Turismo combatiente

La Habana, década del ’70, una delegación del frecuente turismo revolucionario recorre una playa paradisíaca. No muy lejos, bajo el mismo sol hay cola para la guagua en Coopelia, hace calor, llega el aroma del salitre esparcido por la ciudad a causa del golpeo de las olas contra el malecón de los enamorados que se prometen todo para ese instante. Enorme cola en Coopelia, para comer helados de vainilla chip.

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La visita del Mito

 

Si bien la famosa década de “los sesenta” nos dejó una serie de  mitos de un valor ciertamente mucho más sólidos que los iconos modélicos de la actualidad  , ya por la profundidad y alcance de sus ideas como la calidad de su compromiso con las mismas,  también es cierto que nos dejó grabado a fuego que si se quiere dar algún tipo de significado a la vida, hay que morir de cualquiera de las diversas maneras que hay de hacerlo, pero eso sí con una condición: siempre joven y bello.

Por todos los costados de mi educación agnostica, materialista, en teoría sofisticada,  recibí el mensaje del sacrificio y de la superioridad moral en el acto de la inmolación, sin variación alguna con el respeto sepulcral al martirio. Y el hecho de contar entre mis parientes con con uno de los mayores iconos revolucionarios de la Historia, lejos de contribuir a distanciarme  de este adoctrinamiento logró grabármelo en el hipotálamo, aún cuando creía alejarme de este a través de la rebeldía contra los convencionalismos establecidos. Y no obstante  sienta todavía un enorme apego por los cerebros que albergaron aquellos ideales mesiánicos o  sus sucedáneos como la locura, el alcohol, las drogas  o cualquier medio condenatorio a un final prematuro, poético y trágico, estoy también en condiciones de asegurar que todo eso no ha sido más que pura basura.

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Olor a Subte

Una vez escribí un capitulo nombrado : el olor a subte y a los sandwiches de milanesas. Le llamé así por el intento de identificación que hice con mi ciudad de nacimiento, la ciudad que llegué a extrañar con el alma durante los años que vivi fuera a causa del exilio de mis padres.
El olor que recordaba de las bocas de subte, de los sandwiches de milanesa y los pebetes de salame y queso, eran muy característico de Buenos Aires y de ningún otro sitio más. Cuando regresé con el doble de la edad y con el triple de estatura con que había marchado, casi todo me era ajeno, las personas, los sitios familiares, la escuela, las casas de los parientes, la casa de campo de Portela, nada encajaba de la manera en que lo que atesoraba mi memoria, ya porque me pareciesen diferentes en tamaño o  porque generalmente las sensaciones y anhelos que les había conferido como envoltorio o barniz a los sitios, habían conseguido saltar de inmediato al resguardo de algún otro recuerdo justo a tiempo antes de ser desenmascarados.

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El jamón, el chicle y la manzana

Había tres elementos fetiches masticables, degustables, semi comestibles, en los años en que viví en Cuba, que indicaban cierta nostalgia en favor de tiempos pretéritos,  y sobre los cuales existía toda una suerte fabulaciones que los dotaban de características inexistentes, aportadas por el primitivo sentido de la melancolía,  la tergiversación de la memoria recaía sobre esos tres productos en sí, pero aún más amenazantes eran por aquello que representaban.

Uno de ellos era el jamón. El pernil de puerco, ya ahumado, medianamente curado o cocido.  En el imaginario colectivo de cualquier cubano de a pie, se encontraba liderando las placenteras fantasías más variadas, ligadas antes a la erótica del poder que a las ansias gustativas. Mientras que representaba un tangible elemento diferencial, en posesión de las novísimas clases dominantes, las sustitutas de las relacionadas con la propiedad de los medios de producción, las compuestas de las elites de las diferentes organizaciones de control, que  articuladas conformaban el poder en la isla.
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Cohetes de Navidad

Hace tres días me pesqué una descomposición de estómago tremenda, un dolor de barriga agudo en el costado y la sensación física de haber sido alcanzado por Mike Tyson minutos después de insultar a su abuela, abundaron pastillas, infusiones, corridas al toilette, súbitamente las heces se me disparaban en cualquier dirección, con la suerte de que las tazas de inodoros fueron ideadas para contener cualquier “shot” que no fuese hacia arriba.
Pensé que se trataba de cieguitos.  Continuar leyendo

Yerba importada

Llegué de Baires a Madrid, tomé mi Pegasus hacia el norte ibérico rugiente de frío, al día siguiente regresé a la capital española para tres días de convención y reuniones de trabajo, guerra de paint ball, apariciones de quejas, sugerencias, pequeñas heroicidades y notables traiciones.
Tres días hablando boludeces.
La vieja flema inglesa que leí en mi juventud habitando este latino espíritu apasionado.  Continuar leyendo

El peso de la traición

Andaba por las inmediaciones del museo Rodin y decidí entrar, me lo había recomendado encarecidamente mi amiga Claudia por la casona principal y los jardines además de por las obras escultóricas.
En un instante me vi frente a El Pensador, a las estatuas de Honorato de Balzac, a las de Víctor Hugo, a las tres Sombras y a la Puerta del Infierno, un impacto nunca lo suficientemente anunciado. Estas eran las de bronce, luego aparecieron otras en mármol, de menor tamaño pero más delicadas si cabe. Y sobre lienzo tres pinturas de Rodin, una de Van Gogh, una de Monet y otra de Munch.
Y sobre el final del trayecto propuesto, casi cuando iba a ir a tomar mi porción de aire afuera del recinto, cuando iba a poner coto al rejunte de imágenes, trazos y texturas que ya bailaban en mi retina sin orden ni armonía, provocados por los paseos alienantes a través del museo cual auditor de cuadros realizando un inventario, vi dos obras que me impactaron y quedé abducido frente a ellas, acercándome y tomando distancia,  ora dando la espalda ora girándome repentinamente para sorprenderlas desde otro ángulo en el regreso de alguna travesura, eran de mármol verde, una era La ola y la otra Las chismosas, de Camille Claudel, no eran demasiado llamativas, ni  grandes, eran la cosa tallada más linda que he visto en mi vida. Continuar leyendo

Cuba 1980: una golpiza revolucionaria

Lo más probable es que nadie tuviese prevista la avalancha de gente que se presentó aquellos días de 1980 en las oficinas correspondientes para abandonar la isla de Cuba, llegaban a El Mariel desde todas partes del país, en el edificio contiguo al mío en Alamar, habitaba una familia de vecinos a la que llamábamos los Micho, eran de la provincia de Las Villas, y habían esperado a que llegaran procedente de su tierra a toda la familia, para entrar a la embajada del Perú, en los días en que se abrió esa opción, pero dadas las demoras de los servicios de transportes interprovinciales, los familiares se presentaron demasiado tarde, cuando ya se había prohibido la entrada al recinto.

Los Micho aún estaban en el departamento de Alamar, amuchados, resolviendo como podían para comer, ya que no tenían su libreta de abastecimiento en La Habana, cuando se abrió el grifo de la emigración sexualmente subversiva en el Mariel.

De las razones eficaces para ser expatriado a los Estados Unidos, las únicas sobre las cuales las sospechas de fraude no podían ser resueltas de ninguna manera eran la prostitución y la homosexualidad; si alguien declaraba ser delincuente, debía poseer un prontuario, si decía ser vago habitual, debía estar registrado por la ley del vago, era fácilmente comprobable saber hasta cuando había trabajado. Declararse puta o pájaro era la mejor forma de acceso a una vida plena de futuro e ilusiones nuevas. Continuar leyendo

La casa redonda

“Epsis adocnis” me decía al tiempo que hacía denodados esfuerzos por incorporarme. La cabeza hacía lo posible por seguir mi directriz de no partirse en dos. El hombro lo tenía cubierto de una pasta rojiza con olor dulzón, y la boca con un sabor agrio y desierta de saliva, reconocí el pie del lavatorio del baño y me percaté que había podido dejar la puerta abierta, me incorporé, pero dos pasos más adelante perdí pie y pisada y fui a dar contra la mesita de luz que estaba al salir del baño, tiré al suelo la taza de café los libros el despertador y el cenicero.

Me quedé un rato más allí hasta que se me pasaron las ganas de asirme al parquet. Dormí un poco y al despertar logré llegar a la puerta que no estaba tan  lejos como parecía, todo en esa mísera cueva excepto la salvación, estaba demasiado cerca.

Presioné fuertemente las sienes y luego las cavidades orbitales por encima de los párpados, bordeando los ojos, eso me hizo ver las estrellas en sus colores originales con resplandores plateados repletos de mil y un demonios, que no obstante aliviaron el descontrol de mi cabeza, recién entonces tomé asiento. Continuar leyendo

España vs. Che Guevara

Existen múltiples razones por las cuales resulta curioso que  el Che no presentase mayor relevancia en la izquierda ibérica.

El Che era de descendencia española entre otras y sin embargo no se reclama autoría por parte de los españoles, siendo que este país presenta una de las polarizaciones ideológicas más enconadas  en la vida política europea. La derecha hispana tiene aun marcados a fuego sus rasgos identitarios representados en figuras fetiches, en pasiones e idolatrías trasnochadas, en contraposición con la izquierda mayoritaria, la cual incluso al descartar tantos ídolos fundacionales para reinventarse en un país tan polarizado, hoy tambaleándose, busca a tientas su pasamanos  en los modernos pero efímeros basamentos que supo agenciarse.

Durante el tiempo en que se desarrollaron las diferentes guerrillas  guevaristas y crecía la fama del Che alrededor del mundo, así como cuando tuvo lugar su captura y muerte, y los años que le siguieron con el desarrollo de la mística revolucionaria unida a su imagen, España permanecía gobernada por una de las dictaduras más anticomunistas que ha habido en la Tierra, donde se liquidó todo lo que tuviese una extracción ideológica cercana al marxismo, a través de la privación de la vida, de la libertad o del destierro. Continuar leyendo