Por: Emilio Fatuzzo
La mejor manera de presentarles a Jodorowsky es contando un acto psicomágico que realicé bajo sus indicaciones:
Las pulsiones no se resuelven reprimiéndolas sino realizándolas de forma simbólica. Cuando alguien carga a sus espaldas con programas de muerte, debe cumplirlos, o sea, realizar la muerte metafórica liberándose de la orden, de manera que el cerebro considera el asunto realizado y puede pasar a otra cosa.
Tchouang-tseu decía: “El que le teme a la muerte es un niño perdido en busca de su casa”.
Acto:
Fuimos a Ezeiza, era de noche. Mi amigo y mi hermano me acompañaban en este gran delirio. Había una atmósfera seria, profunda. Llegamos a un lugar lleno de árboles, sin luz. Estacionamos el auto y nos pusimos manos a la obra. Bajamos del auto una pala, pintura dorada, pintura plateada, leche, vino tinto, papeles, lápiz, ropa limpia, encendedor, linterna y demás cosas.
Nos miramos y empezamos. Mi amigo gritó: ¡Cava tu fosa… Cava tu fosa para dejar de ser… Dejar de ser lo que no eres!
Después de cavar mi propia fosa temblando por el miedo me desnudé y me acosté en el pozo, él y mi hermano me taparon con tierra. Estuve ahí dentro 9 minutos. Luego mi amigo se acercó a la tumba y con voz muy suave me dijo:
Tienes que salir de tu propio calabozo y darte la libertad en tus cuatro centros: decidir ser libre intelectualmente. Ser libre emocionalmente. Libre sexualmente. Y libertad material. Hasta ahora te conservas tal cual tus padres te fabricaron. No quieres decepcionarlos.
¡Libérate del dominio de tu personalidad, tan insistente en glorificarse y justificarse a ella misma! Libérate de tu intelectualidad, infectada de ideas y prejuicios inyectados por la familia, la sociedad y la cultura. Libérate de tu emocionalidad. Libérate de la exacerbación del deseo, al que por más que le des satisfacción nunca puedes saciar. Libérate de tus necesidades artificiales que sólo son vicios impuestos por el deseo de tener y de parecer lo que no eres.
¡¡¡¡Házlo!!!! Sal de tu tumba.
Temblaba tanto que me costó salir por mis propios medios, mi hermano y mi amigo me ayudaron. Alumbrando con linternas me pintaron de plateado mi mano izquierda y de dorado mi mano derecha.
Volvió con la voz fuerte: ¡Actúa y Sé tú mismo y no lo que los otros quieren que seas!
Escribí en un papel la palabra “mamá” y en otro papel la palabra “papá“. Prendimos fuego a ambos por separado. La cenizas del primero lo disolvimos en un vaso con leche y las cenizas del segundo papel en otro lleno de vino. Bebí los dos vasos completos y de esa manera incorporé a mis padres dentro mío.
Luego, mi amigo ya en paz, me dijo:
Bendito sea este alegre instante en el que el flujo de vida te atraviesa, permitiéndote sentir el placer que se vive cuando se experimenta lo divino…
Nos abrazamos los tres. Fue un momento único. Abrimos un vino para festejar. Nunca más volví a ser el mismo…