El 18 de julio de 1994 tenía 8 años y no sabía lo que era la AMIA. Mucho menos podía saber que ese día quedaría marcado para siempre como el atentado más grande que mi país haya sufrido jamás y como una de las peores tragedias que a mi pueblo le haya tocado vivir.

Tan poco entendía, que cuando en la tele apareció la foto del papá de una amiga que estaba desaparecido, la quise llamar para contarle que su papá ahora era famoso.

Me detuvieron los gritos y el llanto desconsolado de mi mamá, que había llegado primero al teléfono para llamar a mi abuela, que respondía con más gritos y más llanto. Yo seguía sin entender nada.

Hoy, 19 años después, creo que somos muchos los que seguimos sin comprender.  Un amigo posteó enojado recién: “Me cuentan sobre un montón de tipos malos, de barba, que viven a 12 mil kms de casa, e hicieron el atentado porque son malísimos y odian a los judíos. Pero, otra vez, nos lavamos las manos y no hay un solo argentino en cana. Ni el que vendió la camioneta, ni el que la compró, ni el que la manejó, ni el que liberó la zona. Ninguno”.

Hoy se cumplen 19 años de impunidad por un atentado a la Argentina, 19 años sin Justicia en Argentina y la herida sigue abierta para todos.

A mi amigo Mariano Burstein, siempre te acompañaremos…