nuestra ma/paternidad desde el goce, y no desde la crítica y el replanteo. “La crianza no se piensa. La crianza se vive. Y se construye entre todos los miembros de la familia.”
En la crianza los años vuelan. Hay una frase del Dr. Sears que lo resume muy bien: “El tiempo de tener a su bebé en brazos, junto al pecho y en la cama, es muy corto en relación con la vida total de su hijo. Aun así, el recuerdo de su amor y disponibilidad duran toda una vida”.
¿Ustedes qué piensan?
Para más información: Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil