Por: Jorgelina Rodríguez
Finales de 1949. Un joven Ernesto Guevara, recostado en el balcón de su casa de la calle Arenales. Días después emprendería su primer viaje por el norte argentino, disparador de los siguientes por Latinoamérica. ¿Habrá imaginado recostado allí con los brazos cruzados detrás de su nuca, que se convertiría en un símbolo de relevancia mundial? ¿Que representaría la lucha contra las injusticias sociales? ¿Habrá imaginado que junto con Fidel Castro sería el ideólogo y comandante de la Revolución Cubana? ¿Habrá temido que su muerte sea en manos del ejército boliviano el 9 de octubre de 1967? Seguramente no. Ese joven sólo creyó que otro mundo era posible.