Monólogos de la envidia

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No soporto ver el éxito ajeno, licenciado. No tolero contemplar cómo otros tienen lo que yo anhelo y deseo. Me duele, me siento una infeliz;  me percibo  nada cuando veo que hay gente que ama, que disfruta y goza de lo que yo no puedo tener y gozar.  Eso es lo que me pasa, esa es mi verdad. Estas son mis miserias, me odio por eso: es un sentimiento que me gobierna, y me hace vivir mal; pero se me impone, me toma. Tengo pensamientos destructivos hacia los que tienen lo que yo creo no poder tener.

La vez pasada observaba a una conocida que tiene un  novio súper  caballero, que la acompaña a todos lados: un tipo potente económicamente, y me llené de odio. Muy probablemente sufra de un profundo complejo de inferioridad, lo sé. Pero poco importa eso. El asunto sigue siendo que yo sigo sin tener lo que el otro tiene.  ¿Seguramente  usted está pensando que soy mala persona no? Si, no hace falta que me lo diga: es lo que ud cree; pero no me condene, no lo soy.envidia

No sé cómo nació este sentimiento en mí, lo  percibo  desde niña: odiaba a una compañerita, la más linda y que tenía mucha personalidad. Envidiaba cada centímetro de su cuerpo, lo que tenía, lo que era, su casa, sus padres, su perro; pero jamás le hice daño ¿cree ud que sí le hice no? ¡Se equivoca! nunca he hecho mal a nadie o… sí,  quizá un poco: difamar, inventar… o reproducir cosas para  ensuciar a mis envidiados de turno, pero no mucho más que eso. Por otro lado creo que mi vida no es digna de ser envidiada en nada. Mi anterior analista me dijo toda una serie de cosas que jamás entendí sobre mi madre, mi padre;  sobre la dinámica que existía o que ellos habían generado entre mis hermanos y yo. Pero el asunto es que no se me va. He logrado algunas cosas, pero todo…es nada: siempre hay alguien que tiene más que yo, y cuando lo veo, sufro, padezco.

Nunca envidio virtudes, envidio “potencias”,  rasgos o cosas que el otro tiene y que, en definitiva,  son más materiales que espirituales. Quizá sí el amor: ver gente feliz y con cierto equilibrio me da tirria.

Me siento sola: la envidia siempre es en solitario, no es un sentimiento compartido, nadie declara poseerla, no hay mesas redondas con este padecer. Estoy al tanto de que,  en mayor o menor medida,  es un sentimiento negativo que todos tienen. Pero a mí me gobierna, y me hunde en la más profunda de las soledades humanas. Se envidia desde la cripta, licenciado: es siempre un acto vampírico, oscuro, solitario, no se comparte. Otros sentimientos son comunitarios, la ira, el odio: se odia en masa; la envidia no “hace masa”, no se socializa.

Odio fingir ponerme feliz por los logros de los otros, me siento sucia, me vampirizo aún más.  He llegado  -usted creerá que estoy loca- a envidiar a mi mascota. Si,  su vida es serena: mi perro no precisa  proyectos para vivir, sólo come,  juega y me espera. Y no envidia: estoy seguro que no tiene ese sentimiento dentro de sí, y eso… me contamina el vínculo con él.

¿Cree que estoy loca? Bueno, créalo, es su problema, no el mío; yo solo quiero ser escuchada, quiero salir de la soledad, quiero que usted mastique conmigo todo esto, yo ya no puedo metabolizar lo que me pasa.

Le digo todo esto de una. Jamás  en mi vida pude decirle todo esto a alguien; es la primera vez que me decido a salir de la cárcel en la que me ha metido este sentimiento. Quiero exorcizar, sacarme de encima esta calamidad: necesito desterrar de mi alma esta peste que gobierna mis estados de ánimo, quiero ser libre.

Tengo la humana y profunda necesidad de  ponerme contenta con los logros del otro, quiero reírme de verdad con alguien. Ya no me río, sólo hago muecas para fingir alegría, muecas que son como cicatrices, duras, rígidas.

Quiero que usted me explique el por qué  siento que no puedo nada y,  los demás…pueden todo. Quiero ser una persona normal. ¿Es mucho pedir?  ¿Usted, podrá ayudarme? Seguramente no le interesa mi caso: si, dígamelo, dele, condéneme usted también como lo hace mi enemigo interno;  hágalo, no siga con esta farsa de escucharme y comprenderme.

Seguramente usted está pensando que lo mío no tiene arreglo, pues póngalo en palabras, no sea canalla: estoy preparada para todo, váyase al diablo. Poco me importo lo que ud crea sabe.

Le hago una pregunta: ¿usted me ve linda mujer? No, mejor no, deje, no me responda, seguramente ve un monstruo lleno de odio. Probablemente usted tiene una vida feliz, llena de equilibrio y de afecto ¿es posible que yo a ud no lo envidie? ¿Qué opina? Viniendo para aquí pensaba que quizá mi cura es construir un primer vínculo en donde yo no experimente este sentimiento. ¿Qué opina? Bueno, de todas maneras lo tengo que dejar, tengo que llevar a mi hija al club. Lo llamo, gracias por escucharme, me voy mejor ¿quizá todo esto no es tan grave no? ¿Usted qué piensa?

Noelia se levanta y, antes de llegar a la puerta, me muestra una foto carnet que estaba en su billetera:

- Esta es mi hija, Sofía, dígame ¿no es un sol?

- Si sí, muy linda niña, y tiene mirada intensa, inteligente; como la suya Noelia.

– ah muchas gracias, me voy más aliviada. Si quiere vuelvo, tengo mucho para contarle. ¿Quiere que vuelva?  Lo dudo. De todas maneras yo creo que mi caso le va a sumar mucho a usted, pero es su decisión, cualquier cosa espero su llamado.

Fin de sesión.(relato inspirado en historias de consultorio)

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