No tengo ganas de caer en la clásica compilación de vivencias relacionadas con ÉL (me refiero al flaco y no a Néstor). Podría ponerme a escribir sobre los discos que tengo en un mueblecito horrible, pésimamente ubicado y contar de cómo, lo que está inmortalizado ahí, hace las veces de máquina del tiempo: directo al cuarto de cuando tenía 15 años y sonaba el disco “2” de Pescado Rabioso, con un atardecer rojo furioso de domingo, después de que Boca empatara con Colón de Santa Fe y de los, igualmente domingueros, ravioles en lo de mi abuela, etcétera… No, no voy a hacer eso. Está buenísimo, igual quiero aclarar, pero lo dejamos para otra oportunidad.