Desde Punta del Este
Una de las jornadas más interesantes de este festival se dio cita en Maldonado, localidad lindante con Punta del Este y cuya intendencia es en realidad la organizadora de la muestra. Acaso sin el lujo de su acaudalada vecina, Maldonado es una apacible ciudad (quienes hayan visitado algún pueblo entrerriano encontrarán similitudes) que cuenta con una acogedora Casa de la Cultura. Allí tuvieron lugar dos disímiles expresiones del cine brasileño actual: Insubordinados, de Edu Felistoque, y El último autocine de Iberê Carvalho.
En Insubordinados, Janet (Silvia Lourenço) transcurre sus días en un sanatorio cuidando a su padre, un ex militar que tiene las horas contadas. Mientras espera el inminente descenlace, libera su imaginación dándole forma a una novela que la tiene a ella y a algunos habitúes de la clínica (una médica, un ordenanza y un buffetero) como protagonistas. Claro que la historia no es real: Janet pasa a ser Diana, una solitaria policía que integra un cuerpo de elite, mismo rol que les adjudica a sus compañeros de pasillos. “Es algo de non fiction, ¿escuchaste hablar de Truman Capote?”, indaga Diana a uno de sus “personajes”, que saben que está escribiendo algo. La película muestra algunas prácticas habituales del cine carioca (o al menos el que se conoce en Argentina) como la violencia policial, pero es al mismo tiempo un viaje al infierno privado de su protagonista, que aunque en la ficción puede incluso matar, su alienación no difiere de la realidad. Filmada en un opresivo blanco y negro, y con la superpoblada Sao Paulo como escenario, Insubordinados es una angustiante busqueda de libertad, aquella que parecen impedir las imponentes rejas de la clínica. Como explicó Felistoque luego de la proyección,el film quiere mostrar que los policías, fuera de su accionar, padecen miserias como cualquier persona, y que la verdadera “insubordinación” es en pos de su propia vida. Posiblemente resulta algo exagerado expresar esta idea con una película dentro de otra, pero así y todo Insubordinados tiene más de un momento que invita a la reflexión.
Curiosamente, El último autocine también tiene un personaje postrado en un hospital, aunque la temática de la película está a años luz de su predecesora. Aquí tenemos a Marlombrando (sí, así se llama el protagonista, encarnado por Breno Nina), que, al enterarse que su madre Fátima (Rita Assemany) padece una enfermedad neurológica terminal, sale en busca de su padre, alejado hace varios años de su familia. Almeida (Othon Bastos), de él se trata, es un cinéfilo de ley (el nombre con el que bautizó a su hijo lo dice todo) que tiene a su cargo, como reza el título de la película, al último autocine en actividad de todo Brasil. Pero su romántico emprendimiento se va apagando como la vida de su ex mujer: el público merma, a las instalaciones les falta mantenimiento y ,encima, hay una orden de demolición en camino. A Marlombrando y a Almeida no los une el amor, sino la enfermedad de Fátima. Por eso mismo, deciden dejar de lado sus diferencias y poner el autocine en condiciones, al menos por última vez, para que Fátima se lleve un buen recuerdo. Con rasgos de Cinema Paradiso (hay, de hecho, una cita explicita) y la argentina El hijo de la novia, la película maneja riendas sensibles pero nunca llega al golpe bajo. Incluso, algunas situaciones rozan el humor. Una favorita a llevarse el premio mayor.