Imagen gentiliza de Eva Quijano
Anoche, León volvió a desnudarse. La carne cruda de tipo bueno quedó muy por encima de su pellejo, de todas las capas de híbrido artista. Pero ser bueno no basta para cambiar el mundo. Ni siquiera para intentarlo. Suma a ello, León, lo corajudo y lo constante, además de una innata capacidad de hablar en tiempos de cólera, donde decir “A” no es igual a no decir nada.
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Alguna vez en la historia del hombre, triunfó la idea de que el planeta era plano. Así nomás, que el mundo terminaba allá en esa fina línea del horizonte donde se corta el océano con el cielo. Luego, cierta comunidad científica se desdijo, pues, había caído en la mesa un grupo de evidencias que refutaban esa regla. Y así con todo, o, al menos, con muchas cosas.
Comienza este mismísimo jueves (hoy, 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional) un ciclo de producción creativa en el que se desafía a varios escritores a realizar un texto en simultáneo, improvisado, naciente de las entrañas mismas de la misteriosa y extraña experiencia que significa estar siendo leído mientras se desarrolla una historia, instantáneamente, como permitiendo a un otro acompañar el pensamiento de quien escribe, y la sorpresa gestual de quien lo lee. Ambos, entonces, quedarán desnudos ante el protagonismo que ofrece un hecho literario.
