Le pegué con la palma de la mano a la mesa del bar: “¡Orden en la sala!”, pedí y todos me miraron sin entender. Me había metido en medio de una acalorada discusión entre dos amigos míos que no podían llegar a un acuerdo. El gordo se apartó a un costado, tratando de no interferir, escuchando cada una de las justificaciones en uno de los debates más candentes que un grupo de hombres puede llegar a tener. “El jurado se expedirá después del juicio”, dijo y los vagos se rieron al principio pero después se dieron cuenta que la joda iba en serio. “Entonces, señores… ¿qué es mejor? ¿Salir con una pibita, o salir con una señora?”, pregunté y ambos abogados presentaron sus pruebas.