El otoño es mi canción…

#TodasMisPalabras

Otoño en París

“La vida vuelve a empezar cuando refresca en otoño.”
― F. Scott Fitzgerald, El Gran Gatsby

Y aunque aún no estemos el otoño, mi entusiasmo me hace trastabillar de tecla en tecla. El otoño es la estación que más disfruto: el café con leche en una taza de tamaño exagerado acunada entre mis dedos; los maxitejidos abrazándome la piel, el cabello recogido cómo venga, música folk de soundtrack… Pero, ¿qué pasa cuando tu ciudad en el mundo y tu estación por excelencia coinciden? ¿Qué pasa cuando pasás 5 días en París en el medio del otoño?…

El primer día en París me recibió con cielos despejados y la torre despuntando a lo lejos mientras el avión aterrizaba. La Torre Eiffel como un faro, anunciando en silencio que había regresado a París. Y ahí estaba, de nuevo en la primera ciudad que alguna vez me había recibido de noche con sus luces y su nostalgia a flor de piel.

Para mi hermana, sin embargo, era su primera vez en París; su primera vez en aquella ciudad de la que tanto me había escuchado hablar durante dos años enteros. Bien dejamos atrás el equipaje, salimos a desglosar las veredas de París, como si fuera un gran contenedor de racimos de uva, como si por alguna extraña razón nos viéramos en la misión de convertir cada tramo en vino tinto.

Es que París para nosotras tiene esa sensación. Es nostalgia que destila de los balcones, es embriagador; es el crujir de las hojas bajo los pies mientras se atraviesan los Campos Elíseos. París es sintonía y sincronicidad: la música sale a encontrarte dónde sea que estés; te toma de la mano y te guía hacia un mundo paralelo en el que comenzás a pensar que todo es posible.

El otoño de París te invita a tomar un café con leche en un banco lateral del Sena, mientras garúa y no importa que el frío ni el agua te laven la cara – y lavar la cara es también abrir(le) los ojos a los cambios de la naturaleza – . El otoño en París nos regaló una tarde de domingo en Shakespeare & Co. mientras una poetisa galesa recitaba Walt Whitman y ofrecía té y torta de chocolate. El otoño en París hizo que sembrara un brote de poema en un rincón de la librería:

« A mitad del otoño,
donde las hojas no tienen fin
y el sol interpreta con desesperación
el papel protagónico
para convertirse
en amante del invierno;
escucho un piano, una plegaria
y el color del sonido de todas mis pérdidas.»

Sí, París me incentivó a actuar de manera inesperada. París nos hizo olvidar de las ganas de escaparle a la lluvia. París me recordó que el otoño es mi canción; que no importa a dónde vaya, mi mirada siempre va a tener un tinte de miel y de avellanas; que siempre voy a disfrutar de las largas caminatas ensamblando acordes dentro de mi cabeza.

Y quién iba a decirlo: parace que París también es mi canción, con su dulce melancolía, con sus calles angostas, con sus puentes; con sus historias de amor a futuro entretejiéndose en los rincones, con el sonido de sus copas y vajillas en orquesta; con el asfalto como espejo de la luna; con su Torre.

París nos despidió con la Torre Eiffel iluminada de rosado una noche de otoño de 2014, a dos años de mi primer viaje…

… a 1 año de convertirme en La Hija del Cambio.

***

Armar playlists es como llevar un cuaderno: una máquina del tiempo. Así que continuación les dejo una lista de canciones folk (sí, un tanto extensa) que armé a lo largo del año pasado y este año. ¡Que la disfruten!

Hasta el próximo sábado; un sábado menos para la llegada del otoño (al menos de este lado del océano).