Mucho se ha escrito sobre su vida. Aún después de tantos años. Y todos los que vendrán. Sin embargo, de unos meses a esta parte, un reducto de la prensa decidió dinamitar también tu vida privada, Maradona. Como a los goles de la década del 70, ahora, las amas de casa lo ven en el programa de la siesta. Hay cronistas capaces de tocar el timbre hasta despertar a su padre, Don Diego, para un móvil de televisión en vivo.
Cuándo se ha visto, en qué país del mundo osarían molestarlo, Maradona. Si usted jugaba con las piedras camino al colegio, y, más allá del mundo entero, no soñaba con nada imposible.
Algunos quieren seguir lucrando con su vida porque cuando le tiraron a matar sobrevivió. Todo el planeta sabe que le envenenaron el alma, y que usted fue noble desde la cuna.
Usted ha tolerado campañas de desprestigio punzantes como bala, e insultó a las tribunas de fanáticos que lo respaldaron como director técnico; ha escupido en la cara a los dueños de la pelota, que “toman champagne y comen caviar en los palcos”, según sus propias palabras.
“Hay muchas cosas muy sucias dentro del fútbol, que gracias a Dios mucha gente se da cuenta y las cuenta. Y cada día vamos descubriendo que hay más corrupción, que hay partidos arreglados, que hay árbitros que no cobran cuando deben cobrar. Hay dirigentes de la FIFA que son multimillonarios. Hasta que el fútbol no sea entendido presidencialmente por un jugador de fútbol, no como Blatter que nunca pateó una pelota, vamos a seguir igual”.
Pocos por tu tierra se hicieron eco de tamañas declaraciones, Diego. Disculpe que tome el atrevimiento de tutearlo, pero usted es el pueblo. El mismo pueblo que no ha olvidado.
Damos por hecho que los goles a los ingleses tienen un mayor impacto mediático que estas declaraciones de micrófono…pero las acciones lineales y condescendientes son aún más respetables.
Usted era respetado, y aunque era, no merece que un cronista despierte a su padre de la siesta para molestarlo con preguntas insólitas sobre la sucesión o el valor de un inmueble. Su padre trabajó lo suficiente como para criar al mejor jugador del mundo. La misión que tenía asignada en la tierra ya está cumplida. Pero el reportero vuelve a golpear la puerta. Y Don Diego no sabe cómo responder. ¿Qué? ¿Va a hablar mal de su hijo?
“Cualquier persona sana detendría la marcha del auto y arrojaría piedras contra los paparazzi”, dicen algunos reporteros, por lo bajo, para evitar justificar la agresión contra otros reporteros, que Maradona patea e insulta luego de ser hostigado hasta el hartazgo.
http://youtu.be/kgs6f2w20k0
En lo más hondo de las barriadas, en la soledad nocturna de las redacciones y en la carne de los ciudadanos, allí, Maradona no se equivocaba nunca.
Capaz de hacer trampa para sacar a su patria del ridículo era un ser bendito del Olimpo.
Debió exiliarse. Lo sabemos. En este país usted ya no puede vivir. ¿Se imagina? Su domicilio sería una cosecha saqueada con extorsiones y litigios.
Maradona: usted es nosotros. Se explica allí por qué no puede pisar un aeropuerto sin que alguien intente desaforadamente joder su ya jodida existencia.
El tocado por la varita mágica, dicen unos.
Dios, y qué más da, dicen otros.
Fue convocado para jugar un mundial planeado por genocidas…pero saben qué…no salió a la cancha. Y, tras ser rechazado por César Luis Menotti en aquella Copa del Mundo que Argentina ganaría, volvió a La Paternal el 21 de mayo, con el bolsito al hombro y le metió dos goles a Chacarita para un triunfo 5-0.
Festejó, y esperó, porque sabía que el destino lo vendría a buscar.
Años después, usted, fue honrado en La Habana donde peleó Guevara.
Pero nunca imagino lo que ahora vive.
Son 53 años.
Y hay algo que la masa consciente no puede perdonarle: Usted creyó que el kirchnerismo también era el pueblo. Y posó con ellos para la foto.
Posó para la foto de la gestión donde desaparecieron Julio López y Luciano Arruga, donde fueron muertos decenas de Maradonas que jugaban al fútbol en algún perdido potrero del interior profundo.
Está bien. El techo del Vaticano era de oro y no te gustó.
¿Con el dinero de la televisación de fútbol para todos, acaso, no podría la gestión dirigir iniciativas más últiles?
Si la joda está en ir a la cancha en paz, no en ver el partido desde casa.
Y mientras tanto, hay Maradonas que abordaron uno de los trágicos trenes de Once, Maradonas que nacieron en la castigada tierra Qom.
Usted se sacó una foto con Cristina. Y con Grondona. Y demostró ignorar que los artistas no deben pisar la arena donde reinan pulsiones oscuras.
Y luego vuelve a enviar una imagen en respaldo de la gestión, durante la campaña, luego viaja a Venezuela; una noche, ya borracho, amenaza con conocer a un importantísimo funcionario.
Disculpe, Diego, que se lo diga tan sencillamente. Solo soy un escriba. Del pueblo y la carne. Y a mí también me duele Maradona.
Pero quiero contarle que aún guardo la tapa de un periódico viejo, donde posó con Grondona y Cristina. Aparece abajo, medio escondido, sin tanta pompa.
Es que aquella tarde, en agosto de 2009, hubo una noticia más importante. Por la tarde, un tremendo caso de gatillo fácil en un asentamiento captó la atención de la Capital Federal. Allí, un Maradona moría y otro perdía el ojo a manos de un cobarde efectivo de prefectura; pensó que iba a ser asaltado y disparó por las dudas, dice el matutino.
¿Se imagina? Hasta parece real.
Mientras usted posaba para la foto, usted moría.
Maradona es tan grande que forzó a reescribir la historia. Y un nuevo Diego devoró al anterior.
Las ideas que hicieron de su imagen una deidad, se evaporaron.
Tan sólo con el flash de una foto usted permitió que la prensa haga un festín de su inestabilidad.
Y descendió. Literal y futbolísticamente, luego de aquel día, descendió.
Nunca supe más de usted, el que mi abuelo y mi padre narraban.
Por eso guardo la tapa del diario, mejor dicho, la tengo pegada en el armario. Junto a un poster de su mano inmortal.
Y, así, recuerdo a todos los Maradona.
Los que se fueron y los que nunca deberían haber nacido.