Por: Andrea Kaplan
Para entender las situaciones cotidianas que nos desafían como madres, padres y profesionales de la educación y la salud.
La educación es uno de esos grandes temas que despiertan la atención de todos: madres, padres, maestros, psicólogos, psicopedagogos, pediatras, trabajadores sociales, medios de comunicación, funcionarios… todos parecemos, en mayor o menor medida, preocupados por el futuro de la educación. Y sucede que pensar la educación, en el actual contexto mundial, implica reconocer: cambios culturales, tensiones entre generaciones, avances y retrocesos en políticas públicas, modelos de enseñanza que hay que renovar, innovaciones tecnológicas, los avatares de las “Sociedades Complejas”, nuevas configuraciones familiares… una extensa lista de temas y variables.
La escuela y la familia, sobretodo pero no únicamente, representan cierto malestar de época, una incomodidad, un no-saber qué, cómo, cuándo… y muchos menos por qué. Pero lo que nos pone alertas es que en el centro de esta escena (¿de crisis? ¿de oportunidad? ¿de transición?) están los niños, niñas y adolescentes que son a su vez muy distintos entre sí y respecto de sus antecesores. Unos impulsivos, otros soñadores, muchos desafiantes, todos súper ágiles con el mundo ‘touch’, híper-estimulados desde pequeños, traviesos de tanto en tanto, quizá exageradamente sagaces para los adultos del siglo XX que no sabemos bien qué hacer con las infancias y las adolescencias actuales y sus devenires…
Algunos dirán que los niños y jóvenes hoy son todos rebeldes o demasiado irreverentes: “ya no son como antes”, “no respetan nada ni a nadie”, “en mi época si yo le hablaba así a mi mamá me pegaba un cachetazo y listo”, “en el aula nadie me presta atención”. Frases marcadas por el desaliento y una cierta impotencia.
En este blog nos y les proponemos hacer foco en otro lado. Dejar atrás la melancolía que reza que “todo tiempo pasado fue mejor” y andar las subjetividades actuales, sus posibilidades y las nuestras. Veamos:
El filósofo francés Michel Serres nos alerta en la tapa de su libro Pulgarcita: “El mundo ha cambiado tanto que los jóvenes deben reinventar todo: una manera de vivir, una manera de vivir juntos, instituciones, una manera de ser y de conocer…”.
A padres, maestros, abuelos y todos los responsables de la crianza, la educación y el cuidado de las nuevas generaciones se nos impone una pregunta vital:
¿Qué necesitan niños y adolescentes de los adultos hoy?
¿Cómo educamos a los nativos digitales? ¿Hay experiencias educativas innovadoras y creativas que desconocemos? ¿Cuáles? ¿Cómo impactan la falta de confianza en el futuro, la violencia social o el imperativo de éxito en la subjetividad de grandes y chicos? ¿Cómo construimos otros mundos posibles para nuestros hijos / alumnos?
Educar para el futuro será un espacio para pensar la experiencia y experimentar el pensar[1]. Una suerte de círculo virtuoso que nos lleva de la acción a la reflexión y viceversa. Así, compartiremos experiencias, sugerencias, prácticas, reflexiones sobre la educación y la salud en los tiempos actuales. Pero dejando de lado la derrota de lo que ya no es y creyendo que Educar para el futuro puede ser mucho más y otra cosa que únicamente lo que ya conocimos.
Como decía el pedagogo Paulo Freire: “Hacer lo posible hoy, para hacer lo imposible mañana”.
¡Bienvenidos/as!
[1] Lema de las dos ediciones de la Jornada Internacional de Filosofía (JIF) que organicé junto a Walter Kohan (filósofo argentino residente en Río de Janeiro) y un grupo de profesionales, con producción de Noveduc, en 2005 y 2006.