Esperando a la esperanza

#VamosAlTeatro

Una palabra retorna a mi mente cada vez que pienso en Llanto de Sauce: nostalgia. Esa es la palabra disparadora para reflexionar sobre este espectáculo que se entrenó el viernes pasado en el Teatro del Abasto. Una propuesta que abandona la idea de que “todo pasado fue mejor” para resignificar el tiempo y el lugar de pertenencia.

 

Calificación: Buena

¿Por qué nostalgia? Se trata de una expresión inquebrantable, con un peso especifico que no permite las sutilezas ni los dobles sentidos. Lo nostálgico está siempre asociado a la añoranza del tiempo pasado, del lugar de pertenencia, de lo que no va a volver. Todo ello está presente en Llanto de sauce y aunque corre el riesgo de quedarse instalada en ese lugar, sortea la amenaza y resignifica la nostalgia. Ya no es pura melancolía sino también, reflexión no porque “todo pasado haya sido mejor” sino porque en el presente ese pasado tiene sentido. Recupera una visión del mundo  y una lógica de consumo de la pampa previa a la industrialización que destruyó toda posibilidad de progreso de la tierra que alguna vez fue húmeda pero que hoy muere en la sequía. El protagonista de la obra emprende un viaje de regreso al pasado, un camino que lo lleva de la ciudad al campo en el que se encuentra con otros que hicieron el mismo viaje pero que jamás regresaron. Se trata de una pareja que envejece en soledad y por la amargura que produce la insatisfacción, la lejanía y un accidente que deja a uno de ellos en silla de ruedas. Este dato no es menor ya que enfatiza la imposibilidad de movimiento de esas personas de espíritu muerto.

A su vez se encuentra con otro hombre disfrazado de mula, un lugareño en busca del mar, que quiere escaparse pero que no puede y que sufre el calor y todo lo que con él perdió. Por otro lado, el viajero llego para trastocar un poco ese orden vigente, ese paso del tiempo sin tiempo, una pseudo espera chejoviana en la que nada parece suceder aunque por dentro los personajes vibren constantemente. La atmósfera también se mezcla con cierta lógica absurdista en la que no se desata nunca el conflicto, una especie de “Esperando a Godot” transmutada. En el texto de Samuel Beckett  alguien nunca llega y en este texto de Horacio Nin Uría, algo nunca sucede.  La sensación agobiante de la espera es lo que está presente allí, en el absurdo, en Chejov y en esta obra. Evidentemente, más allá de la reconstrucción del paisaje local, del territorio, se evidencia por parte del dramaturgo cierta relectura de estos clásicos de la cual no puede escapar y cierto es que, intencional o no, enriquece el resultado final.

Las palabras y las cosas

Nin Uría elige cada palabra, la piensa. En “Llanto de sauce” no se dice una cosa como se podría decir otra. Cada palabra está allí por su sentido estético y poético, “suenan bien”. De modo que los personajes no podrían decir cualquier otra cosa. Aquí radica la apuesta fuerte de este espectáculo y por ende, el más victorioso elemento: el texto. No tiene fisuras, está completo y revestido de una pincelada fina y detallada que le da soltura y suma prolijidad a cada diálogo. El acento está puesto aquí lo que implica también que otros elementos se vean entre sombras, apenas determinados. Uno de ellos, son los personajes correctamente interpretados pero sin grandes lucimientos. Falta aquí cierto aire de ostentación por parte de los actores que tímidamente se asoman pero que esconden sin lugar a dudas potencialidad.

En la pampa está el ombú

Una exposición de fotos es el pretexto para narrar un viaje. Así lo explica el elenco y así se expone en la obra. Una serie fotográfica de paisajes pampeanos trasladan la imaginación del espectador a esos lugares ni distantes ni desconocidos. Quien más, quien menos, reconoce en esas imágenes lugares que alguna vez visitó o bien, vio en manuales escolares. En este sentido, la familiaridad es un has bajo la manga con la que cuenta el espectáculo. Los espectadores son interpelados visualmente desde que se sientan en sus butacas y ya esto coloca en posición de ventaja a los actores –que en comunión  con el resto de los elementos teatrales- sólo les resta exacerbar la conmoción. Otra cuestión que el espectáculo sabe resolver.

Sobre el final

Por estos senderos transcurre “Llantos de sauce”, entre la territorialidad y la familiaridad que produce la pampa, el lenguaje poético en clave casi metateatral y la nostalgia reflexiva que interpela al público que abandona la sala gustoso

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Quiénes actúan: Mariana Estensoro, Alfredo Staffolani, Román Tanoni, Juan Manuel Zuluaga.

Quién dirige: Horacio Nin Uría  // Asistencia de Dirección: Bárbara Lier

Dónde: Teatro del Abasto (Humahuaca 3549)

Cuándo: Viernes 21 hs

Cuánto: Localidades: $60 | Estudiantes y jubilados: $40