47 Ronin

#ElArteDeLaPaz

La historia de los 47 Ronin, es una de las más fabulosas en la historia japonesa. Relata las vicisitudes de 47 samurais que, al verse obligados a convertirse en ronin (samurai sin amo), deciden vengar la muerte de su malogrado señor.

El relato es fantástico hasta tal punto, que inclusive Borges ha escrito su versión de dicha historia, la que me permito recomendarles fervientemente.

Sin embargo, los hechos que allí se narran, sucedieron a principios del Siglo XVIII, tal como señala Freeman-Mitford en su libro “El mundo Samurai”, por lo que podríamos pensar que es algo totalmente olvidado en el japón moderno, hiper tecnológico y que se ha esforzado por encajar en el “vecindario” de occidente. Pero, nada más alejado de la realidad.

Estando de viaje en Japón, entre clase y clase en Tokio, nos dedicábamos a recorrer la ciudad, aprovechando nuestra estadía. Confieso que siempre me atrapó la historia de los 47 hombre leales y he leído varias versiones, por lo que el santuario Sengaku-Ji era un lugar que quería conocer.

Allí fui y lo que me encontré, fue mucho más de lo que había imaginado.

Había visto fotos y leído varios posts sobre el lugar, por lo que al llegar me resultó, en cierta forma, familiar. Sin embargo, lo que no se puede transmitir es el ambiente místico que se respira.

Sengaku-ji

Pero no solo eso, sino que lo que más me llamó la atención fue el constante peregrinar de personas. No solo turistas, que eramos varios. Sino, de japoneses. Ancianos, adultos, de todas las edades y, hasta escolares.

Y la visita, que había planeado que durara unos minutos se extendió y me senté (nos sentamos) en un banco a observar. Sorprendido, por aquel flujo constante de personas que, prendiendo incienso, visitaban el santuario.

Me maravillé al verlos, de todas las edades, peregrinando a la tumba de los 47 hombres leales, que son un símbolo. Arraigado en el pasado, pero cuyo eco resuena en el japón moderno. Y no pude más que admirarlos, una vez más. Ya que a pesar de los más de 300 años transcurridos, su legado de lealtad, sacrificio, honor y perseverancia, sigue vivo.