En algunos lugares la piel bronceada se considera como signo de salud, belleza y juventud, y contribuye a mejorar la imagen social. También la exposición al Sol posee acción terapéutica en diversas enfermedades y es coadyuvante en la formación de vitamina D. A pesar de éstos beneficios, es necesario una protección frente a la radiación solar, ya que tanto a corto como a largo plazo y con exposiciones prolongadas puede producir daños importantes en la piel.
Existen dos tipos de rayos solares, los rayos UVA y UVB. Cuando los rayos ultravioleta son percibidos por los melanocitos de la piel comienzan a producir melanina la cual se deposita en la epidermis (capa superficial de la piel). Esto es lo que genera el bronceado a nuestra piel, que es una reacción de defensa contra ésta agresión para evitar que penetre en la misma.
- Los rayos UVB son cortos y son el principal generador de las quemaduras solares.
- Los rayos UVA penetran profundamente en la dermis, donde se producen los daños a las fibras de colágeno provocando un aumento anormal de producción de elastina. Como este proceso se repite con la exposición diaria, la piel reconstruida incorrectamente forma arrugas y la reducción de colágeno da como resultado una piel atrófica y de aspecto envejecido.
A la hora de elegir un protector solar recomendamos el uso de pantallas con factor de protección mayor a 30 que actúen frente a los rayos UVA y UVB además de poseer sustancias antioxidantes y vitamina E para brindar protección frente a los radicales libres. Deben evitarse los productos con perfume o colorantes.
Para asegurarnos que estamos cuidando del sol el cuero cabelludo es conveniente usar productos en forma de spray con protección elevada que puedan aplicarse correctamente.