Los clavos no son una buena metáfora para el amor. Mientras el clavo inmoviliza y elimina el movimiento, el viento sabe dónde y cómo soplar. Depender de un clavo para que saque a otro clavo denota claramente la falta de herramientas para tales fines y un escasísimo sentido de la creatividad. La pretensión de que una nueva presencia hace olvidar una gran ausencia empobrece el día a día y nos transforma en seres compulsivos en busca de un parche con el contorno de una figura humana. Continuar leyendo